Mohamed Mursi es el presidente electo de Egipto. El triunfo del candidato de los Hermanos Musulmanes ha despertado temores y tímidos apoyos frente a la supuesta posibilidad de un gobierno islamista radical. Lejos de esa realidad, la suerte de Mursi estará más atada a la voluntad militar que a la religiosa
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Después de varios días de intriga y tensión, finalmente la Comisión Electoral egipcia dio a conocer los resultados finales de los comicios presidenciales desarrollados a mediado de mes. Los mismos dieron como ganador al candidato de la Hermandad Musulmana, Mohamed Mursi, con un 51.7% de los votos, frente a su rival, Shafiq, quien obtuvo el 48.3%. De esta forma, y por primera vez luego de la caída de la monarquía en 1952, un civil llega al ejecutivo por voluntad popular. Ahora bien, el hecho de que la organización musulmana haya alcanzado la Presidencia no lo dice todo.
A pesar de que hayan logrado hacerse con el Ejecutivo, no esta claro cuanto margen de maniobra dispondrán para gobernar. Dicha incertidumbre se genera, en gran medida, por los numerosos interrogantes que existen en torno a la capacidad del nuevo mandatario en hacerle frente a las FFAA, las cuales han manejado históricamente los hilos de la política egipcia y un porcentaje considerable del PBI –el conjunto de empresas y capitales concentrados por el sector castrense explican un 40% del producto egipcio–.
Primeras Palabras
De acuerdo al perfil señalado por diversos analistas internacionales, Mohamed Mursi se presenta como un moderado entre los conservadores, pero en ningún caso un reformista. Esto quedó en evidencia a lo largo de sus primeras palabras como Presidente electo donde, usando un tono conciliatorio, buscó mostrar su imagen de hombre religioso pero moderado, el cual no pretende alarmar ni a los sectores más liberales de la sociedad egipcia ni a las minorías religiosas que habitan el país, así como tampoco a su vecino, Israel.
En este sentido, Mursi sostuvo que "gobernaría para todos los egipcios", en un intento de alejar aquellos fantasmas que puedan emanar de un gobierno de corte islámico.
Más aún, señaló que centrará su gestión en el marco de "una referencia islámica moderada para devolver la estabilidad, la justicia y la prosperidad al país tras un año de caos". En sintonía con lo anterior, prometió respetar los tratados internacionales contraídos por el país, en particular el acuerdo de paz con Israel de 1979, aunque aseguró que "no escatimarán esfuerzos para mejorar la situación del pueblo palestino".
Es interesante analizar cómo la cofradía, desde el comienzo de las revueltas hace más de un año atrás, procuró mostrarse de la manera más mesurada posible, evitando agitar las aguas, cuidando lo que sería una oportunidad única para alcanzar el gobierno. Este tipo de accionar no resulta algo novedoso para una agrupación caracterizada por el pragmatismo, habilidad que le ha permitido mantenerse en pie durante las épocas de proscripción y la censura que ha vivido desde su creación.
¿Quiénes son los Hermanos Musulmanes?
Según permite ver David Waines en su libro "El Islam", la sociedad de los Hermanos Musulmanes fue fundada por Hasan al-Banna en 1928, con el objetivo de dar respuesta a tres grandes problemáticas que atravesaban a Egipto. En primer lugar, se destacaba el fracaso de los ulemas de al-Azhar al intentar brindar una guía espiritual genuina a los musulmanes y hacer frente al ingreso de valores foráneos, factores que habían llevado a la decadencia moral y a la creciente fragmentación de la sociedad egipcia. En segundo lugar, se remarcaba la corrupción a nivel político que perpetuaba la injusticia social, la opresión y la explotación de las masas. Por último, la importación de modelos occidentales en lo político, educativo y legislativo, lo cuales eran contrarios al Islam, alentando un apego excesivo a lo material.
A lo largo de su historia, la cofradía alternó periodos de oposición frontal con el poder hasta prestar su colaboración, con un discurso que oscilaba entre la creación de un Estado islámico y la promesa de respetar el pluralismo político, alternancias que le permitieron sobrevivir a períodos de represión. Tras la caída de Hosni Mubarak en 2011, el movimiento pareció oscilar entre posturas más cercanas al enfrentamiento y otras más propensas a la connivencia con el poder militar. Asimismo, se intentaron realizar acercamientos a partidos laicos y representantes de los manifestantes de la Plaza Tahrir, aunque defendiendo firmemente sus propios intereses.
Pero más allá de sus vínculos o no con el poder, ha sido su trabajo de base dedicado a brindar asistencia social a las clases más vulnerables –donde la presencia del Estado a la hora de brindar esos servicios era escasa o nula– lo que le valió su permanencia y desarrollo. La cofradía no esta sólo presente en las mezquitas, sino también en universidades, sindicatos y en centenares de pequeñas organizaciones que se dedican a la labor social y religiosa, supliendo, nuevamente, el rol de un Estado ausente y corrupto. Precisamente, fue esta estructura de alcance nacional, lo que le permitió al grupo sacar ventajas frente a otro tipo de partidos o movimientos menos articulados. Así, en un momento de desconcierto político supieron aprovechar su arraigo en la sociedad y se consagraron en la fuerza política mejor organizada de Egipto.
¿En qué Contexto Asume el Nuevo Presidente?
Un breve repaso de lo que aconteció tan sólo días atrás refleja las arduas dificultades que enfrenta la salida democrática en el país.
Tan sólo 48 horas antes del inicio de la segunda vuelta por la Presidencia, el Tribunal Constitucional egipcio anuló sorpresivamente la conformación de la Cámara baja, la cual había sido elegida meses atrás, al considerar que la composición de la misma quebrantaba la ley.
Aquí se debe tener presente que la normativa electoral, si bien en un primer momento, reservaba un tercio de las bancas de la Cámara Baja a candidatos independientes, luego del proceso de protestas que se conoció como la "segunda revolución" –a mediados de 2011– el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) buscó acordar junto con diversas agrupaciones políticas y manifestantes la modificación de la legislación en pos de que personas, aun con afiliación partidaria, también pudiesen presentarse como candidatos individuales.
Dicha medida produjo no sólo la disolución de la totalidad del Parlamento por decisión del CSFA –en el cual más del 70% de los escanios estaban en manos de partidos islamistas– sino que también permitió que el Poder Legislativo recayera sobre el mismo hasta la celebración de nuevas elecciones parlamentarias, las cuales no podrán anteceder a la sanción de la nueva Constitución.
Este último punto no es menor, ya que implicó la promulgación por parte del sector castrense de un anexo constitucional que permite primordialmente el resguardo de sus propios privilegios al igual que su influencia política en el país más poblado del mundo árabe, además de restarle prerrogativas al futuro presidente. En concreto, sobre la Junta militar recae: el nombramiento del Primer Ministro, el control de su presupuesto y del Poder Legislativo, diversas facultades sobre la conformación de la Asamblea Constituyente y todo lo relacionado a temas de Defensa.
A lo anterior se le debe sumar la tensión que generó el retraso en el pronunciamiento de los resultados finales de las elecciones, los cuales recién se oficializaron una semana más tarde, ante miles de manifestantes que aguardaban expectantes.
Ante este escenario, Mursi no sólo deberá hacer frente a las demandas insatisfechas de los miles de manifestantes a lo largo de todo el país, los cuales en el presente continúan con sus reclamos por mayores libertades políticas y mejores condiciones de vida, sino que también debe asumir una presidencia debilitada de raíz por las enmiendas "constitucionales" aprobadas por la Junta Militar y frente a un Parlamento que si alguna vez fue una variable a favor, hoy ya no existe. Es así como, a pesar de haber obtenido la victoria en el ballotage, la disputa por el poder no ha terminado.
De cara a una balanza que se muestra desequilibrada, el pragmatismo y la moderación a la que pueda recurrir Mursi parecen resultar esenciales para atender a una compleja agenda doméstica e internacional y gobernar con limitados márgenes de maniobra. No es un detalle menor que representantes de la Hermandad, junto con miembros del CSFA, se hayan reunido días después de los comicios para negociar las prerrogativas que tendrá el Presidente, según informó la cadena de noticias Al Jazeera. ¿Será esto un indicio de democracia tutelada en Egipto? o acaso, ¿el grupo en el gobierno buscará dar batalla a las FFAA por mayor poder?
Según comunicó el CSFA, a finales de mes se haría el traspaso del poder, el cumplimiento de esta promesa y el devenir del nuevo gobierno aún no son certezas. Lo cierto es que actualmente, lo único que se muestra invariable en el Egipto postrevolucionario es el poderío militar.
(*) Investigadora de la Fundación para la Integración Federal
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