M. Albert: Algunos analistas sostienen que el caos que vive actualmente Irak es resultado del retiro de tropas estadounidenses del país. ¿Qué opina usted sobre este argumento?
N. Chomsky: Prácticamente, sin excepción, el mazo estadounidense ha dañado severamente a la sociedad iraquí desde hace 50 años cuando comenzó a intervenir apoyando un golpe de Estado militar. En los ochenta, Washington apoyó de manera decidida la invasión a Irán, liderada por Saddam Hussein, que fue altamente destructiva para ambos países. Una especie particularmente sádica de “contención mutua”. La admiración estadounidense por Saddam fue tan grande que, cuando terminó la guerra, el Presidente (George) Bush (padre) invitó a los ingenieros nucleares iraquíes a EE.UU. para entrenamientos avanzados en armas nucleares y producción. En abril de 1990, Bush envió una delegación de senadores, de alto nivel, encabezada por el futuro candidato presidencial del Partido Republicano, Bob Dole, para extender un caluroso saludo a su amigo Saddam y asegurarle que no compartía los comentarios hostiles en su contra, aparecidos en la prensa estadounidense. La transcripción está disponible, y es bastante impresionante, por lo cual asumo que casi nadie la conoce.
Algunos meses después, Saddam cometió su primer error: desatender o tal vez malinterpretar órdenes, invadiendo Kuwait. Saddam rápidamente se dio cuenta de su error y buscó alguna forma de salir de Kuwait sin ser aplastado por un ataque estadounidense. Bush no permitiría nada de eso. Como explicó Colin Powell en una discusión interna, si EE.UU. dejaba a Saddam retirarse de Kuwait, permanecería un gobierno títere y todos los Estados árabes estarían felices. En resumen, hizo lo mismo que había hecho en Panamá unos meses atrás, sólo que los latinoamericanos estaban lejos de sentirse felices con el resultado.
Entonces, EE.UU. lanzó una guerra devastadora, destruyendo gran parte de Irak, más allá de cualquier acción que debían tomar para sacar a Saddam de Kuwait, lo cual probablemente lo hubiesen logrado simplemente negociando (aunque los medios de comunicación suprimieron esa opción, que no era la preferida de Washington). Después del gran triunfo, cuyo principal logro fue enterrar a pobres soldados iraquíes en la arena con trascabos, Bush pudo declarar triunfalmente que “lo que decimos, se hace” y era mejor que el mundo lo comprendiera.
Después vinieron las sanciones de(l) (Presidente Bill) Clinton, que devastaron a la sociedad civil aún más. Tenían su componente “humanitario”: el programa de petróleo por comida. Este programa fue administrado (bajo el auspicio de Naciones Unidas) por los reconocidos diplomáticos Dennis Halliday y Hans von Sponeck. Los dos renunciaron en protesta, considerando que las sanciones eran “genocidas”. El libro A Different Kind of War, escrito por Von Sponeck sobre el caso, está prohibido en EE.UU. (y en Gran Bretaña). Las sanciones devastaron a la sociedad civil, fortalecieron al dictador, empujaron a la sociedad a depender del sistema de distribución estatal para sobrevivir, y probablemente salvaron a Hussein del destino de una larga serie de monstruos apoyados por Estados Unidos, que fueron derrocados en sus países: Somoza, Marcos, Duvalier, Suharto y otros personajes, más recientemente Mubarak y otros.
Después vino la invasión británico-estadounidense, que destruyó casi todo lo que quedaba, y creó un conflicto entre sunníes y chiíes que ahora está destruyendo Irak en pedazos y ha esparcido el veneno a través de la región. El ejército que fue armado y entrenado por EE.UU. durante una década, ha colapsado frente a unos miles de insurgentes y su apoyo local. Saddam sin duda era un monstruo, como muchos otros apoyados por Estados Unidos. Pero durante su mandato, la sociedad no sólo funcionaba, sino que también avanzaba bastante bien comparada a otros países del mundo árabe.
Es difícil evitar llegar a la conclusión del Comandante de la Marina (estadounidense) David Shoup en 1966, que se refirió a la Guerra de Vietnam diciendo: “Creo que si hubiésemos mantenido nuestros sucios, sangrientos y codiciosos dedos fuera de los asuntos de estas naciones, tan llenas de personas explotadas y deprimidas, ellas mismas hubiesen encontrado una solución que obedeciera a su deseo y voluntad, y que hubiesen luchado y trabajado por alcanzar”.
M. Albert: Los principales medios de comunicación hacen ver al ISIS (Estado Islámico en Irak y Siria) como un grupo bastante horrendo, inclusive llevando a cabo ejecuciones masivas. ¿Cómo evalúa usted estas acusaciones?
N. Chomsky: Creo que son bastante precisas.
M. Albert: ¿Cuál es su opinión en torno a varias de las políticas y propuestas estadounidense hacia Irak: enviar entrenadores militares, enviar armas al gobierno iraquí, presionar al gobierno iraquí para ampliar su base, usar drones o poder aéreo para apoyar al gobierno, y por último enviar tropas estadounidenses al país?
N. Chomsky: Los iraquíes suelen describir la invasión de EE.UU. como un recuerdo de las horrendas invasiones mongoles del Siglo XIII, y tienen razón. Como muchos otros alrededor del mundo, el país es una creación del imperialismo europeo, y sus fronteras fueron diseñadas para garantizar a Gran Bretaña (no a Turquía) el control de los campos de petróleo en el norte, y para bloquear fácilmente el acceso al Golfo Pérsico (por eso Kuwait era un principado dirigido por los británicos). Pero, para bien o para mal, se construyó una nacionalidad iraquí, y la mayor parte de los árabes iraquíes parecen querer que su país se mantenga unido (los kurdos son una historia diferente). La situación parece estrecharse cada vez más. Sin algún tipo de acuerdo político interno – por más tentativo o improvisado – es difícil pensar en una política constructiva, particularmente entre quienes aplican el mazo, para un efecto tan destructivo por tantos años.
M. Albert: Obama ha anunciado que busca financiar a la oposición en Siria con 500 millones de dólares en ayuda militar y entrenamiento ¿Cómo ve usted esto?
N. Chomsky: Siria está encaminándose hacia una catástrofe. El resultado probable es una especie de partición: una región gobernada por Assad, una región kurda con un grado de autonomía y tal vez ligada al Kurdistan iraquí, y una región gobernada por grupos armados enfrentados entre sí, con el ISIS estableciendo algunas medidas de control. Es difícil ver cómo un involucramiento militar estadounidense podría mejorar este horrendo desastre, para decirlo de forma moderada.
Si EE.UU. (e Israel) tuvieran un interés real en apoyar a la oposición a Assad, hay medidas muy simples que pudiesen haber tomado. Por ejemplo, si Israel hubiese movilizado tropas a los Altos del Golán (territorio sirio anexado por Israel en violación a las órdenes del Consejo de Seguridad), Assad tendría que mover sus tropas a la frontera, quitando mucha presión sobre los rebeldes. No existe evidencia de que ese tipo de ideas fueron consideradas.
Parece que Israel no tiene ninguna objeción a que los árabes se maten entre sí. Debilita cualquier oposición regional que pueda surgir al expansionismo criminal en los territorios ocupados, y también contribuye a la imagen de “la villa en medio de la jungla”. EE.UU. probablemente también ve en el gobierno de Assad lo mejor que pudo haber anticipado.
*Michael Albert es fundador de una variedad de proyectos comunicacionales, como Znet, Z Magazine, Z Media Institute, y South End Press. Además, ha escrito 21 libros sobre estrategia y una alternativa al capitalismo al cual él llama la economía participativa. Sus más recientes libros incluyen: Fanfare for the Future (ZBooks), Remembering Tomorrow (Seven Stories Press), Realizing Hope (Zed Press) and Parecon: Life After Capitalism (Verso Books).