El viejo dicho que afirma que “los patos le tiran a las escopetas” parece haberse impuesto en éste tiempo de la vida política, social, económica y mediática del país.
Como estrategia de último recurso y como nunca hay nada mejor que un buen ataque para sostener una defensa, los responsables de desatinos variopintos han intentado retomar la iniciativa tratando de enmascarar lo que es evidente y ha salido a la luz. Múltiples factores, una vez más, se han combinado. Repasemos.
Desde los tiempos pretéritos de la conformación de la alianza gobernante a nivel nacional, sus protagonistas han contado con el apoyo, protección y bendición de diversos grupos de poder que han alentado a su conformación, celebrado su triunfo y sostenido astuta y descaradamente la nefasta acción de gobierno emprendida por la fuerza amarilla. Nada nuevo decimos si recordamos que esos resortes de poder han actuado como en un juego de pinzas: mientras las espadas mediáticas iniciaban furibundas denuncias de dudosa comprobación, muy afines al formato de los “mass media”; un sector de la “Justicia” se mostraba muy solícita y funcional a desarrollar espectaculares investigaciones televisadas que nunca llegaban nada.
Cambiemos apostó a ese esquema y estructuración de poder. La economía sería reencauzada por expertos que brindarían la confianza necesaria a los siempre omnipresentes mercados, la legitimidad social vendría garantizada por esos medios que mostrarían el desaguisado K, y el Poder Judicial actuaría como instrumento de orden y disciplinamiento. Nada podría salir mal. “No volvían más”.
Pero, al igual que en el fútbol, donde los planteos tácticos son brillantemente expuestos y pensados por los entrenadores pero luego los factores físicos, lúdicos y psicológicos desarman estrategias en cuestión de minutos (es famosa la frase del gran Coco Basile cuando dijo que él paraba muy bien a sus equipos en la cancha, pero el problema aparecía cuando el árbitro daba inicio al juego porque se movían); a la fuerza gobernante, desde la mismísima noche del 22 de octubre de 2017, se le empezaron a mover los “players”. La reforma jubilatoria primero, y la fenomenal devaluación de mitad del 2018 después, comenzaron a poner en jaque algunas de las principales verdades absolutas construidas desde diciembre de 2015.
El golpe al mentón de una mandíbula de cristal (los aficionados al boxeo me entenderán) que supone la causa Etchebest, transformó lo que era una nueva denuncia mediática en un caso que muestra la putrefacción de toda una forma de “entender” la construcción del poder, con protagonistas legitimados por el voto popular o sin esa legitimación. La vinculación de algún funcionario judicial estrella de la lucha contra la corrupción K, con abogados falsos, servicios de inteligencia y algún que otra ministra de primer nivel, dejó a las claras, una vez más, que nada era como se mostraba. La estrechísima relación de estos personajes con referentes mediáticos archi conocidos, con reconocimiento internacional incluido, completa la foto familiar. Ha entrado en cuestionamiento toda una forma de entender múltiples actividades y profesiones que son centrales en la vida de la República que decían defender.
Y todo ello sazonado con una pizca cada vez más potente de desaciertos económicos que han convertido a la Argentina en el país de desarrollo medio con peor perfomance de la región. Ningún indicador económico ni social da mejor que hace un año (y mucho menos que hace tres). Inflación, recesión, aumento de la informalidad laboral y del desempleo, aparición de enfermedades que creíamos desterradas, reducción en el consumo de medicamentos y, finalmente, aumento de la pobreza; han armado un coctel que han empezado a minar las chances de reelección de Mauricio Macri. La aparición del escándalo Stornelli - D’Alessio - Santoro, pone en severo riesgo lo proyectado por el gobierno para éste 2019.
“¿Qué hacer ante este escenario?”, se habrán preguntado los protagonistas. Y han elegido un camino que, si bien les da algo de margen de maniobra en el corto plazo, nadie puede asegurar que algunas cartas fundamentales que se han jugado, no se caigan como un castillo de naipes. Por un lado, los dirigentes con responsabilidades ejecutivas de Cambiemos intentan mostrarse enérgicos públicamente (revisar la para nada coincidente puesta en escena de los discursos de apertura de las sesiones ordinarias legislativas en el Congreso Nacional, en la provincia de Buenos Aires y en Quilmes). Por el otro, el fiscal implicado recusa al juez que lo investiga utilizando la misma estrategia que el principal victimario detenido. Finalmente, tenemos la solicitada de un conjunto de profesionales de la comunicación que nos confirman que, definitivamente, han dejado de practicar el periodismo, para defender a un señor que hacía inteligencia de sus compañeros de panel en un programa periodístico televisivo. Todo ello nos confirma que todos los protagonistas han decidido salir de esta encerrona fugando hacia adelante, tratando de salvar el pellejo a como dé lugar y denunciando a sus acusadores de las prácticas que ellos mismos han decidido, tiempos a, poner en práctica.
El sol no se tapa con la mano y los problemas no desaparecen porque nos escondamos. En éste, nuestro país, una vez más, algunos han decidido que los patos les tiren a las escopetas. Pero da la sensación que cada vez tienen menos balas. Cuando se den cuenta, ya será tarde.
(*) Analista político de Fundamentar.com