Operaciones políticas, bravuconadas, distinta vara. Estos son algunos de los calificativos que podrían usarse para caracterizar las maniobras del gobierno británico en los pasados días para forzar una vuelta atrás en la decisión tomada por los países del MERCOSUR sobre impedir el ingreso de buques con bandera de Malvinas a sus puertos
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Sí ya sé que es harto conocido y ya sé que usted se debe estar preguntando para qué gasta saliva este buen muchacho, pero no me lo puedo dejar atragantado. Lo del gobierno británico estos últimos días ya supera cualquiera de las peores películas, esas que uno lamenta haber pagado una entrada al cine o haberla alquilado en el videoclub del barrio. Ya no es política de doble estándar, en realidad habría que usar el término N –como refiere el título– que en matemática sirve para denominar a una cifra indeterminada.
Todo empezó apenas terminada la última Cumbre de Jefes de Estado del MERCOSUR a fines de diciembre en la que los países miembros y los asociados tomaron la decisión de no permitir el ingreso a sus puertos a ninguna embarcación que porte la bandera ilegal e ilegítima de las Islas Malvinas. En Londres, el gobierno conservador de David Cameron inmediatamente puso el grito en el cielo.
Primero el gobierno británico, por medio de su Cancillería, emitió un comunicado oficial. "Estamos muy preocupados por este último intento de Argentina para aislar a la población de las islas Falklands (Malvinas) y dañar sus sustentos, que no tiene ninguna justificación". Un par de días más tarde, el propio Cameron afirmaba que a las islas "nunca las vamos a poner en riesgo, por eso debemos estar seguros de que nuestras defensas son fuertes, y eso es exactamente lo que estamos haciendo". En los mismos términos se había expresado antes en su mensaje navideño a los habitantes de las islas, en el que señaló: "Que quede claro. Siempre vamos a mantener nuestro compromiso sobre cualquier cuestión de la soberanía. La base de nuestra política es el derecho de ustedes a la autodeterminación".
Pero para completar el cuadro faltaban las explicaciones del Canciller Británico ante el Parlamento de su país. Allí William Hague dijo que "discusiones productivas y honestas con Uruguay, Chile y Brasil", funcionarios de esos países le aclararon que "no tienen intención de participar de un bloqueo económico". El funcionario también reclamó a los países de América del Sur que no apoyen a Buenos Aires en su posición. "Aunque no aceptamos la decisión de negarle la entrada a los buques con banderas de Malvinas, que consideramos no tiene basamento en ley internacional alguna, nuestra prioridad ha sido asegurarnos que los vínculos de comercio y negocios entre las Malvinas y Sudamérica no se vean comprometidos por esta declaración política"
Pongamos un punto aquí y veamos en primer lugar el papelón político del Canciller y, por ende, del gobierno británico. Hablan que después de conversaciones constructivas (lo que en el elegante lenguaje diplomático significa "apriete") Uruguay, Chile y Brasil manifestaron que no tenían intenciones de participar en un bloqueo. Acá hay tres aristas: si se trató de un "apriete" diplomático habría que recomendarles un cambio de pinzas, porque a las pocas horas los tres países sudamericanos emitieron comunicados oficiales confirmando la decisión que adoptaron en la Cumbre del MERCOSUR. Si en cambio se trató de una operación política destinada a influir sobre la opinión pública y poner un manto de duda sobre las relaciones entre los países latinoamericanos, los mismos comunicados que recién mencionamos la desactivan. Ahora bien, si como me lo señaló un amigo cercano –y tomado en sentido puro coincido con su análisis– la retórica es para consumo interno del partido y del electorado conservador británico, el problema es que en la era de las comunicaciones globales, lo que pueda decirse para consumo interno va a tener impacto externo y por lo tanto vuelve como un boomerang provocando consecuencias negativas sobre la política externa británica. Así que, sea cual sea la opción, todo para atrás.
Vamos ahora sí al punto de los N estándares. Presten atención al segmento destacado de las declaraciones del Canciller donde habla que la decisión de los países Sudamericanos no tiene basamento en ley internacional alguna. Señor Canciller, señor Primer Ministro, ¿desde cuándo a Gran Bretaña le importó el derecho internacional? ¿Acaso Gran Bretaña no viola desde hace décadas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU que llaman a su país y a la Argentina a negociar la soberanía de las islas?
Por otra parte, cuando Gran Bretaña pone el grito en el cielo respecto al impedimento de atraque de buques que porten la bandera de Malvinas, me encantaría recordarles que existe algo que se llama reciprocidad. Si Gran Bretaña, junto a varios de sus socios europeos y los Estados Unidos están llamando a implementar un bloqueo a las compras de petróleo iraní porque esta nación supuestamente viola el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, ¿por qué las naciones Sudamericanas no pueden hacer lo mismo respecto del reino cuando existen numerosas pruebas de su incumplimiento de la ley internacional en relación a las Malvinas? ¿Acaso sugiere el reino de la Gran Bretaña que el derecho es igual para todos, pero es más igual para unos que para otros?
Finalmente –como para poner un manto de piedad sobre argumentos que ya son indefendibles– las bravuconadas de Cameron. "Nuestras defensas son fuertes"; "la base de nuestra política es el derecho de ustedes a la autodeterminación". ¿En qué quedamos? ¿Los consideran parte de la corona británica o no? ¿La autodeterminación no implica la decisión de una población de formar una nueva nación? Si es así ¿por qué se arrogan el derecho a "defenderla"? ¿En contra de qué o de quién y apelando a qué principio? Porque la figura del Protectorado hace décadas que dejó de existir. Y si la autodeterminación implicase unirse a la corona británica ¿Cómo la justifican teniendo en cuenta el principio de contigüidad territorial? Once mil kilómetros separan a las islas de Londres. No me gustaría pensar que Gran Bretaña piensa que toda esa extensión oceánica también forma parte de la corona.
En definitiva, tal como lo afirmó el senador Daniel Filmus hace algunas horas y lo viene sosteniendo la presidenta Cristina Fernández desde que inició su mandato, esto se trata de un intento por apropiarse de las riquezas marinas que son parte del patrimonio de todos los argentinos. Y por más que por momentos parezca tedioso y repetitivo, insistir en remarcar las contradicciones y los N estándares que usa Gran Bretaña en su manejo del tema Malvinas debe ser una más en el conjunto de nuestra tarea incesante e incansable por alcanzar el objetivo de recuperar la soberanía del archipiélago.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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