París entiende que su Ejército ha evitado masacres y genocidios en República Centroafricana y que la inestabilidad actual es “gestionable” por el débil Gobierno y las fuerzas de la Minusca (la misión de la ONU). Por eso, este lunes llega a su fin la operación Sangaris, el despliegue militar francés que arrancó en 2013. Por eso, y porque Francia quiere concentrar sus fuerzas en los otros dos frentes exteriores de guerra contra el yihadismo: Siria e Irak por un lado y, por otro, el Sahel, donde se enfrenta casi en solitario a los aliados del Estado Islámico (ISIS).
En el país centroafricano, uno de los más pobres del mundo, sigue habiendo asesinatos político-religiosos casi todas las semanas, continúa partido en dos por milicias cristianas y musulmanes y casi medio millón de personas aún no pueden regresar a sus hogares. Pero Francia considera que ya ha hecho su parte.
El ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, se encuentra en Bangui, la capital del país, para cerrar oficialmente la Operación Sangaris. Más de 2.500 soldados llegaron a estar adscritos a la misión en los peores momentos de esta acción militar ordenada por François Hollande en diciembre de 2013.
Entonces, el país estaba enfrascado en la guerra civil que había estallado después de que las milicias rebeldes Seleka, de mayoría musulmana, hubieran derrocado al presidente François Bozizé. La reacción de los cristianos, organizados en las milicias Antibakala (antimachete), dio origen a masacres por todo el país y al desplazamiento de un millón de personas que huían de las matanzas.
Tres años después, el Ministerio francés de Defensa afirma que la operación “ha sido un éxito”. “Ha logrado llevar la calma e impedir lo inaceptable”. “Hemos evitado masacres en masa”, ha asegurado el ministro Le Drian.
En estos tres años, los militares de Sangaris han quitado a las milicias 36 toneladas de armas y explosivos, así como 400.000 cartuchos y municiones diversas. En ese periodo han perecido tres militares franceses en operaciones en el país. El año pasado, funcionarios de la ONU recogieron denuncias de presuntos abusos sexuales cometidos por parte de soldados franceses contra menores en República Centroafricana.
Las fuerzas se retiran porque será la Minusca, integrada por 11.500 militares, en su mayoría africanos, la encargada de impedir que estalle de nuevo la guerra civil. En ellos reposa la débil estabilidad que tanto los Antibakala, que controlan el Oeste del país, como los Seleka, con el Este bajo su dominio, intentan romper a diario ante la impotencia del presidente Faustin Archange Touadéra. Este exrector de universidad fue elegido en febrero pasado jefe del Estado, pero no dispone ni de un Ejército ni de un presupuesto adecuados para imponer el orden y la ley.
Para París, su acción en Centroáfrica es un ejemplo de su intervención exterior: rápido despliegue para evitar matanzas, posterior implicación de la ONU y ayuda a la creación de una administración estable. El Ministerio de Defensa ha difundido numerosos vídeos para narrar sus actividades en el país y para poner en valor a sus fuerzas armadas.
Francia, en todo caso, no se desentiende de su antigua colonia. Deja 350 hombres incrustados en la Minusca, incluidos los que manejan los valiosos drones que París presta a las fuerzas de la ONU, el elemento clave para obtener puntual información de todo movimiento. Además, un general francés dirige el grupo de militares de la Unión Europea, incluidos españoles, que intentan crear y formar al futuro Ejército centroafricano. Por último, París anuncia que mantiene en países cercanos tropas para un rápido despliegue en la República Centroafricana si fuera necesario.
“No dejaremos caer ese país”, ha dicho el ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault. Antes del verano, el presidente François Hollande visitó la República Centroafricana y enmarcó la prevista disolución de Sangaris que ahora las fuerzas francesas “son llamadas a otros frentes: Siria, Irak y el Sahel”.
Desde que llegó al Elíseo en 2012, Hollande ha ordenado tres intervenciones militares en el exterior. La primera en Mali en enero de 2013 para frenar a los yihadistas. La segunda, once meses después, en República Centroafricana. La tercera arrancó con bombardeos contra el ISIS en Irak en septiembre de 2014, que amplió a Siria un año después.
La operación en Mali, ampliada y denominada ahora Barkhane, tiene por objetivo perseguir a grupos yihadistas por todo el Sahel. Cuenta con 3.500 militares, blindados, helicópteros y drones. París se queja permanentemente de la escasa colaboración que recibe de los países europeos pese a que la amenaza yihadista afecta a todos.
Francia tiene en estos momentos a 6.500 militares desplegados en el exterior, a los que hay que sumar a los 3.000 del grupo aeronaval que, con el portaviones Charles de Gaulle en cabeza, se acaba de sumar por tercera vez a los bombardeos del ISIS en Siria e Irak.
FUENTE: El País
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Abbondanzieri