La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de ofrecer (y plantearlo públicamente) que su ex jefe de gabinete Alberto Fernández la acompañe en una fórmula presidencial donde sea él quien la encabece, resulta un tiro de bandas, típica del juego de billar, donde con un sólo movimiento cambian radicalmente las condiciones de la partida.
Es indudable, queda demostrado una vez más, la vital centralidad política que define a la ex presidenta y que determina que el fin de semana sea encapsulado a su figura y a una decisión harto trascendente, ya que le ofrece el cargo a un hombre con el que ha tenido enormes coincidencias que vienen de tiempos de la pre candidatura a presidente de Néstor Kirchner, allá por el año 2002, transformándose luego en Jefe de Gabinete durante los primeros cinco años de gestión K; pero también importantes discrepancias post conflicto con las patronales del campo en el 2008.
La jugada resulta un disparo con esquirlas que se proyectan en diferentes sentidos: ordena a los propios y les apura el reloj a los extraños (y a los no tanto). Pese al lamento de los cristinistas más convencidos, en líneas generales puede percibirse (a error de percepción del analista) que su base electoral está conforme. A contramano de lo propuesto por Roberto Lavagna a sus pares de Alternativa Federal y a sabiendas del deseo de jugar sí o sí de varios, la flamante fórmula ofrece las P.A.S.O. como forma de dirimir algunas desavenencias que no son menores pero que tampoco serían prohibitivas del armado de un gran frente electoral que dispute poder a Cambiemos. Para algunos “alternativos federales” que hablaban de unidad, si van por afuera se debilitan y si van por adentro en la interna, resulta difícil que ganen ya que, a no perder de vista el detalle, la ex presidenta integra la fórmula.
Al contrario de lo que pensábamos muchos, toma una decisión fundamental a un mes del cierre de electoral. No pocos éramos los que creíamos que, como siempre ha caracterizado a la mesa muy chica de la jefatura K, la decisión de su hipotética candidatura se tomaría sobre las últimas horas del próximo 22 de junio, plazo último de presentación fórmulas. ¿Influyó el juicio que se inicia el martes en su espíritu para adelantar los tiempos? Difícil de saber, pero lo cierto es que la foto en el banquillo ante el Tribunal Oral Federal nro. 2 de Buenos Aires en la causa “Vialidad”, ya no le resultará de tanta utilidad al gobierno.
El dato de todo el día sábado es que ya aglutinó algunos apoyos de gobernadores (5) que coqueteaban con Alternativa Federal, mientras que el domingo, el flamante gobernador electo de La Pampa, Sergio Ziliotto expresó su beneplácito dado que la propuesta de Cristina es un paso más en el sentido de la unidad del peronismo. Este contexto condiciona al gobernador Juan Schiaretti, gran ganador del anterior domingo en Córdoba y quien comenzaba a perfilarse como el indiscutido referente que aglutinaría al peronismo federal. La novedad obliga a repensar el escenario a todos y seguramente así lo harán Urtubey, Massa, Pichetto y Schiaretti en la reunión que mantendrán el próximo miércoles.
Y otra gran cuestión a resolver es qué pasará en la vereda de enfrente. Resulta lícito preguntarse qué dirá la Convención Radical de la próxima semana y si soltará amarras definitivamente con Mauricio Macri, quien por lo pronto hizo pública una respuesta de manual y de ocasión afirmando que la candidatura de los Fernández lo favorece ya que “representan el pasado”. En este sentido pareciera ser que el oficialismo no termina de entender que si la economía no mejora, la visión de muchos argentinos (cada vez más) es que en el “pasado” estaban mejor. Lindo oxímoron para Cambiemos.
El reordenamiento no es menor. Y así como en un solo tiro Cristina Fernández demostró que no será pero que quiere seguir siendo, que se baja pero que no se baja, aún falta mucho tiempo para el cierre de alianzas y candidaturas, pero tampoco falta tanto. En el atomizado sistema político argentino, donde algunos “indios” pretenden ser “caciques” sin votos ni apoyo popular, a riesgo de derrotas personales estrepitosas pero que, a la vez, consagran los intereses del adversario (o enemigo, ponga usted lector el sustantivo), tal vez sea hora de ir tomando definiciones. Sorpresivamente, la jefa de una de las tribus ya movió sus piezas y tomó la delantera. Resta saber qué harán los otros caciques que manejan otras comarcas (menores). El pueblo argentino espera y observa.
(*) Analista político de Fundamentar.com