Viernes, 29 Octubre 2010 13:58

Cinco Sentidos para Conjugar Sensaciones

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cortejo-funebre-kirchnerUn repaso de las sensaciones generadas por los acontecimientos disparados tras el fallecimiento de Néstor Kirchner. Análisis, recuerdos, legados y esperanzas para la Argentina que se viene

 

Un repaso de las sensaciones generadas por los acontecimientos disparados tras el fallecimiento de Néstor Kirchner. Análisis, recuerdos, legados y esperanzas para la Argentina que se viene

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cortejo-funebre-kirchnerEn estos tres días me senté innumerables veces frente a este teclado intentando poner en palabras las sensaciones que, sin pausa, se amontonaban en mí una tras otra. Hoy, mientras el presidente Néstor Kirchner (sí, el presidente!) hace su viaje definitivo, se me ocurría que podía ilustrar esas sensaciones por medio de mis sentidos. Porque en cierta forma es así. Mis cinco sentidos se me manifestaron a lo largo de estas 72 horas.

En todo este tiempo, olí, experimenté sabores, toqué, vi, escuché...

Sentí el olor a podredumbre de personajes deleznables como Rosendo Fraga que mientras el país trataba de salir de su asombro del impacto inicial de la noticia, ya estaba jugando sus operaciones mediáticas desde las columnas del diario de los Mitre. El olor a barro de Julio Cobos intentando desesperadamente encontrar una fórmula políticamente correcta que le permitiese alcanzar algún equilibrio entre sus traiciones y su necesidad de tener un gesto de acercamiento hacia el gobierno y el electorado al que había traicionado.

Sentí el salado sabor de mis lágrimas rebeldes que se me escurrían por lo labios cuando veía a esa multitud en dolorosa procesión para poder decirle adiós y gracias a su presidente, a su compañero, a su amigo. Cuando escuché las sentidas palabras de Hugo Chávez apenas puso un pie en el país. "Se ha muerto un justo... llorarlo no es suficiente, debemos seguir su ejemplo". Cuando vi a Lula abrazar a Cristina mientras intentaba, sin éxito, mostrarse fuerte y contener sus propias lágrimas. Cuando Correa, también abrazando a Cristina apretaba el entrecejo en otra muestra de dolor genuino. Y no pude controlar un llanto desconsolado cuando tuve frente a mí a esa monumental obra gráfica de Daniel Paz en la portada de Página 12 con un Néstor llamándonos a todos a ser fuertes.

También toqué y acaricié a la distancia ese roble injusto e implacable donde descansaba nuestro compañero y amigo. Sé que es una metáfora, pero permítanme la licencia.

También vi y escuché... Sobre todo, vi y escuché.

Escuché a un pueblo darle fuerza a su presidenta. Escuché a dirigentes, de un lado y del otro hablar sobre la figura de Kirchner. Comentábamos con un amigo que es increíble que en este país parezca que hay que morirse para recibir reconocimiento de los méritos. También lo vi y lo escuché a Jorge Lanata, a Ricardo Forster, a Mario Wainfeld, a Gustavo Sylvestre, a Alcira Argumedo, a Eduardo Aliverti, a José Pablo Feinmann y a muchísimos más. Con muchos me identifiqué, con otros disentí y también hubo con quienes en parte, como ser el propio Lanata, me movieron a la reflexión por más que instintivamente adoptase una postura de escepticismo.

De todas esas cosas que vi y escuché se me vinieron a la memoria momentos únicos, que con los años quizás tomen la estatura de gesta como el, a mi juicio mejor y más importante, discurso de Kirchner en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en el 2005. Aquella vez donde el presidente, lideró el abroquelamiento que impidió la imposición del ALCA y le dijo al en ese momento todopoderoso Bush, "ustedes son tan responsables como nosotros por la injusticia y la miseria que vive nuestro continente".

Y mientras esas ideas daban vueltas por mi cabeza escuchaba en un salón de clases de la Universidad, a un muy querido colega mío explicar cómo tras la crisis financiera asiática de 1997 –producto también de las recetas del Consenso de Washington– y cómo las posteriores "recomendaciones" del Fondo Monetario sólo sirvieron para salvar a las grandes instituciones financieras a costa de la miseria de los pueblos afectados, generaron una ola de repulsión y rechazo contra el organismo y sus recomendaciones y derivaron en una suerte de búsqueda identitaria que les dé respuestas y soluciones propias a sus problemas.

Esto pasó cuatro años antes de nuestro diciembre de 2001 y seis antes de la irrupción de Kirchner en la escena nacional. Vaya paradoja. Muy pocos nos enteramos de esto y resulta que terminó siendo algo muy similar a las respuestas buscadas en nuestras propias tierras. Es, dicho sea de paso, una muestra de que algo se cocina a fuego muy lento en la trastienda mundial.

Todo lo cual me lleva a un pensamiento final. Si tuviese que quedarme con alguna de las docenas y docenas de reflexiones que vi y escuché en estos tres días elegiría una que viene de dos personas distintas, pero que ilustran algo parecido. Hugo Chávez dijo el mismo día del fallecimiento de Kirchner por la cadena Telesur, que José Martí contaba que si tuviese que elegir una forma de morir que esa forma sería de cara al Sol. Por su parte, una dirigente social decía más o menos al mismo tiempo que desde que Kirchner apareció en la política argentina, para los pobres volvió a salir el Sol.

Y esta es una imagen que me gusta y me reconforta. Una imagen que puede impulsarnos a recobrar fuerzas y seguir adelante. Parafraseando al propio presidente, Kirchner condujo a la Argentina hacia el fin de la larga noche neoliberal y le dio a millones de personas un nuevo amanecer. Quizás para cada uno habrá sido un amanecer de distinto significado. Pero me parece que ese legado es el que debemos levantar y reivindicar para seguir construyendo la Argentina que él y todos nosotros soñamos y seguiremos soñando.

 

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal

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