El Parlamento de Corea del Sur, en una sesión cargada de tensión histórica, aprobó este sábado la destitución del presidente Yoon Suk Yeol por la declaración de la ley marcial hace dos semanas. La decisión coloca al país en una encrucijada institucional, con el futuro inmediato del gobierno en manos del Tribunal Constitucional. Mientras tanto, el primer ministro Han Duck Sook asumirá temporalmente las funciones presidenciales.
La votación en la Asamblea Nacional dejó pocas dudas sobre la profundidad de la crisis política. Con 204 votos a favor, sobre un total de 300 escaños, incluso miembros del oficialista Partido del Poder Popular (PPP) decidieron dar la espalda al presidente. Una docena de legisladores del PPP rompió filas, mientras que en la oposición sólo hubo dos defecciones. Esta vez, a diferencia de la votación inicial del sábado pasado, el quórum fue completo: los 300 diputados estuvieron presentes, en un claro contraste con el boicot masivo del oficialismo en la ocasión anterior.
La resolución del Tribunal Constitucional, que puede tomar hasta seis meses, requerirá el respaldo de al menos seis de sus nueve jueces para ratificar la destitución. Sin embargo, el tribunal opera con sólo seis magistrados activos, dado que tres vacantes permanecen sin cubrirse. Esto implica que el fallo deberá ser unánime, un escenario que Yoon y sus aliados esperan explotar.
El trasfondo del golpe fallido en Corea del Sur
El presidente Yoon Suk Yeol justificó la imposición de la ley marcial bajo el argumento de una amenaza inminente a la seguridad nacional, pero los eventos subsiguientes evidenciaron un intento de concentrar el poder a través de un golpe institucional.
Hace dos semanas, tropas del ejército irrumpieron en la Asamblea Nacional y en la Comisión Electoral Central. Esto generó indignación dentro y fuera de Corea del Sur. Aunque no hubo muertos ni heridos graves, las intenciones detrás del operativo quedaron al descubierto.
El ministro de Defensa y varios generales de las fuerzas especiales, presuntos arquitectos del golpe, fueron detenidos en los últimos días. Incluso, el comandante de Contrainteligencia Militar fue arrestado mientras el Parlamento votaba la destitución. El propio ministro intentó suicidarse, un reflejo del nivel de desesperación que reina en el entorno de Yoon.
Una democracia en constante tensión
Corea del Sur, cuya democracia comenzó a consolidarse en 1987 tras años de dictaduras militares, enfrenta ahora su mayor sacudida institucional desde la masacre de Gwangju en 1980.
La destitución de Yoon es la tercera en la historia del país, pero sólo en una ocasión anterior, con la presidenta Park Geun Hye, el proceso llegó a su culminación con el arresto de la mandataria. En contraste, el caso de Roh Moo Hyun concluyó con la restitución del presidente, aunque su trágica muerte tiempo después dejó una marca imborrable en la política surcoreana.
Este sábado, la Asamblea no sólo votó contra un presidente acusado de traición e insurrección, sino también por proteger la democracia misma. La figura de Yoon, percibida incluso por miembros de su propio partido como una amenaza, se desmorona mientras crecen las celebraciones en las calles. Más de doscientas mil personas, mayoritariamente jóvenes y mujeres, se congregaron frente al Parlamento, aliviadas por el desenlace.
En contraste, pequeños grupos de simpatizantes de Yoon, vinculados a iglesias evangélicas y asociaciones de veteranos anticomunistas, lamentaban la caída de su líder.
El impacto regional y el papel de Estados Unidos
La crisis en Corea del Sur no sólo genera ecos internos. Desde Tokio, Beijing y Washington observan con atención el desenlace. La alianza entre Corea del Sur y Japón, reforzada en los últimos meses bajo el liderazgo de Yoon y el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, podría tambalearse.
La destitución de Yoon también representa un dolor de cabeza para Donald Trump, quien podría regresar a la Casa Blanca con el apoyo de la misma derecha evangélica que respalda al presidente surcoreano.
Mientras tanto, el Partido Demócrata, liderado por Lee Jae Myung, se perfila como el gran beneficiario de la caída de Yoon. Lee, quien perdió por un estrecho margen las elecciones de 2022, podría capitalizar el descontento popular y las divisiones en el oficialismo para regresar al poder en elecciones anticipadas, previstas en caso de que el Tribunal Constitucional confirme la destitución.
La caída de Yoon Suk Yeol expone los peligros de las ambiciones autoritarias y también reafirma el compromiso de la sociedad surcoreana con la democracia. La detención de los responsables del golpe y la movilización ciudadana dejan claro que la democracia coreana, aunque joven, está lejos de ser frágil.
En las próximas semanas, las miradas seguirán puestas en el Tribunal Constitucional y en los pasos de la oposición.
FUENTE: Perfil