Martes, 05 Junio 2012 02:31

La Agenda de la Austeridad

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protesta_inglesa_2012-1¿Qué objetivo persiguen las políticas de ajuste y austeridad en Europa? ¿Por qué se sigue insistiendo en este rumbo cuando ya ha probado su estrepitoso fracaso? Krugman nos plantea estas preguntas claves en el marco de un debate de cuyo resultado depende no sólo el predominio de una corriente de pensamiento, sino el futuro y la supervivencia de millones de personas condenadas a la exclusión

 

¿Qué objetivo persiguen las políticas de ajuste y austeridad en Europa? ¿Por qué se sigue insistiendo en este rumbo cuando ya ha probado su estrepitoso fracaso? Krugman nos plantea estas preguntas claves en el marco de un debate de cuyo resultado depende no sólo el predominio de una corriente de pensamiento, sino el futuro y la supervivencia de millones de personas condenadas a la exclusión

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protesta_inglesa_2012-2"El boom, no la depresión, es el momento correcto para la austeridad". Esto afirmaba John Maynard Keynes hace 75 años y tenía razón. Aún si se tiene un problema de déficit de larga data –¿quién no lo tiene, por otra parte? – recortar gastos cuando la economía está sumida en una depresión profunda es una estrategia que provoca su propio fracaso debido a que sólo sirve para profundizar esa depresión.

Entonces, ¿por qué Gran Bretaña está haciendo exactamente lo que no debe? A diferencia de los gobiernos de, por nombrar alguno, España o California, el gobierno inglés puede contraer préstamos libremente, a tasas de interés históricamente bajas. ¿Por qué, entonces, ese gobierno reduce sensiblemente los niveles de inversión pública y elimina cientos de miles de empleos públicos en lugar de esperar a que la economía se fortalezca nuevamente?

En estos últimos años les he planteado esta pregunta a varias personas que apoyan al gobierno del primer ministro David Cameron, a veces en privado, otras por televisión. Todas esas conversaciones seguían el mismo derrotero: comenzaban con una mala metáfora y terminaban con la revelación de motivos ulteriores.

La mala metáfora –que seguramente habrá escuchado muchas veces– equipara los problemas de endeudamiento de la economía de un país con los problemas de endeudamiento de una familia. Una familia que se ha endeudado seriamente, cuenta la historia, debe ajustar su cinturón. Por lo tanto, si Gran Bretaña en su conjunto, se ha endeudado en demasía –lo cual es cierto, aunque hay que señalar que se trata de un mayor volumen de deuda privada que de deuda pública– ¿no debería hacer lo mismo? ¿Cuál es el error en esta comparación?

La respuesta es que la economía de un país no es como la de una familia endeudada. Nuestras deudas particulares son, en gran medida, dinero que nos debemos unos a otros; aún más importante, nuestros ingresos provienen en gran medida de vendernos cosas unos a otros. Su gasto es mi ingreso y mi gasto es su ingreso.

Ahora, ¿qué ocurriría si todos nosotros recortáramos nuestros gastos simultáneamente como forma de pagar nuestras deudas? La respuesta es que los ingresos de todos caerían –mi ingreso cae debido a que usted gasta menos y su ingreso cae porque yo gasto menos–. Y al mismo tiempo que nuestros ingresos se contraen, nuestros problemas de endeudamiento en lugar de mejorar, empeoran.

Esto no es ningún descubrimiento. El gran economista estadounidense Irving Fisher ya lo explicó en 1933, resumiendo lo que él llamo "deflación de la deuda" con el slogan "mientras más paga el deudor, más debe". Los acontecimientos recientes, sobre todo la espiral mortal de la austeridad en Europa, han ilustrado dramáticamente la verdad del razonamiento de Fisher.

Y hay una clara moraleja en esta historia: cuando el sector privado intenta frenéticamente pagar sus deudas, el sector público debería hacer lo opuesto, gastar cuando el sector privado no puede o no quiere. Por supuesto que hay que equilibrar el presupuesto, pero una vez que la economía se haya recuperado, no ahora. El boom, no la depresión es el momento adecuado para la austeridad.

Como dijimos recién, este no es ningún descubrimiento. Entonces, ¿por qué tantos políticos insisten en promover la austeridad en momentos de depresión? ¿Y por qué no cambian de rumbo aun cuando la experiencia confirma las lecciones de la teoría y la historia?

Bien, aquí es donde se pone interesante. Porque cuando se expone a los "austeros" la maldad de su metáfora, ellos casi siempre se refugian en afirmaciones del tipo: "pero es esencial que achiquemos el tamaño del Estado".

Ahora bien, estas afirmaciones a menudo suelen acompañar a aquellas de que la crisis económica demuestra la necesidad de achicar el gobierno. Pero esto es manifiestamente falso. Miren a los países de Europa que han capeado mejor la tormenta y al tope de la lista encontrarán a naciones con gobiernos grandes como Suecia y Austria.

Si usted observa, por otra parte, a las naciones conservadoras admiradas antes de la crisis, encontrará a George Osborne, el canciller británico de la tesorería y arquitecto de la actual política económica del país, describiendo a Irlanda como un "claro ejemplo del arte de lo posible". Mientras tanto, el Cato Institute alababa la política de bajos impuestos de Islandia y manifestaba su esperanza de que otras naciones industriales "puedan aprender del éxito de Islandia".

Por lo tanto, la austeridad implementada en Gran Bretaña no se trata en realidad de la deuda y el déficit; se trata de utilizar el pánico sobre el déficit como excusa para desmantelar programas sociales. Y esto es, desde luego, exactamente lo mismo que ha pasado en los Estados Unidos.

Para ser justos con los conservadores británicos, ellos no han sido tan crudos como sus contrapartes estadounidenses. No predican contra los males del déficit al primer suspiro y demandan un enorme recorte de impuestos a los más ricos en el siguiente (aunque el gobierno de Cameron, de hecho, ha bajado significativamente el tope de impuestos). En general parecen menos determinados que la derecha estadounidense en ayudar a los ricos y castigar a los pobres. Aun así, el rumbo de la política es el mismo –al igual que la falta de sinceridad fundamental de los clamores por austeridad–.

La gran pregunta aquí es si el evidente fracaso de la austeridad en provocar una recuperación de la economía conducirá a un "Plan B". Tal vez. Pero mi impresión es que aun si tal plan fuese anunciado, no serviría de mucho. Porque la recuperación económica nunca fue el objetivo. El objetivo de la austeridad fue utilizar la crisis, no resolverla. Y aún sigue siéndolo.

 

(*) Premio Nobel de Economía. Profesor de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton.

FUENTE: The New York Times

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