Aquel pequeño grupo de pioneros del Partido Comunista Chino (PCC) que en julio de 1921 se reunieron en Shanghai, seguramente jamás imaginaron que 100 años después el partido iba a estar consolidado como el pilar fundamental de una China convertida en superpotencia, habiendo alcanzado logros monumentales.
La trayectoria del PCC ha estado cargada de duros obstáculos y proezas, desde el primerísimo momento. De hecho, el primer desafío de los fundadores del PCC fue tener que escapar de la persecución policial en Shanghai, completando el primer congreso partidario en un bote alquilado en la vecina Jiaxing. De ahí en adelante, la historia del partido se fundirá entre realizaciones y desgracias, como la cruel masacre sufrida en 1927 a manos de los nacionalistas apoyados desde el exterior.
Hacia 1934, cuando la esperanza de los comunistas parecía esfumarse, agobiados por la brutal campaña de aniquilación lanzada por el gobierno del Guomindang (KMT), Mao Zedong y otros líderes comunistas llevaron a cabo la “Larga Marcha”, una de las mayores hazañas militares de la historia. Fue una verdadera marcha de la muerte, bajo el asedio permanente del KMT y una geografía tan inhóspita como hostil. No obstante, un grupo de pioneros comunistas logró llegar a destino, tras marchar durante 370 días a lo largo de casi 10.000 kilómetros. La mayoría murió en el camino.
En las recónditas cuevas de Yan’an se forjó el carácter de los jóvenes cuadros del partido. Allí se reforzaron las bases organizativas, se reafirmaron los pilares de la ideología comunista y comenzó a tomar forma el sueño de una República Popular bajo el liderazgo de Mao Zedong.
Tras el inicio de la Guerra Civil, sobrevino el desafío de deponer las armas y constituir un frente unido para enfrentar a los invasores japoneses. Con la reanudación de la guerra contra los nacionalistas, las tropas comandadas por Mao derrotaron de manera aplastante al KMT y el 1º de octubre de 1949 quedó oficialmente creada la República Popular China (RPC).
La fundación y la etapa maoísta
A partir de la fundación de la RPC comienza una etapa muy turbulenta para China, signada por el aislamiento internacional en el marco de la Guerra Fría y por la decadencia económica, producto de las fallidas políticas colectivistas de Mao. Millones de chinos murieron de hambre tras el “Gran Salto Adelante” (1958-1961), un desastroso plan de rápida industrialización cuyas consecuencias demográficas duraron varias décadas y marcó a fuego la era de Mao.
Con la economía devastada y acorralado por el criticismo en el seno del PCC, Mao lanzó en 1966 la “Revolución Cultural”, uno de los períodos más oscuros de la historia moderna china. Los jóvenes chinos respondieron al llamado de su líder, lanzando una brutal y caótica persecución contra todo elemento considerado capitalista o tradicionalista en la sociedad china. La cifra de muertes que provocó este movimiento es desconocida y al día de la fecha sigue siendo un tema poco documentado y escasamente debatido en China.
Quizás los mayores logros de la etapa maoísta fueron la consolidación de la integración territorial y la recuperación de la dignidad internacional de China, tras más de un siglo de humillaciones frente a las grandes potencias colonialistas. Hacia 1949, China estaba totalmente arrasada por la guerra y desintegrada territorialmente en varias facciones.
En política exterior, Mao tuvo la astucia de protagonizar uno de los mayores giros geopolíticos de la Guerra Fría: el acercamiento a los EE.UU., en 1972, con el objetivo de contener la amenaza común que constituía la Unión Soviética.
Reforma y apertura
Tras la muerte de Mao, en 1976, el PCC reconvirtió radicalmente su rumbo en el plano económico, de la mano del rehabilitado líder reformista Deng Xioaping. En 1978 dio inicio el proceso de “Reforma y Apertura”, pilar de la futura consolidación de China como superpotencia económica y tecnológica.
Las acertadas reformas de Deng hicieron posible lo que muchos en Occidente han denominado el “milagro chino”, una fructífera etapa con impactantes tasas de crecimiento que no tiene precedentes en la historia, por su escala, magnitud y por los resultados sociales obtenidos.
Tras la muerte de Deng, en 1992 el poder recayó en Jiang Zemin, un dirigente que rápidamente exhibió grandes aptitudes políticas y diplomáticas. El nuevo líder supo garantizar la continuidad de las políticas económicas de Deng, frente a la creciente presión de sectores conservadores, dando inicio a otra etapa dorada de China.
Parte del gran legado de Jiang Zemin fue asegurar una transición de poder ordenada con su sucesor, Hu Jintao. El nuevo líder fijó como principal objetivo afianzar el proceso de crecimiento y desarrollo económico de China, en la búsqueda de una “sociedad armoniosa” y en el marco de un “ascenso pacífico” de China en el plano global.
La era de Xi
En 2012 se produjo un cambio decisivo en la conducción del PCC, con la llegada al poder de Xi Jinping, quien definitivamente ha iniciado una “nueva era” en China, con el norte puesto en las ambiciosas metas de los “dos centenarios”. La primera meta ha sido recientemente concretada, con la erradicación total de la pobreza extrema.
De acuerdo a estadísticas validadas por el Banco Mundial y otros organismos internacionales, unos 740 millones de chinos abandonaron la pobreza, desde 1978. Ahora, China se encamina a convertirse en un “país socialista moderno” hacia 2049, lo que significaría alcanzar ingresos medios equiparables a los ostentados actualmente por las principales economías de Occidente.
Hacia el exterior, Xi ha promovido la construcción de una “comunidad global de destino compartido”, en contraste con la postura confrontativa y unilateralista de los EEUU. Xi ha propuesto realizaciones concretas y no meras promesas, en el marco de la mega iniciativa de la Franja y la Ruta.
Paradojalmente, la tragedia de la pandemia de Covid-19 le ha dado la razón a Xi, sobre la necesidad de la cooperación global para poder superar esta amenaza global sin precedentes. En ese sentido, China ha buscado posicionarse como una superpotencia responsable, ofreciendo vacunas y asistencia sanitaria a todos los países que lo requieran, desde el inicio mismo de la pandemia. La cooperación con Argentina es un buen ejemplo de ello.
Claves del éxito del PCC
A lo largo de estos 100 años de historia, el PCC ha exhibido una línea de continuidad en sus fundamentos ideológicos, incorporando sucesivamente las tradiciones del marxismo-leninismo, el maoísmo, los aportes de Deng, Jiang, Hu, y finalmente, el pensamiento de Xi Jinping. Estos líderes fueron fieles defensores del legado recibido, el cual defendieron y fueron mejorando con sus contribuciones y propia experiencia.
No obstante, el PCC fue capaz de evolucionar ideológicamente a lo largo de la historia, con el objeto de responder a las necesidades y desafíos de cada tiempo, con notable realismo, pragmatismo, visión de largo plazo y minuciosa planificación, sobre todo a partir de 1978. Esas han sido las grandes claves del éxito centenario del PCC.
Pese a los reiterados vaticinios de supuesto colapso del modelo político que encarna el PCC, lo cierto es que, más allá de que nos guste o no dicho sistema, el partido luce más fuerte que nunca al celebrar su centenario. Y su amplia legitimación social no se basa en mera represión o censura, como también suele afirmarse sino que se fundamenta, ante todo, en los incuestionables logros económicos y sociales.
Es algo lógicamente difícil de comprender desde la óptica occidental, pero es la realidad. Sería bueno dejar de negarla o tergiversarla, ya que también es un dato de la realidad que China va camino a convertirse en la mayor superpotencia global bajo este sistema político y bajo el liderazgo de este partido que celebra sus primeros 100 años.
(*) Patricio Giusto es director del Observatorio Sino-Argentino, docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA y Master of China Studies y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China)
FUENTE: El Economista
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández