Con la estrategia de intentar mostrarse cada vez más fortalecido, el libertarismo argentino redobla apuestas para lo que, en el fondo, no parece tener tanto resto. La última semana de febrero resultó pródiga en un par de iniciativas de fuerte impacto institucional, en las que subyace el riesgo de profundizar la desnudez que naturalmente porta Javier Milei, de la cual trata de zafar yendo por más. Jueces de la Corte Suprema de la Nación nombrados por decreto y el pedido de renuncia al gobernador de la provincia más grande de la Argentina, representan una forma de construcción política, tema sobre tema, muñeca rusa sobre muñeca rusa, que lograr tapar lo que no parece detenerse: el escándalo por la estafa $Libra. Días de prevalencia presidencial tratando de mostrar lo que no se tiene. Pasen y vean. Quedan todos formalmente invitados e invitadas.
En pleno siglo XXI la política institucionalizada contiene tres factores que la formatean: gestión, gestualidad y una efectiva comunicación con sus múltiples envases. En todas, la palabra es el recurso central. En la estructuración del mundo libertario hay un solo elegido para desarrollarla: el presidente. La novedad de esta gestión (entre tantas otras que nos empobrecen) es que prácticamente no hay otros actores que preanuncien o contextualicen definiciones: el Jefe de Gabinete queda opacado a un mero interlocutor que, siendo entrevistado por comunicadores amigos, no puede evitar quedar en ridículo antes ciertas definiciones de Milei. La estatura política de Martín Menem no sólo queda a varios cuerpos de distancia de su tío Carlos sino de su propio padre Eduardo. A Lilia Lemoine no le da la talla más que para seguir siendo una famosa cosplay y sólo Patricia Bullrich parece entender de qué va esto, aunque siempre aparece ex post, una vez que hay que explicar lo que, a veces, parece inexplicable.
Esa centralidad no siempre es una buena señal, ya que en los tiempos de crisis es la propia figura presidencial la que queda debilitada. En tanto decir, en tanto accionar ilegal y con reinterpretaciones forzadas de la Constitución Nacional, la palabra del papá de Conan se empieza a devaluar y ya no parece tener el efecto positivo de otros tiempos.
Guste o no, la cuestión de la estafa de $Libra llegó para quedarse, y es allí donde podamos encontrar el punto de inicio de un deterioro que, por ahora, vía potencia mediática, pueda parecer insignificante, pero que, como una bola de nieve, va creciendo rato a rato. En esto de ir por más a como dé lugar, hay tres casos en la semana que no dejan de mostrar el síntoma.
1. Designación de Manuel García Mansilla y Ariel Lijo: el presidente dio por concluido el período de sesiones extraordinarias en el Congreso para el día 21 de febrero. Tres días después nombró por decreto a dos jueces de la Corte, invocando una urgencia que no es tal y argumentando con jurisprudencia nacional de un siglo atrás y de un país que no es la Argentina. Reseñó que hace casi un año que la Cámara Alta le traba el acuerdo y mostró una interpretación antojadiza de la Carta Magna asignándole al Senado la potestad de un simple trámite al tener que aceptar (supuestamente) su propuesta. Lo que verdaderamente refleja el caso, es que los dos candidatos no cuentan con la anuencia que, inteligentemente, pensaron los constituyentes de 1994. Y eso es algo que el sistema político en su conjunto se lo hizo saber. Constitucionalistas y especialistas en comunicación política incluidos.
2. Intervención a Buenos Aires: el día jueves a las 7am, en el intento por tapar la publicación del New York Times que denuncia la existencia de un sistema de pagos para entrevistarse con el presidente (allí se habla de encuentros tabulados entre U$s 50.000 y U$s 500.000) y la cual se dio a conocer a las 5am hora argentina, publicó un twit pidiendo la renuncia del gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof y sugiriendo una intervención federal posterior. Otra vez, la andanada de cuestionamientos no cesó y marcaron los dichos presidenciales como un arrebato de poca monta. En el camino, el ex ministro de Economía obtuvo un respaldo institucional impensado hasta hace unos pocos días atrás.
3. Apertura de sesiones ordinarias: en un congreso semivacío, Milei protagonizó un nuevo show armado para sí. La organización reubicó a periodistas dejándolos al límite de poder realizar una cobertura digna, no permitió la utilización de imágenes que no fueran las emitidas por la cadena nacional y saturó la Plaza de los Dos Congresos de artilugios militares para evitar ataques que sólo suceden en ciertos imaginarios. Con todo, la transmisión oficial no pudo ni supo evitar el sonido de los cacerolazos en la llegada presidencial al edificio de calle Entre Ríos.
El acto de la asamblea, más allá del discurso presidencial y de lo que se ufana el mundo libertario dejó señales de una debilidad cada vez más evidente: el presidente se cruzó con un diputado que simplemente le mostró la Constitución Nacional (atinadamente a nadie se le dio por toser), al cual su principal asesor no trepidó en amenazar públicamente y el evento, pensado erróneamente como un horario de prime time, no midió más que unos escasos seis puntos de rating televisivo. En el transcurrir Santiago Caputo agrega así un segundo error no forzado en menos de dos semanas (aguante Jony Viale), confirmando que su auto percepción de “ingeniero del caos” no estaría dando los resultados esperados para sus intereses.
Ahora vendrán días donde buena parte del sistema político comunicacional pasará las facturas de rigor. El libertarismo armó un show para lucirse en un supuesto horario central, limitó la presencia de los que no le son propios, con legisladores y gobernadores rechazando el convite (hubo faltazo de unos diecisiete gobernadores), televisivamente no lo vio nadie, convirtió en víctima a un aliado de otros tiempos y el principal asesor apareció a la luz pública como un violento de pacotilla. Fue todo pérdida.
Hoy - por la discusión Trump/Zelensky - la tapa del diario "The New York Times" debe ser seguramente la más vista del mundo.
— GERMAN MARTINEZ (@gerpmartinez) March 1, 2025
En esa tapa, abajo de la foto principal, está Milei y el escándalo de la estafa cripto.
Las miradas del mundo están puestas sobre el estafador. pic.twitter.com/xHgEDcoMm5
Vale decir también que la ausencia de una parte de los legisladores no estuvo exenta de críticas ya que, según cierto institucionalismo de ocasión, los representantes del pueblo deberían haber estado presente cumpliendo con su función, cuestionando y contestando las ofensas del presidente. El enfoque no parece el adecuado ya que esto supone un escenario de iguales que no es tal. Debe recordarse que una asamblea legislativa donde se inaugura las sesiones ordinarias no es una instancia de debate: la formalidad y la historia institucional argenta da por hecho que el presidente, como jefe del Poder Ejecutivo, se presenta ante el Congreso para informar el estado de la nación y de lo que espera, presentación de proyectos de ley mediante, para el año en curso.
Siempre hay un feedback que deja comentarios para cierto chismerío político, pero no mucho más que eso. Hay dos antecedentes de la historia reciente que enmarcan esto último: el último discurso de apertura de Mauricio Macri, donde entre mentiras e insultos cruzados, la parafernalia mediática amarilla salió a cuestionar a opositores por interrumpir al presidente y las dos visitas anteriores de Milei al Congreso, en su asunción y el 1 de marzo de 2024, donde ninguneó de manera determinante al conjunto del Poder Legislativo. ¿Se imagina querido lector, estimada lectora, si el conjunto de ausentes de ayer hubiera hecho la gran Manes, el escándalo de proporciones a quien habría sido imputado? Mejor dejar las respuestas para nuestras propias elucubraciones.
La imagen de una sala de sesiones semivacía resulta lo suficientemente contundente como para explicar las razones de la misma. En esa debilidad estructural que porta el libertarismo, ya que sólo cuenta con un 15% de representación parlamentaria (lo cual no le impidió ser relativamente exitoso), grita, pero está débil y se sustancia en el recurso del uso de la palabra como factor “agrietante”, el cual no es nuevo pero que en este caso toma otras formas.
En el devenir de un año que ya comenzó (marzo como inicio de la vida real), las estrategias discursivas presidenciales se muestran cada vez más potentes, aunque su resultado cada vez pueda ser más relativizado. Como en el sistema de las matrioshkas (o mamushkas), un tema trata de borrar al otro para tapar el hecho iniciático de un presidente promoviendo (perdón, difundiendo) una estafa piramidal. El problema se profundiza por una estructura que al igual que las bonitas muñecas rusas, está hueco por dentro. Demasiado riesgo para catorce meses de gestión. Como canta el polifacético Pedro Aznar, muchas palabras que dicen mal…
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez