El "consenso", el "acuerdo", las "políticas de Estado", son términos que caen en la órbita de lo "políticamente correcto". Sin embargo, ¿quién determina o establece qué es y qué no es políticamente correcto? ¿Se coarta con esta caracterización la capacidad de pensar críticamente?
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Hay una tendencia, cada vez más fuerte, a que se definan posiciones o discursos "políticamente correctos". Son frases, respuestas, opiniones que no desentonan respecto a lo que "los demás" piensan. Nos ubican en un lugar parecido al de la mayoría que nos rodea. Si nos paramos en los lugares "políticamente correctos" casi seguro nadie nos va a criticar. A no ser que nos crucemos con un marginal que crea que sea preferible actuar o pensar al revés.
Vayamos a algunos ejemplos.
Hablar a favor del consenso, de los acuerdos políticos, de las políticas de estado acordadas por todos, es "políticamente correcto", aunque esas frases salgan de boca de dirigentes que en sus propias estructuras políticas evitan el diálogo y el consenso. Binner vive hablando del consenso, pero está tratando de imponer como sea a su sucesor en la gobernación de Santa Fe, descalificando a otros pretendientes de su mismo espacio político. Carrió habla de consensos, cuando su partido tenía hasta hace poco el triste récord de intervenciones en distintos distritos para evitar cualquier oposición interna.
Criticar los fallos de la justicia es "políticamente incorrecto", aunque perjudiquen claramente nuestras vidas, como en el caso de la cautelar a favor de la petrolera Shell que le permitió aumentar los precios de los combustibles.
Alabar a Lula Da Silva, presidente de Brasil, es "políticamente correcto". Queda bien, nos da cierta idea de "mundo", de conocedor de realidades "más allá de nuestras fronteras". Hablar bien de Chávez es "políticamente incorrecto", aunque las batallas que el presidente venezolano está dando son bastante parecidas a las que Lula está dando con los medios de comunicación, algunas corporaciones y la oposición política de derecha.
Todos estamos tentados a caer en los lugares "políticamente correctos". Ahora ¿quién los configura? ¿Quién hace que sea correcto o incorrecto una frase o una posición política? Alguno nos dirá, la opinión pública, la "gente" entre comillas, como llaman algunos. Pero nos atrevemos a repreguntar: ¿quién forma a la opinión pública? ¿Quién se encarga de que la "gente" piense como piensa y no de otra manera?
No hay una respuesta única. Pero suele haber dos extremos. Los que piensan que la opinión pública se forma casi espontáneamente, por obra y gracias del Espíritu Santo y los que creen que la opinión pública es el resultado lineal de la manipulación que algunos ejercen sobre la gente a través de los medios de comunicación social. Seguramente la realidad estará en algún punto intermedio entre estas dos posiciones extremas.
Pero lo que queremos destacar es que las posiciones políticamente correctas o incorrectas pocas veces son el resultado de procesos de reflexión, de pensamiento autónomo. Suelen estar fuertemente condicionados por los intereses de algunos pocos a los que les conviene que nosotros pensemos sobre determinados temas de una cierta manera y no de otra. Por eso, hay que poner siempre en duda si los lugares políticamente correctos son verdaderamente correctos o no.
¿Por qué algunos querrán que evitemos toda crítica a la Justicia cuando es una institución de la república formada por hombres que tienen los mismos condicionamientos que cualquiera de nosotros? ¿O un juez de la Corte Suprema no tiene las mismas pasiones que un taxista o un mozo de un bar?
¿Por qué algunos querrán que demonicemos a Chávez sin siquiera explicarnos a fondo cuál es el sentido de sus medidas de gobierno? ¿Por qué algunos querrán que tomemos a Lula como modelo? ¿Acaso no habrá intereses económicos o políticos detrás?
¿Por qué hay que negar que la vida política o económica tenga conflictos y que sea imposible lograr una sociedad más justa sin que haya tensiones? ¿Alguien puede pensar que sacarles a unos que tienen mucho para que otros tengan algo más puede ser una tarea sin conflictos?
Creemos que es imposible profundizar el análisis de la realidad si no estamos dispuestos como ciudadanos a pensar con autonomía, con nuestra propia cabeza, formando nuestros propios criterios, haciendo nuestros propios juicios de valor. Cuando lo hagamos, ya no habrá posiciones políticamente correctas. Cada uno de nosotros diremos y haremos lo que nuestra conciencia nos dicte, de acuerdo a nuestras convicciones e ideas, sin pensar si eso va a caer bien o mal en los que tratan de decirnos, cada día, cómo tenemos que actuar y pensar.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal
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