Domingo, 16 Febrero 2025 10:48

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Si la sanción de la reforma jubilatoria macrista puede ser pensada como el comienzo del fin reeleccionista del primer presidente de derecha elegido a través del voto popular; si la foto de Olivos aparece como el tópico que da inicio al desgaste sin pausa de la figura de Alberto Fernández; ¿podríamos imaginar que el criptogate mileista representa el punto de inicio de un deterioro sostenido para los sueños libertarios de permanencia definitiva en el poder? Tal vez sea muy pronto para afirmarlo. Lo que sí resulta seguro es que ya nada será lo que era. Pasen y vean. Recorrido por un fin de semana frenético (que aún no termina) y que, como punto de clivaje, puso a la coyuntura política en otro lugar.

Las comparaciones anteriores no resultan casuales. Demuestran cómo, a lo largo de la historia y sin que necesariamente estén involucradas cuestiones formalmente institucionalizadas, los escenarios políticos mutan, se reconvierten o degradan sin que los principales protagonistas puedan revertirlo. Algo se rompe en ciertos vínculos. El líder, de alguna manera deja de ser lo que era o, mejor dicho, deja de representar cierto ideario común que identificaba a sus seguidores. Desde la clasificación tipológica de Max Weber para acá, la vitalidad de los liderazgos ha sido un tema esencial en la forma de entender las relaciones políticas. Por ello se desviven consultores y analistas, más allá de las transformaciones que han ofrecido las redes sociales.

En lo referente al criptogate libertario (no decimos mileista porque cada vez resulta más claro la cantidad de personajes de esa pertenencia ideológica que han quedado “enganchados”), lo primero que debe decirse, más allá de esa condición natural de algunos comunicadores, asesores y dirigentes políticos de lanzarse sobre la granada, es que, más allá de la familiaridad de palabras, resulta un error pensar que fue un error presidencial.

Tres razones confirman lo anterior: el ahora presidente ya protagonizó situaciones de este tipo en el año 2022, los actores que, voluntaria o involuntariamente participaron de la puesta en escena (pocas veces tan justificado el concepto en virtud de ciertas teatralizaciones) y el hecho de que la estafa se haya perpetrado un viernes a la noche, cuando los mercados “formales” no están activos.

A estas alturas y con apenas treinta y seis horas de conocido el hecho (escribimos esto en una lluviosa y clásica mañana de domingo), habiendo salido supuestos asesores y un número indeterminado de afectados a contar su verdad de manera pública, el libertarismo parece haber entrado en una situación de pánico generalizado que inmoviliza. Un par de comunicados presidenciales, las defensas de la inefable Patricia Bullrich y de la ignorante Marcela Pagano, más algún twitt perdido por allí de una cuenta anónima adjudicada a Santiago Caputo, han resultado las voces oficialistas que salieron a responder por el asunto. Demasiado poco en una fuerza política que ha tenido la característica sobresaliente de discutir cualquier tema de su interés en la arena pública.

De alguna impensada manera, Javier Milei y sus amigos lograron algo que parecía impensado hasta el viernes a la tarde: que pudieran perder la batalla digital. Desde la noche de ese día, el oficialismo no logra sacar el criptogate de la agenda virtual, confirmando que las bienaventuranzas anteriores tuvieron un efecto boomerang: si las redes sociales ofrecían una irreductibilidad afirmativa que al sistema político le resulta (naturalmente) difícil de contener, a la hora de las malas, esos modos potenciaron un deterioro libertario harto evidente: la agenda digital ya no es la propia y eso, para un espacio político construido en base a ciertas estrategias comunicacionales, no deja de ser un problema de relevancia.

El caso $Libra condiciona el liderazgo de los Milei por dos motivos básicos (no son pocas las voces que refieren a que la propuesta del negocio la habría arrimado Karina): el primero refiere a que fueron estafados unos cuantos de los propios que, al ver la propuesta presidencial en redes, se entusiasmaron con la posibilidad de ganar plata rápido, fácil y sin despegar la vista del celular. El segundo hecho refiere al mensaje que fluye hacia abajo: si Milei “no la vio” y estuvo desprevenido, ya no sería el genio de la economía que sus acólitos creían ver o, lo que es peor, si fue parte de un engranaje de estafa, estaríamos en presencia de alguien a quien ya no le alcanza la infalibilidad de su decencia.

Si en términos weberianos (perdón Max) el líder carismático ya no cuenta con las condiciones sobrenaturales o especiales que lo definen como tal, en este caso "genio de la economía" o "dirigente honesto", deviene inexorable que su figura quede condicionada de cara al futuro. No resulte extraño entonces, que más allá de nuestros apuros o ansiedades, en unas pocas semanas más aparezcan las primeras encuestas que marquen una caída de la imagen presidencial.

¿Es inexorable ese deterioro? Probablemente no, pero huelga decir que las primeras reacciones del mundo libertario en general y del presidente en particular, no fueron las ideales ya que a algunas explicaciones poco claras y confusas, le siguieron una serie de insultos a la casta que probablemente tengan muy poco efecto en propios y extraños, ya que en estas circunstancias no hay un sistema político, formal y no formal, a quien asignarle culpas. La casta estaría en otra. Como dirían los queridos Kuryakis, “es tuya Juan, reclamala Juan, es tuya”.

Con todo, el sistema político no tardó en hacer su aparición pública vía redes. Mientras Mauricio Macri hacía gala de cierta desconexión celebrando la liberación de un secuestrado argentino por parte de Hamas, el entramado partidario se encolumnó detrás de la defensa del oficialismo como forma de cierta sobrevida política, propia y ajena. Que las voces cantantes sean el multipropietario Cristian Ritondo o la recoleta María Eugenia Vidal, hablando de valores y decencia no deja de ser un oxímoron en sí mismo.

La Unión Cívica Radical insistirá en la creación de una comisión investigadora en el seno del Congreso (¿se aplicará aquella vieja máxima que comentaba Juan Domingo Perón?), junto a lilitos y algunos partidos provinciales más.

El peronismo por su parte, acompañado de algunos diputados sueltos como es el caso del santafesino Esteban Paulón (habrá que esperar por la representación parlamentaria de izquierda) apuestan a la consagración del juicio político, el cual probablemente no se concrete dado que no le dan los números necesarios para imponerlo, pero que dejará como resultado previsible un desgaste harto evidente para quienes defiendan al oficialismo, llámense libertarios o amarillos.

Esa defensa no será gratuita. Y a partir de acá permítame querido lector, estimada lectora, jugar con algunas especulaciones de ocasión. Hagamos un poco de historia reciente y de cortísimo plazo. Hasta el preciso momento en que Javier Milei recomendó la inversión en $Libra, el PRO se desangraba de manera irreductible. En un continuado por goteo, algo planificado por la conducción libertaria, dirigentes del PRO, cual ovejitas que contamos para conciliar el sueño, saltaban de a uno la barrera hacia las filas de las fuerzas del cielo.

Con un Mauricio Macri cada vez más debilitado y fuera de centralidad, el libertarismo se preparaba para dominar de manera definitiva todo el entramado de la derecha argenta. Pero, como bien supo definir el ex presidente, “pasaron cosas” y no sería extraño que Mauricio suba su cotización política a la hora de garantizar cierta subsistencia al mundo libertario. Es probable que los Diego Valenzuela de la vida, esos que pegaban el saltito por motu proprio y sin la contención del propio partido, a partir del criptogate piensen dos veces el inicio de cualquier aventura de tipo personal. ¿Alguien puede pensar en los buenos de José Nuñez y Juan Pedro Aleart?

¿Vamos hacia una alianza electoral de derecha? Profundizando la ciencia ficción, ¿podría plasmarse un cogobierno? Difícil preverlo por estas horas. Sobre todo, por el silencio de los protagonistas y porque el gobierno deberá atravesar dos pruebas de fuego determinantes y relacionadas entre sí: lo que puedan decir los mercados en los días venideros y la actitud que tome el sistema económico financiero internacional, en el contexto de un acuerdo con el FMI que venía demorado de acuerdo a la necesidad de dólares que enfrenta el gobierno argentino.

Pero lo que sí puede afirmarse es que los días que vienen serán “ruidosos”. Sin tener definitivamente mensurado cuánto del escándalo en X pueda trasladarse a la cotidianidad del común de los argentinos, nadie debería imaginar un gobierno de salida ni mucho menos. El escenario no será definitivo, pero sí limitativo para los intereses libertarios. Sin prisa, pero sin pausa, el oficialismo entró en una etapa de deterioro que, si bien está por verse que sea concluyente, lo que resulta seguro es que deberá reconfigurar algunas relaciones desde una situación de novedosa debilidad. Despacito.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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