Domingo, 06 Julio 2025 07:13

¿Volvió Rosario? Destacado

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¿Volvió Rosario? Andrés Macera / Rosario12

“Volvió Rosario” se convirtió en el lema político comunicacional del oficialismo gobernante. Con la justeza y precisión que suele tener el marketing para las gestiones y las campañas electorales, la frase resultaba potente porque accionaba sobre una serie de resortes emocionales históricos que hacen a la identidad rosarina. El intento de apropiación de esa supuesta vuelta, por parte de una administración local que supo travestirse desde un presunto progresismo para terminar empujado por la propalación de ciertos mensajes de libertad, tuvo bajo vuelo. Pasaron cosas, diría un ex presidente que anda tratando, como puede, de evitar un ocaso indigno, y esas cosas refieren a un proceso electoral que dejó una clara derrota que las puestas en escena no pueden ocultar.

Pero antes de cualquier enunciación con cierto rigor, para descifrar si volvió, bien valdría preguntarse qué era Rosario. Y ante esto, si bien cada lector y lectora puede tener sus propias percepciones personales, podríamos coincidir que, más allá de cómo cada modelo de acumulación fue moldeando la existencia de la ciudad, existe cierto consenso que desde los tiempos inmemoriales de las disputas con el Brigadier Estanislao López, sus consecuentes diferencias con el patriciado santafesino y sus enconos con el centralismo porteño, la esencia de la rosarinidad radica en una especie de desarrollo autónomo que nunca necesitó de la protección y el impulso de ciertos poderes para su desarrollo.

Existía alguna forma de conceptualización romántica que daba por hecho de que a Rosario había que dejarla “hacer” y la verdad, que vistas las cosas con lo sucedido en los 90’, con la implementación de un modelo de desindustrialización y desidia, se necesitaba mucho más que la sola voluntad de sus habitantes.

Si la Rosario de antaño expresaba la idea de una población con alma de aldea, donde se vivía con la tranquilidad de saber que, en el fondo, nos conocíamos todos, sabido es que ese consenso se rompió hace rato. Por la propia conversión de la ciudad en una gran urbe y porque ciertos lazos de comunidad se rompieron de la mano de la irrupción del fenómeno narco y de un tiempo social (no exclusivo de Rosario ni de la Argentina) donde anida un individualismo, si se quiere, rupturista.

Con la brisa reconfortante que en su momento significó la llegada al poder de Héctor Cavallero, dado que la palabra solidaridad se tradujo en mucho de la esencia de su gestión, extendiéndola en el tiempo, y que la consecución que Hermes Binner y sus herederos supieron mantener, ampliar y desarrollar; Rosario supo proyectarse, aún con su deterioro a cuestas, como una ciudad donde la implementación política de otros valores era posible, más allá de la victimización de la que tanto gustaba el socialismo vernáculo.

De alguna manera, de esa idea se trató de apropiar el entramado político comunicacional de Unidos: una ciudad segura, con prevalencia de gente buena y que su propia potencia individual (en línea con la bendición de los inquilinos de la Casa Gris), alcanzaba para lograr los brillos de mejores épocas. 

Pero el problema es que, en la jornada del domingo 29 de junio, los rosarinos parecieron decir otra cosa. Podría inferirse, a la luz del resultado final, que esa idea de ciudad segura y recuperada en sus valores históricos no es mayoritariamente ponderada y que ciertos brillos recuperados, quedan encapsulados a la lógica de los medios hegemónicos de la región, que vendrían a ser la envidia de un tal Héctor Magnetto. 

La decodificación de los resultados de cualquier elección, deben tener como condición básica el contexto que los sintetiza y que, en algunos casos, los hacen excepcionales. Algo de eso puede decirse de estas elecciones de medio término en Santa Fe, donde el dato más importante tal vez no sean los ganadores sino la baja asistencia de votantes.

Con el dato no menor de que en aquellas localidades donde se eligieron autoridades ejecutivas, concurrieron a sufragar más ciudadanos y ciudadanas que en aquellas donde sólo se elegían concejales, cualquier resultado que pretenda proyectarse al futuro sobre la base de una asistencia del 48%, debería ser relativizado. Un concepto de rigor: ninguna de las tres fuerzas que protagonizaron un nuevo escenario de tercios en la ciudad, tiene el futuro garantizado de cara a 2027. Ni en la idea de triunfo, ni en la de la derrota.

Con un resultado a favor que se terminó nacionalizando, en la noche del domingo Juan Monteverde supo dar un discurso que evitó la grandilocuencia y que dejó varios mensajes para un peronismo que le sirvió de base de proyección. Con la convocatoria al diálogo con el intendente (que el oficialismo supo obviar en la semana), no le esquivó a la vieja máxima peronista de primero la Patria, luego el movimiento y por último los hombres a la hora de llamar a la unidad con Roberto Sukerman y Lisandro Cavatorta, que fueron por fuera de la estructura formal del peronismo. De cara a las PASO mantuvo el voto de Mas para Santa Fe (3.000 votos más), ganó porcentaje de votación, pero perdió cantidad de votos respecto de 2023. Si bien ambas elecciones son diferentes, vale el trazo comparativo en función de que el líder de Ciudad Futura se presentó en ambas.

Sin reconocimiento al ganador, con afirmaciones de que representan la única fuerza capaz de derrotar al kirchnerismo (falsas a la luz del resultado) y con un intento de fidelización con las figuras de Javier y Karina Milei, Juan Pedro Aleart puede sentirse satisfecho a partir de su irrupción en la política local. Superó en varias veces los votos obtenidos por La Libertad Avanza en 2023 y aumentó su caudal respecto a las PASO de abril en unas 20.000 boletas más.

Con una sobreactuación que no dejó de llamar la atención, mostrando si se quiere una alegría ficticia por un tercer puesto que si bien le permitió recuperar caudal de votantes respecto de las internas (alrededor de 50.000 votos), el oficialismo local perdió nada más y nada menos que cuatro concejales de cara al período legislativo que se iniciará en diciembre de este año. 

Desde el javkinismo, habiendo perdido en 21 de las 22 seccionales rosarinas, también obviaron el saludo al ganador y se subieron a las celebraciones del gobernador Maximiliano Pullaro que, más temprano que tarde, mostró un triunfo a lo largo y ancho de la provincia donde el rojo de Unidos prevalecía de manera casi uniforme por el conjunto de la bota.

El hecho tiene un par de observaciones que merecen señalarse. La primera de ellas es que el argumento celebratorio de Pullaro demuestra, por enésima vez, que las matemáticas y la política no siempre van de la mano, cientificidad que bien se explica desde las aulas de la facultad con sede en “La Siberia” y que el gobernador, como buen egresado de ella debería conocer. Al proyectar los números de 365 comunas y municipios como una sola cosa, toma a 365 elecciones distritales como un solo territorio electoral. Y eso es un error que enmascara otros datos.

De alguna forma, la respuesta vino de la mano de un simple, pero no por ello menos trabajoso conteo que expuso vía redes el diputado Diego Giuliano, que confirma que utilizando el mismo método (convertir a Santa Fe como un único distrito) el peronismo obtuvo más de 422.000 votos contra 339.000 de Unidos.

Si continuamos con la línea de análisis y lo proyectamos a 2023, podría decirse que el PJ perdió unos 80.000 votos mientras que el oficialismo (recordemos que la campaña de Unidos, a lo largo y a lo ancho de la provincia, se estructuró con la imagen del gobernador), habría perdido la friolera de 700.000 votos. Números que deberían ser preocupantes.  Pero recuerden estimadores lectores, queridas lectoras las manzanas y las peras son ricas frutas pero que nunca se comparan entre sí. Salvo porque vienen del hermoso Alto Valle del Río Negro.

La segunda observación refiere a la sobreexposición del gobernador. A contramano de lo que sucede en cada domingo electoral, la figura más importante (y en este caso hipotético triunfador) queda resguardado para el discurso final. Pullaro fue el primero en salir a la palestra celular en mano. Apareció exaltado, en clara contraposición con la imagen de dos años atrás, cuando con un millón de votos en sus alforjas se mostró reflexivo y con tiempo de elevar alguna forma de rezo. Esta vez su figura no fue protegida. Para completar el desmanejo, los perdedores rosarinos hablaron como colofón fingiendo una potencia que, con un tercer lugar luego de seis años gestión, debería transformarse en un llamado de atención, porque tal vez, con la mejora de los índices de inseguridad no alcance. 

La baja asistencia electoral y el renovado escenario de tercios rosarino, obliga a no extrapolar ni proyectar resultados de cara a 2027, donde todo está por discutirse, de la mano de una muy segura reconfiguración dada la incipiente reforma constitucional que traerá la autonomización de la ciudad y con ella, la posibilidad de discutir su propio régimen electoral.

Desde el Palacio de los Leones imaginaron que la apropiación de la marca Rosario, interpelando al electorado desde los valores más profundos del ser “rosarino” bastaba para regalarse un triunfo que consolidara su proyecto político. Los votos hacia M+as para Santa Fe y La Libertad Avanza parecen señalar otras demandas.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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