La campaña sucia que se prodigaron durante las últimas semanas concentró la atención en el presidente Juan Manuel Santos, que buscará su reelección como candidato de Unidad Nacional (el Partido de la U) y Óscar Iván Zuluaga, postulante por el partido del expresidente Alvaro Uribe, Centro Democrático.
Pero a estos aspirantes que tienden a hegemonizar la primera vuelta, ambos ubicados desde el centro hacia la derecha del espectro ideológico, aunque el uribismo es claramente más radical, se suman en el comicio de mañana la izquierdista Clara López (Polo Democrático), la conservadora Marta Lucía Ramírez (Partido Conservador), y el ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa (Alianza Verde).
En total 32.975.158 de colombianos están habilitados para votar mañana, pero el promedio de ausentismo a las urnas promedia el 50 por ciento del padrón. De modo que si todos, repentina e impensadamente, concurrieran a sufragar habría que dejar de lado las encuestas previas y prepararse para un escrutinio muy complejo, pero ese nivel de participación es más que hipotético.
En este proceso electoral no sólo se juega quién ocupará el gubernamental Palacio Nariño en el período 2014-2018 sino la continuidad o no de un modelo que se plantea como eje la firma de un acuerdo de paz con las FARC y el ELN, las guerrillas más añejas del mundo.
Los sondeos de intención de voto anticipan un empate técnico entre Santos y Zuluaga con algo menos del 30 por ciento de los votos, es decir, ambos muy lejos del 50 por ciento más uno que los consagraría como ganadores en primera vuelta.
Y las proyecciones para la segunda vuelta también anticipan un empate técnico, de modo que todo hace prever que la campaña sucia que marcó las últimas semanas lejos de mitigarse se incremente para captar a un electorado tradicionalmente apático en cuestiones electorales y que estará seguramente más interesado en las noticias del Mundial de Futbol, en el que Colombia debutará ante Grecia el 14 de junio, un día antes de la segunda vuelta.
De todos modos, en este proceso electoral no sólo se juega quién ocupará el gubernamental Palacio Nariño en el período 2014-2018 sino la continuidad o no de un modelo que se plantea como eje la firma de un acuerdo de paz con las FARC y el ELN, las guerrillas más añejas del mundo -ambas cumplen medio siglo en estos días-.
Esta disyuntiva entre los que quieren negociar la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los que discrepan con ese proceso inaugurado por Santos es casi un slogan de campaña para el mandatario, pero tiene algunos matices.
La firma de la paz es un deseo de más del 65 por ciento de los colombianos, pero ese porcentaje disminuye drásticamente cuando la consulta es sobre la inserción en la política convencional de los líderes insurgentes. Ahí la mayoría se vuelca por la opción de que los delitos que se les imputan no queden sin castigo.
El caso es que mientras la atención de los votantes y de los medios está enfocada en estas dos posiciones enfrentadas, la necesidades más urgentes de la sociedad quedaron fuera del debate.
Por esta razón, Zuluaga, que al igual que Uribe es un acérrimo opositor de los diálogos de paz con la FARC, señaló que no vería mal que los cuadros menores de la guerrilla se dediquen a la política, para lo cual haría falta que se llegue a un acuerdo, pero volvió a pronunciarse porque los máximos dirigentes se sometan a la justicia.
De todos modos, la confirmación de que el video en el que se lo ve con el pirata informático Andrés Sepúlveda no ha sido editado, puede afectar la carrera ascendente que hizo Zuluaga en las últimas semanas, donde pasó de disputar el segundo lugar con Enrique Peñalosa a disputar el primero con Santos, siempre dentro de un escenario de segunda vuelta.
El escándalo estalló hace diez díaz, cuando la Fiscalía General arrestó a Sepúlveda, acusado de espiar a los delegados del gobierno y de las FARC en las negociaciones que las partes cumplen en Cuba, con el presunto objetivo de sabotear los diálogos de paz, de los que el uribismo es enconado opositor.
El caso se convirtió en un escándalo al establecerse que el hacker trabaja en el equipo de redes sociales de la campaña del Centro Democrático, y luego apareció un video donde se habla con Zuluaga de la obtención de información reservada.
El candidato uribista negó ese encuentro, pero la Fiscalía mandó a peritar ese video por su Cuerpo Técnico de Investigación, que determinó que "es original y no presenta alteración alguna".
Luego de la difusión de este video, que llegó rápidamente a los medios en el marco de la campaña, Zuluaga bajó notablemente el perfil, tal vez para preservar las simpatías alcanzadas. El resultado de mañana será la pauta de si esa estrategia fue acertada o no.
El caso es que mientras la atención de los votantes y de los medios está enfocada en estas dos posiciones enfrentadas, la necesidades más urgentes de la sociedad quedaron fuera del debate.
Temas como la violencia y la delincuencia urbana, la presencia de las bandas criminales (derivadas del paramilitarismo) en las regiones y zonas rurales, los problemas estructurales del sistema de salud, la urgente reforma al modelo actual de justicia y la corrupción se quedaron por fuera del debate.
FUENTE: Telam