Histórico. Inapelable. Con evidente proyección nacional. Aún resuenan los ecos de la fiesta en Parque Norte donde la oposición santafesina se dio el enorme gusto de celebrar un retorno al poder que algunos comenzaron a imaginar allá por mediados de 2019, cuando Omar Perotti supo transformarse en el dirigente que reinstalaba al peronismo en la Casa Gris y que da por cerrado, por lo menos por los próximos cuatro años, el escenario de tercios que desde hacía tres elecciones había configurado el mapa político de la provincia.
El récord que supone traspasar el millón de votos ya tiene la suficiente potencia como para llamar la atención del sistema político nacional. Pero además, el triunfo de Maximiliano Pullaro viene acompañado de haber alcanzado la mayoría en ambas cámaras y en las ciudades más importantes de la provincia.
Hay tres retornos. El de la dirigencia socialista, que ve prevalecer aquellos acuerdos de comienzo de año, que propiciaron inicialmente una fractura que aparecía como definitiva y no fue tal; el del protagonismo como cabeza de león de la Unión Cívica Radical, que vuelve al poder provincial luego seis décadas y el de un peronismo derrotado que deberá barajar y dar de nuevo rápidamente, para no comenzar un proceso de atomización siempre factible cuando priman los egoísmos exculpatorios.
Si algunos pretenden suponer que las territorialidades ya no juegan en política, y que todo puede reducirse al conocimiento del candidato, bien viene el ejemplo santafesino para relativizar esa idea. Pullaro conoce la provincia. La recorrió, primero en su rol de funcionario a cargo del ministerio de Seguridad, luego como diputado provincial y finalmente como candidato, condición que fue definida con mucha anticipación. Hay, tal vez, cinco razones que explican su éxito político de las últimas horas.
Validación: el electorado no peronista y anti peronista aceptó de buen grado el acuerdo entre dirigentes que, si uno presta atención a los recorridos personales y a las propuestas ideológicas que las han sostenido, poco tienen que ver entre sí. No deja de ser llamativo que mientras el socialismo ha reivindicado la salud y la educación pública, el acuerdo político haya llegado de la mano de otros dirigentes que ven al mercado como la razón de ser de toda acción social que se precie. Los números son claros y algo pudo verse en las últimas PASO: en las generales de 2019, la suma de votos del Frente Progresista Cívico y Social y el PRO orillaba 1.016.000 votos, número más que suficiente para ganar cualquier disputa electoral que se precie. El escrutinio provisorio del día domingo le otorgó a Unidos Para Cambiar Santa Fe, la friolera de 1.023.000 votos. Más ajustado, imposible.
Gestión meritoria: ante el escenario de violencia vivida en ciudades como Rosario durante la gestión Perotti, el ahora gobernador electo supo mostrar como un mérito lo que había sido su gestión en el área. Poco importaron las denuncias judiciales de antaño, los audios que mostraban una connivencia obscena con ciertas prácticas de dudosa legalidad, su vinculación con funcionarios policiales cercanos al narco (y condenados) y las propias denuncias públicas efectuadas en el marco de la campaña electoral por su adversaria en la interna, Carolina Losada. Si Omar Perotti había anunciado la “Paz y Orden” como slogan de campaña 2019, era porque existía una demanda social en aquel entonces y Pullaro era el máximo referente apuntado.
“Cómo estará la cañada, que la chancha la cruza al trote”. Durante el debate, el ex ministro mostró comparativamente la cantidad muertos en Rosario producto de la violencia, y pareció reflejar una mejor calidad de vida para los habitantes de la región. Siguiente pregunta.
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Gestión peronista deficiente. Luego de casi cuatro años de gestión el actual oficialismo sólo pudo mostrar el cumplimiento de la promesa del Boleto Gratuito y de Billetera Santa Fe como ideas fuerza de campaña. Es inexorablemente cierto que la pandemia condicionó de buen grado a todas las gestiones, pero, de alguna manera, en 2023 el Covid es un mal recuerdo de tiempos idos. Si bien es real que la legislatura con su mayoría opositora en diputados y los vaivenes en la relación con el Senado, condicionaron mucha de la legislación que se proponía (la ley de Seguridad es un buen ejemplo), la sociedad pareció demandar una mayor originalidad a la hora de enfrentar la gestión. No alcanzaba con mostrar si Santa Fe era la provincia que más rápido crecía o si creaba más puestos de trabajo. Hubo una distancia entre la gestión y la población que nunca pareció resolverse positivamente.
Liderazgo ineficaz. Perotti ha sido intendente de Rafaela, ministro de gestiones provinciales y legislador nacional, tanto en el rol de diputado como de senador. Es un hombre de inocultable experiencia que siempre fue acompañado por el voto popular, pero su carrera se cimentó desde un excesivo “perottismo”, que poco tenía que ver con lo que el peronismo de este tiempo demandaba. Equipo que gana no se toca, dice una de las tantas máximas no escritas del fútbol y por lo tanto, el estilo que tanto éxito le reportó no sería modificado porque la realidad, de acuerdo a diversas interpretaciones, así pudiera demandarlo. Siempre privilegió una conducción política donde no había una contención cercana sobre las segundas y terceras líneas, lo cual llegó a su extremo en la campaña electoral donde siempre pareció interesado, vía la mentada boleta única, en cuidar la quintita propia para ganar el primer lugar en la lista de diputados. Optó por una disputa en sordina e inútil con su candidato a gobernador, con quien había sellado un acuerdo y terminó obteniendo 80.000 votos menos que éste, llegando, finalmente, a un lugar de muy dudosa relevancia como diputado provincial.
Clima de época. Esta razón tal vez sea la de mayor necesidad de confirmación en el futuro próximo, pero no deja de ser evidente que el peronismo no las tiene consigo en las distintas elecciones provinciales que se han desarrollado hasta el momento. Yendo un poco más allá en el análisis, la irrupción a nivel nacional de un personaje como Javier Milei, complejiza aún más un escenario donde este electoral 2023 ha confirmado como nunca que las elecciones provinciales y nacionales, poco tienen que ver entre sí.
El triunfo ha sido arrollador. Resuenan las estrofas de la marcha radical cantadas a pulmón, reaparecen las boinas y las banderas rojas y blancas le dan el marco a la fiesta. Es un revival de tiempos antiguos. El vitoreo sobre la figura de Raúl Alfonsín, quien siempre tuvo claro que el límite era la derecha recalcitrante que se había institucionalizado en el PRO, parece remontarnos a la década del 80’ donde la sola invocación de su nombre, suponía la referenciación en un sistema de ideas muy diferentes. Quien levante la mirada sobre el escenario, notará que también lo habitan personajes de la talla de José Luis Espert, Patricia Bullrich o Emilio Monzó, y la distancia parecerá irreductible. Todo un desafío para el gobernador electo: administrar semejantes diferencias políticas.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez