En los tiempos del eterno presente, va de suyo que la coyuntura política nacional se muestra irreductiblemente favorable a los intereses del proyecto libertario. Como espacio que gusta mostrarse como ahistórico (más allá de su reivindicación de la Argentina del centenario), sin experiencia y sin matices, disfruta de un momento donde la sorpresa del triunfo del 26 de octubre actuó como un factor que ha generado no pocos reacomodamientos, internos y de los otros.
Cuentan, además, con la inestimable ayuda de las corporaciones mediáticas y de redes, siempre funcionales a esa idea de lo efímero como razón de ser de aquello que las constituye y de la aplicación de mecanismos de deslegitimación constantes de todas aquellas ideas que se salgan de cierto molde uniformador. En ese contexto, La Libertad Avanza y sus aliados, prefieren imponer la idea de que los resultados de la elección de medio término habrían dejado un escenario sin oposición.
A la par de lo anterior, el peronismo que, efectivamente, no las tiene todas consigo, es mostrado en una situación de debilidad extrema, en donde algunos comunicadores, intelectuales y operadores hasta imaginan una atomización extrema que la lleve a su desaparición o, en el peor de los casos, a emular el recorrido de la Unión Cívica Radical en la última década, instancia que la muestra al borde de la extinción. Incluso, algunos propios, adelantan crisis terminales para el movimiento que supo fundar Juan Domingo Perón.
El logro libertario de haberse convertido en la primera minoría en la Cámara de Diputados, refuerza ese factor sorpresa que trajeron los resultados del último domingo de octubre, circunstancia que, a ser honestos, ningún analista que se precie en un abordaje racional supo (supimos) ver. Pero más allá del clima de época que se intenta imponer, la historia existe y está al alcance de la mano, libros, estadísticas y Google mediante.
Si, como nos enseñaron aquellos que nos formaron, la comparación sirve como una instancia más de aprendizaje, bien vale tomar el ejemplo de los resultados electorales de las legislativas de 2017 para poner algunas situaciones en su verdadera dimensión. Recordemos el contexto: Mauricio Macri gobernaba la Argentina, había aplicado una devaluación del 40 %, aumento de tarifas, el dólar estaba barato además de estable, accedía al crédito privado a partir del bajo nivel de endeudamiento heredado y la actividad económica crecía mientras el peronismo se debatía en sus habituales crisis cuando está lejos del poder. El conteo del 22 de octubre de aquel año dio un triunfo amarillo que alcanzaba el 41% en todo el país y pocos días después, en un adelanto de la relación que construirían en el tiempo futuro, Miguel Angel Pichetto partía el bloque peronista, armaba “Argentina Federal” y dejaba a Unión Ciudadana (PJ) con unos escasos 65 escaños en la Cámara de Diputados.
La mesa parecía tan irremediablemente servida para los intereses de Cambiemos, que el oficialismo de aquel entonces se le animó a una reforma jubilatoria que, con el tiempo, pudimos definir como un triunfo pírrico, ya que, si bien impuso la nueva ley, el desgaste político que se produjo, dio inicio a un tiempo de un deterioro inexorable.
En 2025 la derecha argentina pura y dura cuenta con 95 legisladores propios, mientras que Fuerza Patria, luego de la salida de algunos diputados de provincias con buen diálogo con el Poder Ejecutivo Nacional, quedó con 93 diputados.
El hecho sirvió para ser mostrado como una especie de derrumbe definitivo del peronismo, un ocaso que se evidenciaría en la presencia de Javier Milei, su hermana Karina y el Jefe de Gabinete Manuel Adorni en los palcos del Congreso (hace dos años daba inicio a su gestión de espaldas al mismo) y en el maltrato sistemático al que fueron sometidos opositores en su juramento, tanto por el ninguneo en el momento de la televisación, como así también por parte de diputados y diputadas que se creen con el derecho de insultar a sus pares, lo que también representa un signo de los tiempos.
Pero, en comparación con 2017, donde el oficialismo de aquel entonces contaba con 108 diputados que representaban un núcleo duro bajo el liderazgo de Macri, ocho años después no resulta del todo claro si los 95 que integran el bloque libertario contienen ese mismo ADN. Esta duda surge a partir de cómo se ha armado ese número, con una coyuntura favorable a la gestión libertaria, pero no mucho más que eso.
En el corto plazo deviene evidente que el mundillo violeta cuenta a su favor con una especie de semáforo verde para avanzar en aquellas leyes que resulten de su interés: presupuesto, reforma laboral, reforma penal y reforma de la ley de glaciares entre otras. Pero en simultáneo, la economía, aparece como una especie de tendón de Aquiles que podría condicionar la bienaventuranza de estos días, con elementos claves para entender lo que viene: la cuestión institucional y la realidad de la calle.
Para lo primero digamos que el flamante ministro del Interior Diego Santilli viene mostrando aquello que le interesa al gobierno: alcanzar determinados acuerdos con gobernadores que le garanticen cierta paz legislativa. No casualmente se ha reunido en primera instancia con aquellos que, no siendo peronistas (por no entrar en disquisiciones inconducentes sobre la condición de antiperonistas) puedan aportar mayor volumen político en ambas cámaras.
De lo anterior se desprende por qué aún no se convocó a Maximiliano Pullaro, quien no cuenta con legisladores que le respondan y que, como gobernador santafesino, además, resulta acreedor del Estado nacional. Pregunta para la almohada querido lector, estimada lectora: ¿dónde habrán quedado aquellos tiempos donde la prensa corporativa de estos confines de la provincia titulaba sistemáticamente con la deuda avalada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y por los fondos de subsidios al transporte? Qué duda intrigante.
Junto con ello, excepto a Sergio Zillioto, gobernador de La Pampa, quien plantó bandera de queja, tampoco se llamó a ninguno de los mandatarios provinciales opositores que tributan en el PJ. Cosas que pasan.
En los últimos días Adorni anunció que para 2026 la motosierra seguirá prendida ya que, por ejemplo, el PEN se predispone a reducir en un 10% el número de trabajadores estatales, por lo que, cualquier acuerdo que pueda tejerse con gobernadores se parece mucho a una especie de acto de fe en el cual una de las partes no se ha caracterizado por cumplir con la palabra empeñada. Con la relación construida en estos dos años nadie puede estar seguro de si llegarán los fondos para aquellas obras estructurales que se reclaman más allá de la General Paz, si se cumplirá con el reparto equitativo de aportes del Tesoro a las provincias, o si tendremos que rememorar imágenes de este 2025 que ya se va, donde las rutas nacionales aparecen en estado calamitoso y los gobernadores amagaron con la sanción de alguna ley que incomodara a los Milei’s boys.
En el mientras tanto, el Gobierno trata de asegurar los acuerdos para la aprobación de una reforma laboral que, mientras se “filtran” borradores del proyecto que nadie vio y que, en definitiva, sirven como instalación de agenda que aporta a una construcción de sentido donde todos creemos que tales cambios resultan necesarios.
Respecto de lo anterior, la historia reciente también puede resultar ejemplificadora: el crecimiento real de la economía nacional, con alcance a vastos sectores de la sociedad, no se dio quitando derechos a los trabajadores. Independientemente de lo que el empresariado nos quiera hacer creer, mientras ve cómo nos acercamos lenta pero inexorablemente a un industricidio, aplaude una reforma en un país que más temprano que tarde se quedará con un mercado interno definitivamente deteriorado. Característica antiquísima de una dirigencia empresarial siempre gustosa de pegarse tiros en los pies, mientras reivindica una libertad que en los países que referencian como modelo a imitar, no existe.
Y en lo anterior radica el segundo elemento de ese tendón de Aquiles: la economía real. Vale preguntarse, con un PBI 2025 que probablemente sea positivo por el crecimiento de la minería, el petróleo y la actividad primaria, ¿qué viene después del deterioro industrial que asoma como evidente e inexorable? El cierre de comercios se muestra en toda su crudeza (un medio rosarino ha puesto especial énfasis en la desaparición por goteo de bares), la caída de la actividad resulta harto evidente y está expuesta al punto que en un supuesto fin de semana largo récord en turismo interno, los viajeros gastaron un 4% menos que 365 días atrás con una inflación anual que ronda el 30%. Todo ello devengaría en una inevitable caída de la recaudación.
Las mayorías legislativas libertarias aparecieron como una especie de segunda parte de la sorpresa del 26O. Probablemente el libertarismo viva su momento de mayor consolidación política en la gestión y así intenta demostrar que algunos cambios son inexorables. El peronismo, por su parte, que se mostró como el verdadero esquema de oposición al libertarismo ha disminuido su poder de fuego a partir de algunas (pocas) defecciones propias y no debe negarse la necesidad de un gran debate sobre cómo re enamora al electorado. En el mientras tanto, y tomando a la historia otra vez de ejemplo, ha evitado una atomización legislativa que lo condicionaría de manera definitiva. Para ambos hay luces encendidas de alerta. De hecho, las roturas del tendón de Aquiles, no suelen preavisar.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez