La manifestación del 8N es una muestra cabal de la buena salud de la democracia argentina. Si alguien pensó que la democracia o la figura presidencial se iba a ver debilitada, se equivocó.
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La marcha de ayer superó la concurrencia a los cacerolazos de septiembre. Su cuantía numérica será objeto de disputa. El sector que la organizó, quienes participaron, los medios dominantes y la dirigencia opositora la considerarán un éxito que superó sus expectativas.
A primera vista se amplió el número, pero no se enriqueció el espectro social. Una muchedumbre se hizo presente en el tradicional epicentro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También hubo movilizaciones en diferentes ciudades de varias provincias, un síntoma del afán de un sector de la ciudadanía de "disputar la calle" al kirchnerismo.
Sin embargo, así como la coyuntura política, institucional, social y económica de los cacerolazos del 2001 y 2002 no era en nada similar a la actual, tampoco lo es la capacidad del Poder Ejecutivo nacional para resistir planteos destituyentes. Es claro que el kirchnerismo tiene un entrenamiento en este sentido que lo ha fortalecido a lo largo de su gestión.
Recordemos, a modo de ejemplo, las corridas cambiarias, las presiones provenientes del FMI, de los fondos buitres, de Estados Unidos y otras potencias, de las empresas de servicios privatizadas, de corporaciones patronales como la mesa de enlace y de otros actores nacionales e internacionales. De todos esos conflictos el gobierno ha salido airoso y, a consecuencia de las decisiones tomadas en dichas situaciones, el pueblo lo ha premiado, fortaleciéndolo con el 55% de los sufragios en la última elección presidencial.
Políticamente hablando, quienes deben hacerse cargo de los reclamos de las cacerolas de ayer son los opositores. La presidenta ya ha manifestado muy claramente que no va a cambiar de rumbo ni de convicciones y propuso que haya líderes políticos capaces de tomar los reclamos del 8N y poder representarlos fielmente en una opción política viable.
Por otra parte, la oposición se ve sobrepasada por la variedad y amplitud de los reclamos y consignas que van desde "Recuperen la Fragata" hasta "Volvé Néstor. Te olvidaste a Cristina", pasando por la más repetida cuestión de la "inseguridad". Son demasiadas consignas como para poder incluirlas a todas. Ahora bien, ¿es eso lo que se espera de un partido o líder político? ¿No sería más rico para la democracia que los partidos de oposición tengan programas y propuestas que enriquezcan la política nacional y que atraigan a una mayoría capaz de convertirlos en gobierno?
AGRESIÓN A PERIODISTAS
Al igual que había sucedido en el cacerolazo del 13 de septiembre, la violencia y el odio no sólo se descargaron sobre la presidenta y la política en general, sino que también hubo que lamentar hechos de agresión a otra institución de la democracia como es la prensa.
El periodista de C5N Néstor Dib fue agredido por un manifestante mientras estaba al aire. Desde atrás, un joven le pegó una trompada en la cara, luego de haberlo increpado previamente dentro del móvil de la señal de noticias. El agresor fue identificado como Nicolás Ayuso, de 29 años, y fue detenido por la policía. C5N informó que luego de conocido el incidente, el joven fue despedido de la empresa SanCor seguros, donde trabajaba.
Por otra parte, otros manifestantes agredieron y amenazaron al equipo del programa de televisión Duro De Domar que estaba cubriendo la manifestación.
Además, ocurrió otro acto violento, pero esta vez en la ciudad de Santa Fe. Aquí el 8N comenzó con un ataque a un mural y a una placa de Rodolfo Walsh. La obra plástica había sido realizada por el círculo de dibujantes santafesinos y el sindicato de prensa. El acto vandálico lo firmó la agrupación Juventud Vanguardia Nacionalista.