Sábado, 09 Noviembre 2013 23:53

Mujeres en Islandia

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A Islandia se lo ha calificado como el mejor país del mundo donde ser mujer, por las leyes que favorecen la integración laboral, la igualdad y otros aspectos | El feminismo incluso ha salido robustecido en la sociedad islandesa tras la quiebra económica del 2008, aunque todavía encuentra oposición
 

Islandia es un país donde un consultor de marketing puede presentarse a una entrevista sobre el descalabro financiero con un maletín en la mano izquierda… y un bebé de siete meses en la derecha. “Mi mujer es profesora y ya ha vuelto al trabajo, ahora me ocupo yo del pequeño”, explica con suma naturalidad el padre treintañero, y sigue hablando del desplome de la corona y la quiebra de los bancos mientras mece a su hijo.

Los padres islandeses tienen derecho a tres meses intransferibles de baja, además de los tres meses para la madre y otros tres a repartir entre ambos. Desde que la ley entró en vigor hace nueve años, ha sido un éxito: en el 2009 se beneficiaron más del 85% de los padres.

“Personalmente, es muy gratificante. Estableces una relación más cercana con tus hijos, te implicas en su educación desde pequeños. Los hombres también ganamos –dice Olafur Stephensen, a quien ser director del diario Fréttabladid, el primero del país, no le ha impedido acogerse al permiso con dos hijos–. Permite una división más igualitaria del trabajo del hogar, prerrequisito para la igualdad en el mercado laboral. El objetivo es que los hombres sean como las mujeres a la hora de ausentarse del trabajo. No sólo los primeros meses de vida de un hijo, también cuando enferma o para salir pronto para recogerlos en el colegio. Si no, es un círculo vicioso”.
El permiso de paternidad –introducido por un gobierno conservador– es uno de los motivos, aunque no el único, de que Islandia, una isla de hielo y fuego con 320.000 habitantes, lleve tres años liderando el ranking de igualdad de género del Foro Económico Mundial o de que la revista Newsweek lo haya proclamado el “mejor país del mundo para ser mujer”, después de examinar educación, sanidad, economía, justicia y, sobre todo, política.

La matrícula de honor, incluso frente a los vecinos escandinavos, se la lleva en participación femenina en política. Ya en 1980, Vigdís Finnbogadóttir, una madre soltera, fue la primera jefa de Estado democráticamente elegida del mundo. Hoy, las mujeres representan el 43% en el Parlamento y el 40% en los gobiernos municipales.

Han caído muchos pilares en la Islandia posdesastre financiero del 2008, el shock que llevó al país a reescribir la Constitución y a juzgar a sus gobernantes. El feminismo, sin embargo, se ha robustecido.

Han caído muchos pilares en la Islandia posdesastre financiero del 2008, el shock que llevó al país a reescribir la Constitución y a juzgar a sus gobernantes. El feminismo, sin embargo, se ha robustecido.El Gobierno –una coalición de socialdemócratas e izquierda ecologista– está liderado por Jóhanna Sigurdardóttir, lesbiana declarada, que dirige un gabinete paritario. En sus tres años de existencia ha aprobado un sinfín de leyes feministas. Ha ilegalizado la compra de servicios sexuales (como en Suecia y Noruega, para castigar al cliente y no a la prostituta) y la publicidad o el lucro de la prostitución. En el 2010, Islandia se convirtió en el primer país que prohíbe, por motivos no religiosos, los clubs de striptease, al considerarlos tapaderas de prostitución, trata de blancas y otras actividades delictivas.

La ley contra el maltrato, inspirada en el modelo austriaco, obliga al agresor o agresora a abandonar el domicilio, en lugar de trasladar a la víctima a un refugio. Y, si desde el 2008 había una ley de cuotas en el sector público, en el 2013 entrará en vigor otra que obliga a las empresas con más de 50 empleados a tener al menos un 40% de uno de los dos sexos en sus consejos de administración.

La fuerza del movimiento feminista en Islandia es extraordinaria, sobre todo contemplada desde el Mediterráneo. Algunas teorías apuntan que la mujer islandesa tiene una independencia y una autoconfianza innatas, forjadas durante siglos y siglos en los que los hombres pasaban largas temporadas en el mar mientras ellas tomaban las riendas en tierra. También en el interior de la isla, en una sociedad campesina que tenía que doblegar una naturaleza implacable, el trabajo femenino era fundamental.
Pero no fue hasta los años 70 del pasado siglo, con la transformación de esta sociedad pobre de campesinos y pescadores en un país desarrollado y moderno, cuando emergió el feminismo. Hay una fecha mítica, grabada en la psique colectiva: el 25 de octubre de 1975, día de la huelga femenina convocada por el grupo Medias Rojas, que siguió un 90% de las islandesas desde el puesto de trabajo o el hogar.

“Nunca antes había salido tanta gente a la calle –recuerda la ingeniera Guðrún Hallgrímsdóttir, de 71 años, una líder del movimiento–. Entonces las mujeres funcionaban sobre todo como fuerza laboral de reserva, por ejemplo en el sector pesquero, se las llamaba cuando había una gran captura. Pero ellas seguían viéndose como amas de casa. Ese día conseguimos que las mujeres se dieran cuenta de lo importante que era su trabajo. También le debemos nuestra actual red de guarderías públicas. Sólo había para madres solteras. Era una urgencia, porque es clave para la participación de las mujeres en el mercado laboral”. Aquí, Islandia tiene la tasa más elevada entre los países de la OCDE: 77,6%. También hay logros más sutiles, más simbólicos. “En los 70 no había forma de localizar a una mujer casada, porque en el listín telefónico o en el portal de su casa sólo aparecía el nombre del marido. Hoy sería impensable”, dice la veterana feminista.

Casi 40 años más tarde, sin embargo, una de las exigencias de las Medias Rojas sigue pendiente: la brecha salarial. La ley de “a igual trabajo, igual salario” fue aprobada en 1961, pero hoy ellas siguen cobrando entre un 8% y un 16% menos. Cincuenta mil mujeres, un tercio de la población femenina, salieron a la calle el 25 de octubre del año pasado contra la brecha y la violencia sexual, en una demostración de la fuerza y el consenso que sigue teniendo el feminismo.

Mientras las feministas de otros países siguen enzarzadas en la eterna discusión sobre si la prostitución es una forma de opresión o un derecho femenino, la ilegalización apenas ha provocado polémica en Islandia. No sólo entre las feministas: un 82% de las mujeres y un 57% de los hombres están a favor de prohibir la compra de sexo, y sólo un 8% de los islandeses se opone, según una encuesta.

La brecha salarial es un asunto más complejo. Sus causas son difíciles de identificar. Por ejemplo, los hombres alargan sus jornadas laborales y reclaman antes aumentos o ascensos. El Gobierno de Sigurdardóttir, exministra de Asuntos Sociales y con especial sensibilidad para la cuestiones de género, ha hecho de la igualdad salarial una de sus prioridades.

La brecha salarial es un asunto más complejo. Sus causas son difíciles de identificar. Por ejemplo, los hombres alargan sus jornadas laborales y reclaman antes aumentos o ascensos. El Gobierno de Sigurdardóttir, exministra de Asuntos Sociales y con especial sensibilidad para la cuestiones de género, ha hecho de la igualdad salarial una de sus prioridades. Ha designado un comité especial que elabora unos criterios que deberán ser observados por las empresas. Y la posibilidad de multar a las que no los respeten está encima de la mesa. “Algunos países ya lo están haciendo y está funcionando, es algo que tomar en consideración”, señala Kristín Ástgeirsdóttir, jefa del Centro para la Igualdad de Género.

Otra medida destinada a recortar la brecha es la cuota femenina en los consejos de administración del sector privado, sin duda la ley más polémica. “Lo hemos intentado todo para evitarla, pero cuando después de tantos años nada se mueve, te das cuenta de que a veces hay que forzar los cambios”, dice Ástgeirsdóttir. El 90% de los directores ejecutivos, gerentes y miembros de los consejos de administración de las grandes empresas son hombres.

“Al principio, hubo una oposición enorme de los empresarios –señala–. Pero han cambiado el tono, están aceptando que era una medida necesaria, incluso que les puede beneficiar. Lo demuestra la experiencia noruega: las empresas con dirección paritaria mejoran su imagen, el ambiente laboral y hasta aumentan sus beneficios económicos. Es difícil de comprender por qué algunos empresarios siguen siendo tan reacios, por qué quieren preservar su club de chicos”.

La referencia al “club de chicos” se escucha por todas partes en la nueva Islandia surgida tras la crisis financiera del 2008, cuando el país se acostó creyéndose un milagro capitalista y desayunó con los tres bancos nacionalizados, una deuda diez veces superior al PIB nacional y los ahorros de miles de familias desvanecidos. El shock fue tan tremendo que los islandeses emprendieron un implacable examen de conciencia colectivo, que no sólo les ha llevado a echar al gobierno conservador tras 17 años consecutivos en el poder o a sentar en el banquillo a los responsables de la crisis, sino también a cuestionar los cimientos de su cultura.
La catarsis alcanza también una dimensión de género. Si durante los años eufóricos del boom el país entero celebraba el arrojo de sus jóvenes banqueros, que se lanzaban a conquistar el mundo como antaño lo hicieron los vikingos, muchas voces reivindican ahora que los valores hipermasculinos condujeron a la bancarrota y llaman a una refeminización de la economía.

“El país se fue a pique, entre otros motivos, porque los consejos de administración de las empresas estaban copados por un grupo cerrado de hombres jóvenes y osados, educados en las mismas universidades, salidos de los mismos ambientes. Esta homogeneidad fue muy nociva para nuestra economía”, señala el director de diario Olafur Stephensen.

No es casualidad que el primer gobierno después de la crisis esté liderado por una mujer y sea el más feminista de la historia de Islandia. Por primera vez una mujer preside un banco, el nuevo Islandsbanki. Y hay iniciativas sorprendentes, como Audur Capital, cofundado por la exdirectora de la Cámara de Comercio, un fondo de capital riesgo que reivindica “la incorporación en el mundo financiero de valores femeninos” como “conciencia de riesgo”, “capital emocional” o “beneficios con principios”.
“Todo esto de los valores masculinos me parece una verdadera sandez. Es un análisis que ha calado sin argumentación”, exclama Sigrídur Andersen, abogada de 40 años y vicediputada del conservador Partido de la Independencia. “¡Había mujeres en el sector financiero, de hecho había muchas, y en todo caso la causa del desastre fueron las malas decisiones y no la falta de perspectiva femenina!”, añade.

Como muchas conservadoras, no se siente representada por el discurso feminista de Islandia, al que acusa de hacer “prevalecer los supuestos derechos de las mujeres como si fueran exclusivos y dejar de lado los derechos individuales”. Rechaza las cuotas: “Sólo los accionistas de una empresa pueden decidir quién debe componer el consejo de administración, aunque se equivoquen, y ni el Estado ni nadie tiene derecho a inmiscuirse. Además, no veo en qué las cuotas son una causa feminista: sólo beneficiarán a las mujeres concretas que entrarán en los consejos, pero no al conjunto de la sociedad. Además, a largo plazo sólo pueden perjudicar a las mujeres, cuyos méritos para ocupar el puesto siempre serán cuestionados”.

Andersen se opone incluso a que el Estado subsidie los nueve meses de baja por paternidad –hasta hace poco, se cubría hasta el 90% de los sueldos más altos, pero con la crisis se ha reducido la paga máxima en un 40%– y considera que “cada familia debe priorizar sus vidas en función de sus intereses”. “No le debemos nada al permiso de paternidad –señala–. Las islandesas siempre han sido muy independientes, los valores morales de nuestra cultura siempre han favorecido su participación en el mercado laboral. Mucho antes de que se introdujera el permiso, la tasa de participación ya era muy superior a las de otros países ­europeos”.

Otra voz muy crítica con el feminismo es la de Davíd Thorláksson, de 31 años y presidente de las juventudes del partido conservador. “Un informe de Newsweek demuestra que en Islandia ya no hay discriminación de género. Y hemos logrado ser el mejor país del mundo para ser mujer sin tener que recurrir a prohibiciones o a la interferencia del Estado”, afirma. ¿Quiere decir que las feministas han ido demasiado lejos? “Sí, es momento de parar, porque no se puede utilizar la discriminación del pasado para justificar nuevas discriminaciones, a mujeres o a hombres”, dice.

Quizás por eso, la coronación de Newsweek ha sido recibida con recelo por las feministas, cuya combatividad no ha mermado un ápice pese a los logros. “Islandia no es un paraíso y no, no me siento afortunada. Sabemos que hemos llegado más lejos que muchos países occidentales… ya no hablo de Afganistán, donde la situación es terrible. Nos solidarizamos con nuestras hermanas afganas, francesas o españolas, pero no es con ellas con quienes nos comparamos, sino con los hombres. Y hoy en día todavía es mucho mejor ser islandés que islandesa”, subraya Hanna Björg Vilhjálmsdóttir, de 48 años y profesora en el colegio universitario Borgarholtsskóli.

Vilhjálmsdóttir ha introducido un curso sobre igualdad de género con unos resultados tan positivos que centros educativos de todo el país se han interesado. Varios de sus alumnos, de 16 a 20 años, han salido en los medios de comunicación explicando que sus clases les han “transformado”, que les han abierto los ojos ante comportamientos ajenos y propios que antes no identificaban como sexistas. La profesora cree que el mayor desafío es la “pornificación”. “Cuando comencé a dar clases, hace seis años, me quedé horrorizada. Lo veo en la forma cómo se visten mis alumnas, obsesionadas con ser sexis porque la sociedad sólo las valora en función de su atractivo sexual. También en las relaciones de pareja: el pensamiento sexual masculino está tan coloreado por el porno que esperan que las chicas se sometan en la cama como en la pantalla. La pornificación es, ahora mismo, la fuerza que más oprime a las chicas e impide su emancipación”.

A Hildur Knùtsdòttir, de 27 años, le preocupa el “sexismo subyacente”, que permea sin ser percibido. Es autora de un blog de moda paródico, en el que escribe por medio de un álter ego –anoréxica, materialista y furibunda antifeminista– que encarna todo aquello que quiere combatir. Uno de sus apuntes se titula “14 formas de perder peso”, y entre las recomendaciones se encuentra “come siempre desnuda delante del espejo” o “no comas proteínas, porque desarrollan músculo y los músculos parecen grasa si los miras de cerca”. En otro, afirma: “Se han realizado numerosos estudios para averiguar por qué las feministas necesitan llamar tanto la atención, y todos los investigadores han llegado a la misma conclusión: la razón es simplemente porque nadie quiere follárselas”.

“Islandia quizás es perfecta sobre el papel, pero la realidad es otra cosa –dice Knùtsdòttir–. La discriminación salarial está prohibida, pero muchas mujeres cobran menos sólo porque lo son. También es ilegal violar, o maltratar, pero sigue ocurriendo. No podemos dejar de luchar”.

“La meta –dice la profesora Vilhjálmsdóttir– es la igualdad total con los hombres. Y no vamos a aceptar nada menos que eso”.

 

 

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Rafael Pansa

FUENTE: LaVanguardia

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