Cuenta la historia que la primera edición de esa genialidad literaria llamada “Cien Años de Soledad” se publicó en la Argentina, obra que se transformó en una pieza clave de la literatura latinoamericana. Su autor, Gabriel García Márquez dejó unos cuantos legados. Tal vez, el más importante refiera a una escuela de periodismo (Fundación Gabo) que resulta una referencia internacional insoslayable. Por estos días, como en una especie de hilo rojo que une dimensiones que resultarían naturalmente inconexas, la política y el periodismo local (ponele) vivieron una semana pletórica de referencias al realismo mágico. Pasen y vean. Recorrido por siete días de dislates que nos hacen preguntar sobre qué será de la vida del politólogo sueco que tan bien supo retratar el entrañable Mario Wainfeld. Quedan todos y todas formalmente invitados.
El resumen es fácil de realizar, pero difícil de explicar: un presidente que cree encontrar una diferencia en términos penales entre promocionar y difundir, sectores de la oposición que reivindican “ficha limpia” pero que se niegan a investigar los orígenes de una estafa con vértice en el círculo presidencial, senadores que presentan un proyecto para la creación de una comisión investigadora pero que un día después votan de manera negativa y periodistas que dicen ser ejemplo pero que aceptan que les interrumpan entrevistas para re direccionarlas en un sentido que no perjudique al entrevistado. ¿Qué más pedir?
La semana comenzó con el intento gubernamental de encapsular la crisis derivada del escándalo del criptogate. La estrategia incluía el silencio del conjunto del funcionariado y referentes libertarios, redes incluidas y el anuncio de una entrevista al presidente, que sería realizada por uno de los comunicadores oficialistas, en este caso Jonatan Goldfarb, a la sazón Jony Viale, que serviría de explicación causal y que se pretendía definitiva a lo sucedido.
Nada de eso pasó. A la batalla digital perdida por los libertarios, le siguió el bochorno de descubrir que la nota había sido interrumpida por el asesor más importante del gobierno con la anuencia del pretendido periodista. El escándalo creció de manera exponencial y ya no se trataba de descubrir en los términos del premiado escritor colombiano, quien se había transformado en el Melquíades que le había ofrecido ser parte de semejante estafa a Javier Milei, sino que proyectaba la crisis al entramado comunicacional que había sabido acomodarse a los intereses oficialistas, desde octubre de 2023 hasta estos días.
Desde el bloque de diputados/as Nacionales de Unión por la Patria avanzamos en el pedido de Juicio Político contra Javier Milei.
— Diputados UP (@Diputados_UxP) February 18, 2025
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En el devenir del proceso, se reflejaron los límites de una fuerza política inexperta y que no cuenta con una red de contención para cierto tipo de crisis. Un vocero que se movió entre el cinismo y la negación, legisladores que han sido corridos de ciertos protagonismos reconociendo que las listas libertarias para cargos legislativos se tranzaban a cambio de dinero y comunicadores cercanos dudando de la infalibilidad oficialista. Un combo que confirma que una cosa es ganar elecciones y otra muy distinta superar crisis políticas inesperadas.
Las primeras encuestas mostraron una notoria caída de la figura presidencial, con el dato no menor en alguna de ellas que señalan que para un 29% de los encuestados la culpa de la crisis corresponde al kirchnerismo (Zuban – Córdoba). No deja de ser llamativo el número y vale preguntarse, sin haber participado de la estructuración de la misma, si ese porcentaje no corresponde al universo de votantes libertarios de la primera vuelta, allá por agosto de 2023.
Con la historia a cuestas de haber construido un personaje político que se decía exitoso en la metier económica (“especialista en crear riqueza con y sin dinero” dice su bio en redes) y definitivamente honesto que denunciaba a la casta empobrecedora, en el contexto de perder por goleada en la batalla digital, Milei y su entorno debieron decidir si mostraban al presidente como un tonto o como un estafador. En su reconocimiento público de que “no estaba interiorizado en los pormenores del proyecto” está la respuesta a esa duda iniciática.
La crisis interna demostró que si bien el triángulo de hierro ya no era equilátero, las partes se necesitaban entre sí. No pareció casual entonces que los pocos referentes libertarios que hicieron declaraciones, pusieran el eje en el “error” de Santiago Caputo de interrumpir una entrevista. Sin quererlo (a contrario de Karina Milei, nada lo involucra en la estafa de las criptomonedas), el autodefinido ingeniero del caos quedó envuelto en un desgaste político que trató de resolverse con la sobreactuación de arrojarse sobre la bomba.
Pero si la política puede ser pensada como el arte de lo posible, en la Argentina de este tiempo vamos un poco más allá y se la prefiere desarrollar desde su antónimo: lo imposible. Si el Poder Ejecutivo ya había hecho bastante por ello al mostrar a un presidente que había dejado todos los dedos marcados en una estafa piramidal, buena parte del Poder Legislativo pareció discutirle la prevalencia con un récord digno del Guinness: con la inestimable ayuda de una UCR definitivamente atomizada, vaciada ideológicamente y sometida a las urgencias de gobernadores que prefieren el maltrato libertario a tejer algún tipo de acuerdo con el peronismo; un grupo de senadores borró con el codo lo que había escrito con la mano un día antes. El caso de legisladores que presentaron un proyecto de creación de una comisión investigadora y que tan sólo 24 horas después votaron en contra, debe ser muy difícil que encuentre parangón en los anales de la vida parlamentaria argenta.
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Para no quedar ausentes del gran espectáculo, los santafesinos tuvimos nuestros protagonistas que torcieron la balanza para defender los intereses libertarios. Si a Maximiliano Pullaro (“el juicio político es un disparate y no hay que erosionar la figura del presidente”) y a Pablo Javkin (“cuentenmé entre los que quieren unir fuerzas”) les faltaba algo para confirmar su alianza con el mundo libertario, la votación negativa del ignoto senador nacional Eduardo Galaretto, hombre cercano al gobernador, vino a cerrar el círculo de ciertas presunciones.
Tal vez y sólo tal vez, uno de los pocos beneficiados de ese acuerdo no escrito sea el inefable ministro de Obras Públicas Lisandro Enrico, quien denuncia que realizó trece viajes que resultaron infructuosos para que el gobierno nacional brinde algún tipo de respuesta frente al estado de abandono de las rutas nacionales en territorio santafesino. En estas circunstancias vale dudar si algunos funcionarios son o se hacen. Pregunta para la almohada (bah, no sé si es tan importante como para impedir el sueño): estando en riesgo la vida de los ciudadanos y las ciudadanas, viajar trece veces a la sede del poder para no recibir nada, ¿es virtud o negligencia? Describir lo evidente desde el rol de funcionario, utilizando todos los resortes mediáticos con los que cuenta el Estado santafesino (ayyyyy querido Héctor Magnetto, cierta hegemonía mediática santafesina es tu sueño húmedo) ¿habla bien del protagonista o muestra sus limitadas capacidades? Dudas en esta ola de calor que agobia.
Para los días que vienen habrá que ver si la Justicia, como la otra pata de la institucionalidad que debería importarnos en la estafa de $Libra, está a la altura de las circunstancias. La novedad de este caso es que hablamos de una doble vía judicial: en la argentina, que ya tuvo el detalle de imputar al presidente por abuso de autoridad y estafa a través del recientemente llegado fiscal Eduardo Taiano a quien la jueza María Servini le entregó la investigación de la causa (noticia que, llamativamente, cuesta encontrar en algunos portales) y en los Estados Unidos, donde, según cuentan algunas avezadas voces, ya se preparan demandas millonarias que representan a centenares de damnificados y que para Milei representan el número menor de cinco mil timberos.
De alguna forma la foto de este fin de semana, donde el presidente fue recibido por Donald Trump, su natural utilización política, la protección de algunos grandes medios y la desmemoria de algunos sectores de la sociedad, empresarios incluidos, nos exigen la prudencia a la hora de imaginar los escenarios posibles. Cierta vocinglería discursiva (mediática y política) no alcanzan para suponer escenarios definitivos, ya que todo ese mecanismo de casta que Milei supo denunciar en campaña para construirlo en un activo político, hoy lo utiliza y lo favorece.
Como canta Federico Giannoni (Emanero), en un eléctrico rapeo, el presidente ya es parte del juego y, efectivamente, no quiere volver hacia atrás. La clave para este escriba, radica en ciertos desgastes que son evidentes y notables. Sin prisa, pero sin pausa. Y aunque el realismo mágico a veces nos condicione…
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez