Miércoles, 19 Junio 2013 17:57

La Respuesta Es Más Democracia

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Creer que el nexo en los casos de las recientes protestas en San Pablo, es el aumento de 20 centavos en una tarifa de transporte congelado desde Enero 2011, es pecar de ingenuo. Suponer que el orden entre una cosa y otra puede ser restablecido sobre la base de palazos y piedrazos es el pasaporte para el desastre. 

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No percibir el vínculo entre las calles y el ciclo histórico generalmente es mortal para los liderazgos de una época dada.

Creer que el nexo en los casos de las recientes protestas en San Pablo, es el aumento de 20 centavos en una tarifa de transporte congelado desde Enero 2011, es pecar de ingenuo. Suponer que el orden entre una cosa y otra puede ser restablecido sobre la base de palazos y piedrazos es el pasaporte para el desastre. Desastre progresista, se entiende.

La lógica conservadora nunca alimentó dudas existenciales o políticas en cuanto a la mejor forma de mantener el caos en los ejes. Esa es una característica de su repertorio.

El colapso del tráfico, incluyéndose en ese mismo derrumbe el costo y el tiempo que se emplea en desplazarse de un lado a otro, es apenas el termómetro más evidente de un metabolismo urbano en estado de coma.

Cerca de 1/3 de los paulistanos, aquellos más pobres, residentes en las periferias distantes, llevan más de una, y hasta más de dos horas en el trayecto de sus casas al trabajo. Los tiempos indicados hacen referencia al trayecto de ida; no se consideran los gastos de vuelta.

No se produce una irracionalidad de ese calibre sin una acumulación deliberada.

Los estudios de IPEA reiteran el empeoramiento de las condiciones en el transporte urbano de las principales zonas metropolitanas del país desde 1992. Brasil tiene la tasa de urbanización más alta en una América Latina que lidera el ranking mundial en ese indicador, según la ONU. El país concluyó la transición rural/urbana en tres décadas, azotado por la política de modernización conservadora del campo. Eso se hizo bajo el látigo de una dictadura militar. Y no podría haber sido hecho excepto así. La virulencia del Estado dictatorial hizo en una tercera parte del tiempo lo que las naciones ricas tardaron un siglo en lograr.

El colapso del tráfico, incluyéndose en ese mismo derrumbe el costo y el tiempo que se emplea en desplazarse de un lado a otro, es apenas el termómetro más evidente de un metabolismo urbano en estado de coma. 

El crecimiento poblacional desordenado de las grandes ciudades, agudizado por esas referidas migraciones es uno de los fundamentos de la ruina. Anclada en la omisión pública de décadas, la expansión irracional y especulativa del lugar urbano ganó vida propia. Con el despliegue logístico conocido: el aumento de los desplazamientos y la motorización, la explosión de los congestionamientos y el costo de transporte. En la vida de la ciudad y en el bolso de cada ciudadano.

No es una figura retórica decir que esos ingredientes accionan el pico de cada bomba de gas lacrimógeno y encienden la chispa de cada enfrentamiento irreflexivo en las batallas campales registradas en la ciudad de San Pablo en menos de una semana.

Se repite: el conservadurismo tiene certezas esféricas en cuanto a la mejor forma de lidiar con la nitroglicerina social contenida en las cápsulas de concreto que crecieron en el país en las últimas décadas. Sus opciones no pueden ser las mismas que de las fuerzas progresistas.

La nivelación regresiva ocurrirá en el caso de que la inercia política ceda el comando de los acontecimientos a la lógica de la violencia. En el caso de las protestas en San Pablo, la responsabilidad de la autoridad municipal es superlativa.

Cabe reafirmar la división entre la gestión progresista de una sociedad y la visión conservadora sobre sus conflictos.

“Carta Maior” (Carta Mayor) saludó la victoria de Fernando Haddad en 2012 por entender, como entiende, que él representa el rescate de los fundamentos de la democracia en la reconstrucción de San Pablo. Más que eso. Por entender que la suerte de San Pablo bajo el liderazgo de la nueva administración marcará el destino de la agenda progresista brasilera en el período en curso.

La mayor metrópoli latinoamericana constituyó un gigantesco laboratorio de desafíos y recursos. Tiene la escala necesaria para generar contracorrientes vigorosas, al punto de sacudir y renovar la agenda de la izquierda brasilera, después de más de una década en el comando del país. La deriva en que se encuentran los servicios y espacios públicos de la ciudad es obra meticulosa y secular de las elites predadoras.

A lo largo de las décadas la Alcaidía se consolidó a los ojos de la población como un anexo de esa lógica expropiatoria, cuando debería funcionar como un escudo del interés colectivo. Incapaz de contraponerse a la tragedia estructural que marca la lucha por la vida en San Pablo, se convirtió en una herramienta irrelevante a los ojos de la ciudadanía.

Se repite: el conservadurismo tiene certezas esféricas en cuanto a la mejor forma de lidiar con la nitroglicerina social contenida en las cápsulas de concreto que crecieron en el país en las últimas décadas. Sus opciones no pueden ser las mismas que de las fuerzas progresistas.

Desde ese punto, para ascender a un espiral de enfrentamiento bastaron 20 centavos de diferencia en la tarifa. Sí, hay otros matices e intereses entrelazados en el remarcar esquizofrénico con el que los medios de comunicación convocan y, después, vociferan el caos en cada protesta. Tales motivaciones son las mismas que hicieron del tomate una estrella olímpica en la modalidad de “descontrol de precios”, hace menos de un mes. Las mismas que hoy vociferan la “explosión” del dólar y, ayer, denunciaban el “populismo cambiario” y los maleficios, verdaderos, del Real sobrevalorizado.

Las respuestas de la Alcaidía de San Pablo a las protestas no se deben guiar por los aullidos de un juglar conservador. No se trata, tampoco, de conciliar con la violencia gratuita. Se trata, sí, de encarar las manifestaciones con una mirada privilegiada para fijar una nueva referencia en la vida de la ciudad. A saber, la de calafatear el abismo conservador que predominó secularmente en la relación entre la Alcaidía y los residentes de la metrópoli, en particular su sector más pobre.

El triunfo del alcalde Fernando Haddad es haber sido elegido para eso. Haddad tiene legitimidad para sustraer espacios al engranaje de la opresión y devolverlos a una ciudadanía descartada hace tiempo de las decisiones referentes a su destino o al destino de su lugar. Un salto de calidad e intensidad en la participación democrática en la gestión de la ciudad, esa es la respuesta para la insatisfacción, de la cual los incidentes de ahora pueden representar apenas un preanuncio pedagógico.

San Pablo es el producto más representativo del capitalismo brasilero. Un laberinto de contradicciones, una jerigonza que se endurece y arrastra, desperdicia energía y escupe gente mientras tritura y rehace su desigualdad concreta.

No hay solución inmediata administrativa o presupuestaria para el caos que deliberadamente fue construido aquí. La respuesta a la lógica que secuestró a la ciudad de sus ciudadanos y la devuelve a ellos fortaleciendo los canales existentes y abriendo otros nuevos, que dilatan el discernimiento y la capacidad de construir líneas de pasaje entre el presente y el futuro. La alternativa es la anomia, eventualmente sacudida de gas lacrimógeno y pedradas.

 

(*) Administrador del blog Carta Maior

FUENTE: Carta Maior 

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