ESTADO DE SITUACIÓN
Tras crecer un 7,5 % en 2010, Brasil se expandió un 2,7 % en 2011, el 1,0 % en 2012 y un 2,3 % en 2013. Cerró oficialmente el 2014 con un muy modesto incremento de 0,1% en su PIB y el mercado proyecta que en 2015 sufrirá una contracción de 1%. Esta trayectoria de crecimiento es una alerta para una economía que no despega.
Sin dudas una de las principales preocupaciones para la administración brasileña es la inflación. Desde 2005 el gobierno se ha impuesto como meta una inflación anual del 4,5% pero le ha costado cumplir con el objetivo. Los precios al consumidor en Brasil subieron 1,32% en marzo y marcaron su mayor registro mensual desde febrero de 2003, en una racha alcista que acumula 8,13% en los últimos 12 meses según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La tasa de inflación de marzo del 2015 es también la máxima para el tercer mes del año desde 1995. A pesar de los ajustes aplicados, la inflación sigue en alza. Esto muestra que los problemas inflacionarios vienen por otra vía que no es el exceso del gasto público, cliché de los problemas económicos en los países subdesarrollados para los gurúes ortodoxos.
EL CAMINO ELEGIDO
El Ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, ha señalado que el Gobierno pretende llevar a cabo un plan de ahorro fiscal de hasta 28.000 millones de dólares para este año.
El ¨alarmante¨ crecimiento de la inflación y del déficit fiscal empezó a preocupar a los inversores externos. Al gobierno, por su parte, le preocupa la posible pérdida del Grado de Inversión, calificación que otorga la consultora Standard and Poor's a aquellos países que son seguros para invertir. ¿Por qué es tan importante para Brasil mantener esta calificación? Nuestro vecino es deficitario en su Cuenta Corriente, es decir, que compra más al mundo de lo que vende. Esta diferencia la cubre con el ingreso de dólares, que principalmente van a la inversión en el sector financiero (Bolsa de Comercio de San Pablo) y en menor medida a inversiones productivas. El incentivo para atraer estos capitales es tener alta la tasa de interés. La tasa que sirve de referencia para el costo del dinero se llama SELIC, en nuestro país se llama BADLAR (tasa de interés que se les paga a los plazos fijos mayores a un millón de pesos). El Banco Central brasileño ha mantenido alta la SELIC como incentivo para atraer los capitales extranjeros aprovechando la política de tasas bajas aplicadas por la FED y el Banco Central europeo.
Volviendo a la preocupación de los inversores externos, la administración de Dilma Rousseff comenzó a tomar medidas para reducir la inflación y el déficit fiscal para dar señales de estar ordenando las cuestiones domésticas. Por ese motivo, la presidenta comenzó su segundo mandato en enero con el foco puesto en que el país mantenga el grado de inversión.
La decisión de Dilma se plasmó en el Proyecto de Presupuesto enviado al Congreso. El Ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy, ha señalado que el Gobierno pretende llevar a cabo un plan de ahorro fiscal de hasta 28.000 millones de dólares para este año. El proyecto consiste, a grandes rasgos, en aplicar una combinación de recortes de gastos y alzas de impuestos para conseguir un superávit fiscal del 1,2% del Producto Interior Bruto (PIB).
Las medidas propuestas como los aumentos de impuestos y reglas más estrictas para acceder a beneficios de desempleo y pensiones, han encontrado oposición de los aliados de la propia Rousseff en el Congreso y hasta en el Partido de los Trabajadores al que pertenece.
Pero mientras el gobierno continúa negociando para aprobar un resistido paquete de ajuste que le permita reencauzar la aletargada economía, los números negativos se acumulan: producción industrial, cuentas públicas y hasta desempleo, que comenzó a escalar luego de años en niveles muy bajos.
EL NUEVO MINISTRO
Dilma comenzó el 1° de enero su segundo mandato. Dentro de los cambios de Gabinete se reemplazó a Guido Mantega, hombre con recorrido dentro de la gestión del PT durante el gobierno de Lula, donde fue Ministro de Planeamiento, Presidente del BNDES y Ministro de Economía. Durante la gestión Rousseff mantuvo su cargo en la cartera de Economía. Mantenga fue reemplazado por Joaquim Levy, que se desarrollaba como Vicepresidente del Banco Bradesco, principal banco de Brasil, muy cercano a la banca y al sector financiero. Con este cambio Dilma dio una clara señal al mercado del enfoque de la nueva gestión.
BRASIL EN NÚMEROS
Según datos de CEPAL, Brasil representa el 37,5% del PBI regional, tiene una población de 200 millones y el desempleo es de 4,9%.
Estructuralmente ha sido deficitario en la Cuenta Corriente, dependiendo del ingreso de dólares para mantener equilibrada la balanza. De las importaciones, el 77% son bienes intermedios y de capital. A esto hay que sumarle un 10% de importación de vehículos.
El 18% de la población es pobre y 6% es indigente, es decir, unos 48 millones de brasileños se encuentra bajo la pobreza.
Tiene la deuda pública más elevada de América Latina, que alcanza al 62% del PIB en 2014, aunque en términos de deuda neta el monto es muy inferior. También es el que tiene una mayor proporción de deuda pública interna (el 95% del endeudamiento público).
Según la CEPAL ha sido uno de los países que más redujo la desigualdad en esta última década. Las principales causas de esta reducción fueron las distintas políticas de gasto aplicadas: pensiones, gasto en educación y en salud explicando el 82% de la reducción de la desigualdad. Esto quiere decir que el gasto ha sido un factor central en la política social de Brasil.
El gasto social per cápita para Brasil es de u$s 1.512: Cada brasileño recibe u$s 800 en Seguridad Social, u$s 210 en Salud, u$s 390 para Educación y u$S 112 para vivienda. En el caso de Argentina el gasto social per cápita es de u$s 1.893 siendo el más alto de la región: u$s 900 en Seguridad Social, u$s 450 en Salud, Educación u$s 410 y Vivienda y Otros u$s 133.
La principal política social aplicada por Lula y continuada por Dilma fue la Bolsa de Familia allá por 2003. Hoy en día tiene una cobertura de 26 de cada 100 brasileños. En total son 56 millones de personas que se ven beneficiados. Esto permitió sacar de la pobreza a la misma cantidad de beneficiarios.
Pero Brasil siguen siendo unos de los países más desiguales de la región y del mundo. EL 10% más rico se queda con el 40% del ingreso total cuando el 40% más pobre se queda con el 12%.
¿POR QUÉ NOS IMPORTA BRASIL?
Dilma está cometiendo un error político al aplicar medidas ortodoxas porque, como ya dieron cuenta en los 90 en nuestro continente y ahora en Europa, las mismas no sirven para reactivar la economía y solo profundizan las situaciones de inconsistencias.
Nuestro vecino es nuestro principal socio comercial. Representa el 22% de nuestro comercio internacional. Si lo miramos desde el lado de las exportaciones industriales se vuelve más importante su peso. Casi la mitad de las exportaciones industriales lo tiene como destino. En el complejo automotriz, 8 de cada 10 autos que vendemos al exterior van a Brasil. Recordemos que la mitad de la producción automotriz se exporta. Por todo lo antes expuesto y por ser el principal país de la región y la séptima economía mundial, lo que pase en Brasil es muy importante para nuestra industria y para nuestra economía.
EN FIN
La administración de Dilma Rousseff ha tomado un camino tendiente a dar señales de regularizar las inconsistencias macroeconómicas que tanto molestan a los inversores que buscan economías “serias”. Lamentablemente, esa seriedad deja de lado cosas tan importantes como el gasto social.
Habría que recordarle a la cartera económica la incidencia que han tenido las políticas de gasto para disminuir la desigualdad y sacar a más de 50 millones de brasileños de la pobreza. Casi la mitad de los brasileños tiene una dependencia de algún tipo de ingreso directo o indirecto en materia del gasto. En el caso de los niños es más elevado, el 61%.
Es un error gobernar solo mirando las calificaciones que le interesan a mercado internacional porque esas valuaciones no tienen en cuenta la situación de los más pobres. El grado de inversión es una buena calificación sólo si se tienen en cuenta las políticas sociales que permiten atender las necesidades de los más desprotegidos.
Dilma está cometiendo un error político al aplicar medidas ortodoxas porque, como ya dieron cuenta en los 90 en nuestro continente y ahora en Europa, las mismas no sirven para reactivar la economía y solo profundizan las situaciones de inconsistencias. Eso sí, se salvaguardan los intereses de los más poderosos. Además, la aplicación de políticas de recorte está socavando la imagen de Dilma en los sectores que la votaron. Recordemos que ganó en segunda vuelta con el 51,62% de los votos. Entre los hechos de corrupción y la actual marcha de la economía han hecho que el 65% rechace la actual gestión. A Dilma en términos de legitimidad política no le sobra nada para andar aplicando medidas en contra de los sectores que son su principal núcleo de votos.
La propuesta de Rousseff se enfrenta incluso al rechazo de sindicatos aliados que ya habían mostrado su descontento cuando a principios de año el Gobierno impuso una serie de medidas de austeridad, incluidas el control de gastos, el aumento de impuestos, el encarecimiento del crédito y el recorte de ciertos beneficios laborales.
No es posible arreglar las cuentas recortando gastos sociales, los que tienen que hacer el principal aporte son los que más tienen, no los que menos tienen.
(*) Licenciado en economía de la Fundación para la Integración Federal