Y en ese contexto, lo que prevalece es el “carácter adultocéntrico” de esa información, tal como afirma la doctora en comunicación social Vanina Lanati. La especialista pone el acento en el derecho de las infancias a ser escuchadas y expresarse. Lanati es docente del profesorado en comunicación social de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), asesora pedagógica del Campus Virtual UNR y tutora en la maestría en comunicación digital interactiva.
Entre 2003 y 2015 funcionó a nivel nacional el Plan Escuela y Medios, que al igual que otros programas oficiales fue arrasado por el macrismo. Entre otras metas, se proponía enseñar el lenguaje de los medios masivos y cómo estos construyen la realidad. Ante la consulta sobre si no es indispensable recuperar estos proyectos para las escuelas, Lanati considera que lo es pero prestando atención a no limitar esta enseñanza a una materia: “Es indispensable y a su vez demodé. A las alfabetizaciones en medios muchas veces se las piensa en una materia: en la primaria en lengua, en la secundaria en sociales. Y no como una cuestión más transversal que es la alfabetización en medios y tecnologías, porque ya no se pueden pensar por separado”.
Otro aspecto de este debate que resalta Lanati es el carácter que prevalece en la información, sobre todo en tiempos de pandemia: “Es muy adultocéntrico, hay poca información dirigida a las niñas y a los niños”. Si bien aparecieron –señala- Seguimos Educando y Pakapaka más para responder a los contenidos escolares, “los noticieros y demás programas informativos siguen dirigiéndose a un público adulto, cuando las niñas y los niños están 24 horas adentro de la casa conviviendo con adultos que consumen medios y escuchando permanentemente aquello que se dice”.
—¿Cómo juegan aquí las perspectivas de derechos y de las infancias en la comunicación?
—En este sentido quien cumplió una labor fundamental, después de la sanción de la ley de medios, fue la Defensoría del Público. A principio del macrismo este organismo logró sobrevivir, pero después vinieron las intervenciones y dejó de hacer informes sobre qué noticias de radio y televisión aparecían relacionadas a la niñez. Que expusieron –por ejemplo- que sólo representaban el 0,1% del total y que nunca la mostraban en una situación favorable. Lo que falta es una instancia de poder escuchar a las niñas y los niños. Y esto también se relaciona con la pandemia. Siguen faltando las chicas y los chicos en las pantallas, para conocer qué piensan, qué sienten. Para todos la pandemia tiene un impacto subjetivo muy fuerte, para las niñas y los niños también. Son los que están más aislados en este confinamiento, los que menos permiso tienen para salir y a la vez los más silenciados. El único lugar donde hay un intercambio, aún en la virtualidad, es la escuela; donde los chicos han podido, a través de un dibujo o una redacción, contar algo de lo que les está pasando en este momento.
—¿Qué pasa con el resto del tiempo cuando permanecen frente a las pantallas o la tele queda prendida por fuera de lo que les propone la escuela?
—No solo no son convocados para contar lo que les está pasando, sino que en general el resto de los contenidos no considera que detrás de esas pantallas haya interlocutores niños y niñas. Salvo algunas excepciones como Pakapaka o de proyectos comunitarios y la circulación podcast con las voces de las chicas y los chicos sobre qué están haciendo ahora en la pandemia, no se los tiene en cuenta. Y si los adultos estamos sobre-expuestos a una información, que los mismos equipos psicológicos piden no hacerlo porque genera ansiedad y angustia, más lo están las niñas y los niños. Expuestos frente a esta incertidumbre sobre la que los adultos ni siquiera podemos dar respuestas. Incluso hasta el último anuncio de (el presidente de la Nación) Alberto Fernández donde adelanta que las niñas y los niños podían salir y que después Perotti y Javkin dijeron que esa medida no alcanzaba a Rosario. Y estos niños y niñas están pendientes, hoy conocen quién es su presidente, lo escuchan por la tele. Son niños que están informados.
—La información llega hoy más rápido por las redes sociales. ¿Cómo juegan en la discusión estos medios?
—Hoy son las redes sociales, hace unos años eran los blogs. Tuve una profesora de historia que siempre nos decía “no hay que saber todo sino dónde hay que ir a buscarlo”. Con la información en los medios en general y en los medios digitales pasa lo mismo. Las niñas y los niños si tienen acceso a un dispositivo móvil o a una compu saben cómo buscar esa información, el punto es cuál de toda la que nos tira internet, y que aparece por una lógica que tiene que ver con los algoritmos y no con lo verídico o la seriedad, nos sirve.
—Hay un tema en común en este debate que es la lectura. ¿En qué hacer eje cuando se la piensa en la escuela?
—Celebro la vuelta del Plan Nacional de Lecturas, porque en los lugares donde hay libros, bibliotecas y buenas ideas los niños y las niñas son súper proclives a visitarlas, a disfrutarlas y a jugar con los libros. Disiento con la afirmación que dice que si los niños tienen que elegir entre un celular y un libro, no eligen el libro. El punto es que siempre tiene que haber un grupo de adultos cercano que acompañe. Y no necesariamente esto está limitado a que haya libros en casa o si los podemos comprar. Si la escuela tiene una buena biblioteca, está abierta en el recreo y tiene una bibliotecaria o bibliotecario que sabe invitar a los chicos a un juego de mesa y también a llevarse un libro se da ese intercambio. Lo he visto en bibliotecas de escuelas y en otras como la de La Vigil, que estos últimos años ha estado llena de chicos y chicas que van a hacer la tarea o a llevarse libros. Hay una estigmatización respecto de decir que los niños están siempre pegados a las pantallas, como si los adultos no lo estuviésemos.
FUENTE: El Eslabón