La Real Academia Española establece dos acepciones para el término ambigüedad. En lo referente a la persona la define como aquella que “con sus palabras o comportamiento, vela o no define claramente sus actitudes u opiniones”.
Es invariablemente cierto que la política argenta de este tiempo convive con no pocas indefiniciones taxativas. Muchas veces, a los posicionamientos ideológicos consolidados se los mira con el desdén de supuestos republicanos que, a la vez que reivindican hacia afuera el consenso como eje excluyente, toleran, hacia adentro, insultos y maltratos varios de un presidente que, pese a la empatía que pueda generarnos en su condición de outsider, nada tiene de espíritu democrático en su accionar cotidiano. La penúltima semana de abril fue rica en posicionamientos que, al igual que como lo anticipa el epígrafe, cuando se afina la mirada, uno no puede descubrir si ciertos protagonistas creen que hacen el bien o hacen el mal. Recorrido por días de decir una cosa para luego terminar aceptando otra contrapuesta. Pasen y vean. Sean todos y todas bienvenidos.
En el país, la política pude ser pensada y analizada desde muchos ámbitos pero podríamos decir que sobresalen tres: la calle, esa que refiere a cómo se dirimen los conflictos en el ámbito público, algo idiosincrático que atrae a no pocos observadores extranjeros; el palacio, que versa sobres las roscas y contra roscas de los poderes de turno, refieran a la estatalidad o a los juegos de los sectores económicos más determinantes; o desde los resultados, esa que explica las condiciones de vida material de la población que se analiza.
Debe decirse que, más allá de los estilos y relatos que elijamos, ninguno de ellos debería ser exclusivo para arrimarnos al conocimiento de cierta verdad relativa. Sobre todo en días donde la calle y el palacio no parecieron actuar con la misma sincronía y donde personajes que el martes reclamaban por el accionar del Poder Ejecutivo, el miércoles se negaron, contando con las herramientas de las que disponen desde el Poder Legislativo, a imponer alguna forma de límite que rectifique cierto desmadre que el mileismo ha sabido aplicar.
Tres hechos políticos sintetizaron la semana: la cadena nacional que hizo el presidente de la Nación Javier Milei el día lunes, la convocatoria por la defensa de la universidad pública y la aprobación del dictamen de mayoría oficialista para una remozada ley Bases.
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En el comienzo de semana, el discurso presidencial pareció ofrecer más de lo mismo, en un estilo que ya parece definitivamente consolidado. Una puesta en escena con formalidades de décadas pasadas y con la majestuosidad que imponen ciertas solemnidades, el jefe de los libertarios apareció flanqueado por los cuatro funcionarios (parados) más importantes del área económica. El discurso fue leído de manera rápida, con las complejidades propias de dar explicaciones de la macroeconomía que el gran público no suele prestarle atención, tratando de imponer una idea de fortaleza que el libertarismo desea como el agua. No se privó de plantear unas cuantas mentiras, articulando un discurso muy parecido a los que ya ha brindado en la asunción del mando y en la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. Los tres, casi calcados.
Esa presentación presidencial, que intentó mostrar como un logro histórico un supuesto superávit fiscal construido a base de licuación, motosierra y posponiendo pagos para adelante, tuvo nulo impacto en favor de los intereses del oficialismo. En rigor, debe decirse que fue pensada como una estrategia para quitarle centralidad a una movilización a favor de la universidad pública y en contra de los recortes gubernamentales, la cual se preveía masiva.
La marcha, que se tradujo en cientos de miles de argentinos participando del reclamo en las principales ciudades del país, tuvo una doble consecuencia: interpeló a un sector del electorado mileista, el cual pudo apreciar en primera persona el accionar libertario ofensivo y obligó al oficialismo a brindar distintos tipos de respuesta. Desde el presidente que afirmó que la movilización se producía por una causa noble pero por motivos oscuros (siempre presente la díada luz - oscuridad), pasando por todo el arco panlibertario (PRO y aliados) que se enfocó en la denuncia de “kioskos” universitarios que serían la base de una hipotética estructura corrupta y la frutilla del postre que representa la idea de un supuesto adoctrinamiento en las casas de altos estudios del país. Denuncian lo que no conocen. Fin.
En ese devenir movilizante debe afirmarse que, por lo menos en Rosario, la marcha no fue policlasista. Era notorio que no estuvieron presente los sectores más y menos favorecidos de la sociedad. El componente exclusivo fue de clase media, más allá de los ingresos de cada uno y de cómo lo afecte a cada quien las medidas económicas impuestas desde el 10 de diciembre pasado.
Una adenda como al pasar, fundamentado en algún diálogo de militante del territorio en Rosario. “Tenemos que hablar con nuestros vecinos, aunque sea de a uno. En los barrios la noticia pasó totalmente desapercibida porque en definitiva, los compañeros no están enterados de qué se está discutiendo”. Más allá de la certeza de la afirmación y de que ello pueda o no ser válidamente generalizable, en el semblanteo de dos vueltas a la plaza San Martín que este analista pudo realizar, no parece que esas afirmaciones resultaran inexactas.
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Sí puede decirse que la marcha fue intersectorial, lo que no deja de ser un valor en sí mismo. Estudiantes, egresados ya avanzados en años, trabajadores y trabajadoras referenciados en los sindicatos que los nuclean, artistas, referentes intelectuales y mucha “gente suelta” se dio cita para defender uno de los bastiones culturales que definen la vida comunitaria en la Argentina.
Afirmamos lo anterior, no para bajarle el precio a la movilización desde un supuesto prejuicio que no existe, sino para valorar en su verdadera dimensión lo que supone el 23 de abril y lo que vino sucediendo en las horas y días posteriores.
Recordemos que el evento tuvo como principales protagonistas de su realización al conjunto de rectores universitarios que abrevan en el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que contó con el apoyo inicial del conjunto del estudiantado, de las centrales obreras y que interpeló en línea directa a la Unión Cívica Radical, partido que ha sabido construir una buena parte de sustentación política desde los claustros universitarios.
La presencia en la marcha era una cita de honor para el viejo radicalismo y para sus actuales dirigentes sub 50 que “brillan” en el firmamento de la política nacional. La convocatoria fue un éxito, y más allá de ciertos enojos porque el peronismo se sumó al convite en sus distintas vertientes organizativas, generó la (falsa) expectativa de que el gobierno nacional sufriría una nueva lección cuando el día miércoles se convocaba a una sesión especial para reimponer el FONID (Fondo de Incentivo Docente) y sancionar el reajuste previsional.
Pero la ambigüedad le ganó la pulseada a ciertas convicciones declamadas. ¿Las razones? La política argentina se sigue consolidando, nos guste o no, en la antítesis peronismo / anti peronismo. Incluso podríamos tentarnos en re versionarla en los términos de Estado versus libertarios, pero por ahora para eso falta, ya que la sustancia institucional del mileismo es definitivamente pobre.
Lo que habilita o no el logro de ciertos acuerdos, deviene de que si los mismos son conducidos y protagonizados o no por el peronismo. La actual dirigencia radical no tuvo empacho en explicar, más allá del genial detalle de un colectivero reclamando en la calle por el quorum a Rodrigo de Loredo, que no quería quedar pegada al accionar legislativo del bloque más importante de la Cámara de Diputados, prefiriendo seguir negociando con el Poder Ejecutivo todo lo que se pueda.
Pero la ambigüedad no quedó circunscripta a lo sucedido en la esquina de Entre Ríos y Rivadavia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dos casos alcanzan a los rosarinos en particular y a los santafesinos en general. Para el primero debe decirse que no dejó de llamar la atención, la buena onda que quedó expuesta entre el presidente y el intendente de la ciudad Pablo Javkin en la 7ma. Cena Anual de la Fundación Libertad. Difícil de aceptar si se pone bajo perspectiva lo que el papá de Conan suele afirmar de los radicales.
Para el segundo, más cercano a la distancia temporal, refiere al gobernador Maximiliano Pullaro, que en el acto de subasta del primer lote de soja en la Bolsa de Comercio, hecho al que se somete el conjunto de la dirigencia local en un acto de pleitesía que reflejan los tiempos que vivimos, reclamó al gobierno nacional por las obras de infraestructura en la región para el desarrollo productivo. Segunda adenda como al pasar: si el reclamo es tan potente, ¿por qué los funcionarios santafesinos del sector, en el encuentro con sus pares nacionales, emiten comunicados de tanta concordancia y empatía? Pregunta que no tendrá respuesta.
Sobre final de la semana hábil llegó una buena noticia para el PEN. El libertarismo obtuvo dictamen de mayoría en comisiones, a fuerza de acuerdos con aliados que el presidente suele despreciar, para el tratamiento de una recortadísima ley Bases en el día lunes. La situación política es tan precaria que mientras algunos por lo bajo piden (y desean) que Milei no se envalentone con el uso de redes durante el fin de semana, otros no están del todo seguros de que no se produzca el mismo episodio de semanas atrás, donde la ley fue aprobada de manera general, pero se fue cayendo a medida que se votaban los artículos en particular. Todo parece indicar, que pese a ciertas incertezas declarativas, el oficialismo cuenta con otro escenario a su favor, aunque nadie festeje a cuentas.
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Las ambigüedades fundamentan la doble cara de Jano. Pero hablar de legisladores que traicionan con su accionar lo que hacen 24 horas antes, habiendo puesto el cuerpo a una fenomenal demanda popular, es errar el foco del análisis por simplista. Lo que tal vez debamos preguntarnos sobre el caso emblemático de los De Loredo de la vida, es descubrir a quién o quiénes representan estos personajes.
Córdoba, con una historia muy rica de vida universitaria, fue la segunda movilización por volumen de ciudadanos y ciudadanas asistentes, pero es la misma provincia donde se acompañó a Milei con un 75% de los votos. Nada se modifica de manera tan rápida y mucho menos en una provincia donde el vínculo institucional con lo que represente cualquier idea de lo nacional y popular se ha esmerilado desde hace décadas.
Una hipótesis de trabajo redunda en preguntarse, más allá de nuestras diatribas, si esa generación de dirigentes que hemos nombrado en el artículo de hoy no representan ambas vertientes: como emergentes y referentes de ciertas disputas por la defensa de la universidad pública ¿no representan a buena parte de ese sector social al que no le interesan las banderas nacionales y populares, a riesgo de que el libertarismo se los lleve puestos definitivamente por delante? Preguntas. Con la ambigüedad como bandera.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez