La política como actividad y la búsqueda del poder como su herramienta, pueden ser justificadas en la búsqueda de un nosotros mejor. Pero no puede dejar de admitirse que vivimos tiempos “raros”, donde en muchas ocasiones, parte de la oferta electoral opositora se centra en la reducción de derechos, mientras que los oficialismos que, contando con el manejo de los recursos del Estado, no logran hacer pie en la satisfacción de una propuesta que seduzca a las mayorías. Este fenómeno de avanzar en sentidos opuestos (que no es exclusivo de nuestro país), bien ha quedado sintetizado en la semana que se está yendo. Repasemos.
Habrá que suponer qué están diciendo los focus groups, metodología de recolección de datos tan afecto a las huestes amarillas, pero queda cada vez más a la vista, que la derecha argentina, compuesta por la suma de Juntos por el Cambio y la figura de Javier Milei (todavía no le da la estatura política para ponerle nombre a un espacio institucional), ha decidido mostrarse tal cual es. Cotidianamente leemos, miramos y escuchamos una serie de propuestas que reflejan un conjunto de pensamientos y argumentaciones que a muchos los han sacado del closet.
Apalancados en un deteriorado humor social (para lo cual recomendamos la lectura del libro “La rebeldía se volvió de derecha”, de Pablo Stefanoni), y que tiene, en el caso argentino, la referencia más relevante pero para nada exclusiva de una inflación del 60% anual; las voces del conservadurismo argentino se disputan un espacio que supone una escalada de propuestas que en ocasiones resultan ridículas, en otras impracticables pero que tienen la misión básica de actuar como globos de ensayo, método ya impuesto por el vidrioso y ahora poco visible Marcos Peña Braun (“si pasa, pasa”) cuando ejercía como Jefe de Gabinete de Mauricio Macri.
Sólo de esa manera pueden entenderse una serie de declaraciones de los últimos días, las cuales reflejan una falta de solidaridad y empatía social que se sostienen en el desoír las consecuencias que tendrían ciertas decisiones que desean tomar en caso de llegar a ser gobierno: Patricia Bullrich reconociendo que en caso de ser presidente cerraría los ministerios de Salud y Educación (entre otros); su segundo, Gerardo Milman, afirmando que la obra social PAMI debería ser cerrada y entregada a las prepagas y Horacio Rodríguez Larreta declamando a los cuatro vientos, con acto oficial incluido, la prohibición del lenguaje inclusivo en las escuelas porteñas, nos permiten imaginar sus hipotéticas presidencias, a la vez que nos interpelan sobre el aquí y ahora, ya que declaraciones y acciones de este tipo, resultaban impensadas algunos años atrás.
Bien conocía esos límites el ex presidente Macri cuando en el medio de un debate presidencial prometió no restringir ningún derecho adquirido en la etapa kirchnerista. Lo que vino después resulta una historia harto conocida.
En el medio también hubo tiempo para la risita provocadora y sintomática de los empresarios más poderosos del país en la reunión anual de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), protagonizada esta vez por otro Braun, Federico, dueño del supermercado La Anónima, empresa extendida a lo largo y ancho de toda la Patagonia, cuando ante una pregunta de Ricardo Kirchsbaum, jefe de editores del diario Clarín, sobre cómo enfrentaba esa firma la inflación, afirmó, muy suelto de cuerpo y con una sonrisa ancha en su boca, “remarcando”.
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También hubo tiempo, como tan bien lo definiera Andy Warhol hace más de 50 años atrás, para los 15 minutos de fama de varios opositores con la aprobación en diputados del proyecto de la Boleta Única, que supone su utilización en un formato similar al que se utiliza en la provincia de Córdoba. Más allá de las puestas en escena, de las celebraciones y de que el instrumento de votación elegido tiene el gravoso ingrediente de que, en provincias con más de cinco integrantes a los cargos de diputados, oculta parte de la lista de candidatos, todo parece indicar que en el 2023 no habrá modificación de ningún tipo. De lo trascendido en las últimas horas, algunos se animan a afirmar que el proyecto ni siquiera sería tratado en comisiones en el Senado de la Nación.
La foto que imaginaban (o imaginan) en los sectores opositores de la derecha, con la funcionalidad que supone el acuerdo con cordobeses y santafesinos que integran el Interbloque Federal, de visualizar a Cristina Fernández de Kirchner derrotada en el Senado de la Nación y un Alberto Fernández obligado a poner en práctica el veto que tan bien supo utilizar su antecesor; tal vez termine velada antes de lo que muchos desean.
Y si hablamos de fotos que a no pocos sorprendieron, la imagen de última hora del viernes, en el lanzamiento en Gerli de la supuesta candidatura presidencial de Javier Milei, muestra que una cosa son los sets de televisión, lo cual, bien articulado, te puede servir para obtener una candidatura legislativa en una ciudad como Buenos Aires y otra muy distinta el armado y consolidación de un proyecto político que se proyecte al conjunto nacional, sin ningún tipo de anclaje territorial. Sólo a un (o una) advenedizo se le puede ocurrir organizar un evento al aire libre, de noche y con temperaturas que rozan el registro de menos que cero.
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Del otro lado, en un sentido inverso, el oficialismo comenzó la semana intentando superar más temprano que tarde, la minicrisis que supuso la salida del ahora ex ministro Matías Kulfas, con el nombramiento de su reemplazante Daniel Scioli y de Agustín Rossi al frente de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), dos hombres que seguramente le darán otro vuelo político al gobierno.
En materia de números, en la semana se conocieron un par de datos que deben ser ponderados. El primero, conocido a través del Ministerio de Trabajo de la Nación, informa sobre la buena performance de parte de la macroeconomía donde el empleo registrado volvió a subir, alcanzando una mejora del 3,61% desde el mes de marzo de 2021. Si se quiere, refieren a cuestiones que competían al eyectado Kulfas. En paralelo con ello, sus declaraciones en sede judicial referidas a la cuestión del gasoducto Néstor Kirchner, tratando de eliminar cualquier sospecha de corrupción sobre el tema, reflejan que el saliente funcionario podrá ser un excelente técnico, pero terminó resultando un muy mal cuadro político.
El segundo dato refiere a los problemas de financiamiento que ha tenido el Estado argentino al haber caído la cotización de los bonos en nada más y menos que un 10% en las últimas 72 horas. No parecen casuales las declaraciones de algunos referentes del PRO respecto de la posibilidad concreta de que, en caso de ser gobierno, dejar de financiarse con bonos a mediano plazo. Si a eso se le suma la permanente cruzada en contra de la emisión, imagínense ustedes querides lectores cuál sería la solución opositora para enfrentar obligaciones. La palabra “ajuste” comenzará a sobrevolar en el ambiente.
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En una semana de silencio de críticas de los cuadros medios del cristinismo (que tal vez tendríamos que celebrar), el oficialismo puso proa a dos proyectos que deberán ser tratados en el Congreso de la Nación y que vienen ganando minutos audiovisuales y centimetraje (que antigüedad) en los diarios: el de “renta inesperada”, que ya recibió las consiguientes críticas de esas almas de cristal que nuclea la ya mencionada AEA y la ampliación de números de jueces de la Corte Suprema que cuenta con el aval de un buen número de gobernadores, al que faltó a la cita, otra vez, el oficialista (?) Omar Perotti y que, como no podía ser de otra manera, fue cuestionado por buena parte de la corporación judicial que bien supone, que otros números en la conformación cortesana, podría cambiar drásticamente el actual escenario que le da vida.
Con el correr de las semanas podrá verse en qué medida el oficialismo puede construir algunos consensos que, aunque resulten circunstanciales, sirvan para imaginar una sociedad un poquito más justa, donde los que se han visto beneficiados enormemente, por un hecho como la guerra entre Rusia y Ucrania, tributen más, y para que, cuatro señores sentados en sus cómodas poltronas dejen de contar con recursos de poder desmedidos.
La frutilla del postre le cabe a la presencia de Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas. Con escasa intención de meternos en el análisis internacional, digamos que el primer mandatario sintetizó en ocho minutos, buena parte de los problemas que alcanzan a la región.
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Su reclamo casi fuera de protocolo sobre la imagen gráfica del evento que omitió la presencia de las Malvinas, su reactualización de aquella definición doctrinaria de Juan Domingo Perón que se sintetizaba en la díada “unidos o dominados” y la referencia de la complicidad del gobierno de Donald Trump en el crédito que el Fondo Monetario Internacional le otorgó irresponsablemente a un desvencijado gobierno macrista, le dieron al presidente una centralidad que no pasó desapercibida. La respuesta de las últimas horas de un tal Horacio Rodríguez Larreta, que de cualquier manera intenta subirse a una carrera presidencialista que por momentos parece no despegar, hablando de “falta de coherencia” en el discurso, supone un modo más, el enésimo, de los sentidos opuestos, de mano y contramano que oficialistas y opositores han emprendido.
El quehacer político de varios de los nombrados más arriba resulta, tan obnubilado y chiflado, que nos permite preguntarnos qué puede ser lo que le está dando sentido a ciertas coyunturas. Bombas de aquí y de allá. Discursos enceguecidos que, de alguna manera, suponen la eliminación del otro. No es una mera canción de un afiebrado poeta del rock. Es la amenaza hecha y derecha de las derechas. Y es el intento de un gobierno que disputa su eficacia por caminar en un sentido inverso. Más allá de los errores no forzados de un lado y de otro, la disputa se sintetiza en esos términos: más o menos derechos para todas y todos. Las máscaras han comenzado a caerse. Sólo queda estar atentos.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez