La recuperación del empleo acontecida en el lapso comprendido entre los años 2003 y el segundo semestre de 2013 logró bajar a menos de un tercio la tasa de desempleo abierto ocurrida tras la crisis neoliberal del año 2001.
Lo mismo sucedió con el trabajo informal que descendió 20 puntos en igual lapso. Sin embargo a pesar del notable crecimiento económico que en la década supero el 95% del PBI y regionalmente resultó el más robusto duplicando por caso al crecimiento de Brasil, a pesar de este notable dinamismo decimos, persisten tasas de alta informalidad en torno al 34% de la PEA.
Para instaurar el nuevo modelo neoliberal hubieron, entre otras prácticas del terrorismo estatal, un sostenido proceso de desindustrialización como política de base vía apertura económica salvaje que destruyó paulatinamente la industria sustitutiva para instaurar en su reemplazo el modelo de valorización financiera.
Por otra parte, con la morfología actual del mercado de trabajo signado por bajo desempleo y persistencia de altos niveles de trabajo informal, los niveles salariales muestran un notable achatamiento a punto que oficialmente se informó que antes del aumento del mínimo no imponible el 81% de los asalariados no pagaban ganancias y luego del incremento el 95% no lo hacen, por percibir ingresos por debajo (en promedio) de los U$S 1.500 mensuales.
Esta circunstancia de penuria salarial e informalidad laboral persistente, explica por qué con apenas 7% de desempleo y sin planes sociales, la estructura productiva nacional funciona con un régimen de 20% de pobreza si no existieran planes de asistencia como la AUH, y una brecha entre el 10% más rico y más pobre de perceptores de ingresos de 17 veces, que sin planes se estiraría a 25 veces.
A su vez una de las experiencias -iniciada a mediados de los años 70 a sangre y fuego con la dictadura y profundizada en los años 90- que explica el deterioro de salarios, el aumento de la informalidad laboral y la inequidad distributiva, es el desembarco neoliberal y el cambio del modelo de acumulación.
Para instaurar el nuevo modelo neoliberal hubieron, entre otras prácticas del terrorismo estatal -la clausura de la actividad gremial, eliminación de paritarias , alta inflación, tablita cambiaria, endeudamiento externo galopante- , un sostenido proceso de desindustrialización como política de base vía apertura económica salvaje que destruyó paulatinamente la industria sustitutiva para instaurar en su reemplazo el modelo de valorización financiera.
Así las cosas, la necesidad de re industrialización se ubica en la base del cambio de modelo económico, la formalización del mercado, la lucha contra la pobreza y las mejoras en el patrón distributivo.
Los logros en el proceso reindustrializador del gobierno nacional pueden observarse en La Argentina en la pos convertibilidad: ¿Un nuevo modelo de desarrollo? de Paula Belloni y Andrés Wainer, estudio del que extraemos este señalamiento.
Tal como pudo observarse en el Gráfico de apertura, como consecuencia de un significativo ritmo de crecimiento entre 2003 y 2008 (17% anual acumulativo) y una mayor recuperación en 2010, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) incrementaron su participación en la canasta exportadora.
Esta evolución estuvo muy influida por el desempeño exportador de la industria automotriz, la cual incrementó significativamente sus ventas al exterior a partir de los acuerdos comerciales alcanzados con Brasil y, en menor medida, México. De esta manera, las MOI llegaron a ser el rubro de mayor participación relativa en el último año considerado, desplazando al segundo lugar a las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), las cuales redujeron su participación respecto al promedio de la década anterior aunque, no obstante, siguen representando un tercio del total.
Por el contrario, no varió significativamente la participación de las exportaciones de productos primarios (21% promedio en la pos convertibilidad frente al 23% en los años 90’). En realidad, la evolución de las exportaciones de productos primarios durante la pos convertibilidad fue bastante menos favorable que las de productos manufacturados hasta 2006, pero a partir de allí las primeras dan un salto importante.
A su vez, como se mencionó, buena parte del impulso a las exportaciones MOI se debió al incremento de las ventas de uno de los sectores cuyo saldo comercial representa uno de los más negativos de la economía: vehículos automotores. La mayor parte del resto de las exportaciones industriales se vieron favorecidas por el alza en los precios de los commodities industriales, especialmente en acero, aluminio y plásticos. La industria siderúrgica, por su parte, amplió y concentró su capacidad productiva –aprovechando la coyuntura de buenos precios internacionales– para aumentar su penetración en el mercado norteamericano (Bianco, Porta, y Vismara, 2007).
Pareciera ser que, haciendo abstracción del tema precios internacionales, el “modelo de dólar alto” efectivamente incentivó las exportaciones de manufacturas de origen industrial. Sin embargo, cabe señalar algunas cuestiones al respecto:
• El 65% de las exportaciones de bienes en 2010 seguía correspondiendo a bienes primarios y/o manufacturas basadas en el aprovechamiento de los recursos naturales (ventajas comparativas estáticas).
• Sólo cinco ramas (agroindustria, automotriz, refinación de petróleo, productos y sustancias químicas y metales comunes) concentran más del 83% de las exportaciones industriales, de las cuales –como se mostrará en la siguiente Sección, en donde se analiza el saldo comercial del sector industrial– dos son ampliamente deficitarias en su comercio exterior (automotriz y sustancias y productos químicos).
• A pesar del incremento de las exportaciones MOI, este rubro sigue siendo por lejos el más deficitario del balance comercial (-26.000 millones en 2008), déficit que es cubierto fundamentalmente con las exportaciones de MOA y de productos primarios.
• Del 35% de las exportaciones que corresponden a bienes de origen industrial, la mayor parte corresponde a la producción de commodities (acero, aluminio, sustancias químicas), es decir, la Argentina es mayormente tomadora de precios y no compite a través de la diferenciación de productos. Asimismo, las exportaciones de este tipo de bienes están altamente concentradas en un conjunto reducido de grandes empresas entre las cuales predominan ampliamente las de capital extranjero.
En definitiva, no cabe duda de que el nuevo “modelo” fue más favorable para la exportación de manufacturas de origen industrial que el régimen de convertibilidad, aunque el tipo de cambio alto como elemento casi excluyente de la política económica no alcanzó para modificar significativamente la composición de la canasta exportadora del país.
No cabe duda de que el nuevo “modelo” fue más favorable para la exportación de manufacturas de origen industrial que el régimen de convertibilidad, aunque el tipo de cambio alto como elemento casi excluyente de la política económica no alcanzó para modificar significativamente la composición de la canasta exportadora del país.
Estos resultados son compatibles con los obtenidos por un conjunto de investigaciones que concluyen que no hubo un cambio estructural en la industria argentina (Azpiazu y Schorr, 2010a y 2011; Fernández Bugna y Porta, 2008).
Inclusive las pocas políticas de promoción al sector industrial tuvieron como destinatarios justamente a los actores previamente consolidados, mayormente vinculados con la producción de insumos difundidos y la armaduría automotriz; favoreciendo así la concentración económica y tornándose en beneficios redundantes dado que son sectores que de todos modos se hubieran expandido tras la mejora en la competitividad producida con la devaluación de la moneda (Azpiazu, 2008). Para finalizar es bueno recordar que la reindustrialización del país como objetivo central de la agenda futura, encuentra en los acontecimientos del pasado reciente la magnitud del desafío en un país virtualmente desguazado en su estructura industria.
Algunos ejemplos tomados al azar de aquella vieja "industria nacional" suprimida a sangre y fuego a partir del proceso militar y la apertura indiscriminada de los años 90.
• La Argentina fue el quinto país a nivel mundial en producir aviones a reacción (Pulqui I y Pulqui II).
• Construyó el tractor Pampa, movido con aceite comestible, en la década del 50.
• Construyó una planta piloto para la producción de agua pesada con tecnología propia.
• En Pilcaniyeu logró acceder al enriquecimiento de uranio.
• Produjo plutonio a nivel de laboratorio (Centro Constituyentes de la CNEA).
• Diseñó y fabricó en Córdoba el Torino, cuya producción seriada se discontinuó sin más en 1982, al acceder totalmente la Renault francesa al manejo de IKA.
• Finalmente, entre muchos otros ejemplos posibles, fabricó el Tanque Argentino Mediano y cañones pesados para la defensa nacional.
• En años recientes, el avión Pampa de entrenamiento avanzado vio interrumpida su producción cuando la vieja fábrica militar de aviones fue servilmente cedida a la Lockeed; el misil Cóndor terminó en los desarmaderos de los Estados Unidos, y la fábrica de Falda del Carmen fue prácticamente aniquilada.
• La empresa INVAP, de San Carlos de Bariloche, diseñó el prototipo del CAREM, un mini reactor modular, de múltiples propósitos (producción de energía, calefacción o desalinización de aguas); nunca se contó con presupuesto para su fabricación y se boicotearon todas las propuestas externas de crear una sociedad binacional para competir en el mercado mundial. El CAREM es ideal para su instalación en países en vías de desarrollo, por su bajo costo y facilidad de mantenimiento.
Desandar este camino de enorme destrucción productiva desplegado durante un cuarto de siglo no es tarea sencilla y requerirá de la profundización del proyecto iniciado en mayo del año 2003 que, aún con avances y retrocesos, materias pendientes, resultó desde la recuperación democrática de hace tres décadas, el único modelo de desarrollo capaz de resituar al país en el camino de la reindustrialización de su estructura productiva.
(*) Sociólogo, Director Consultora Equis. Especialista en estudios de mercado de trabajo, distribución del ingreso y pobreza. Consultor en opinión pública.
FUENTE: Telam