Miércoles, 22 Junio 2011 13:39

Cuatro Razones Para No Eliminar los Derechos de Exportación

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exportacionesLuego de anunciar su candidatura a presidente, Hermes Binner menifestó su intención de reducir los derechos de exportación agrícolas en caso de acceder a la presidencia. Aquí se exponen cuatro motivos por los cuales sería un gravísimo error de política económica deshacerse de los gravámenes a las exportaciones agropecuarias

 

Luego de anunciar su candidatura a presidente, Hermes Binner menifestó su intención de reducir los derechos de exportación agrícolas en caso de acceder a la presidencia. Aquí se exponen cuatro motivos por los cuales sería un gravísimo error de política económica deshacerse de los gravámenes a las exportaciones agropecuarias

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exportacionesLuego de anunciar su candidatura a presidente, en sus primeras declaraciones referentes a la política económica nacional Hermes Binner se refirió al tema de los derechos de exportación. Anunció allí, sin mediar mayor análisis, su intención de reducir los derechos de exportación agrícolas en caso de acceder a la presidencia, reavivando un debate instalado desde el año 2008.

Sin embargo, se trata de un asunto demasiado importante como para ser enfocado desde un punto de vista mediático y electoralista. Realizando un análisis cuidadoso, hemos encontrado cuatro motivos sólidos y contundentes por los cuales consideramos que sería un gravísimo error de política económica deshacerse de los gravámenes a las exportaciones agropecuarias.

PRIMERO, resultan cruciales para el mantenimiento de cuentas fiscales ordenadas. En el año 2010 el Sector Público Nacional registró un superávit financiero de 3.000 millones de pesos, habiendo incluido entre sus ingresos 43.000 millones de pesos provenientes de derechos de exportación, de los cuales 25.000 pertenecieron solamente a la soja.

Esto significa que, si se hubiesen eliminado las retenciones a la soja, el Estado habría incurrido en un déficit fiscal de 22.000 millones de pesos. Este bache hubiese debido ser cubierto mediante endeudamiento o mediante emisión monetaria, lo cual entre 1976 y 2002 ha demostrado ser altamente nocivo ya que resultó en un desfinanciamiento del sector privado a la hora de invertir (dictadura militar y década del '90) o en hiperinflación (década del '80).

SEGUNDO, y directamente vinculado a lo anterior, cumplen una función monetaria. En un país que busca sostener un balance comercial externo superavitario y cuidar su producción nacional, se debe mantener en todo momento un tipo de cambio competitivo. Los dólares ingresados por las exportaciones inundan el mercado de cambios, haciendo que el valor de dólar caiga. Esto encarece las exportaciones y abarata las importaciones, poniendo en peligro los puestos de trabajo nacionales.

El Banco Central puede evitar en principio que esto suceda comprando esos dólares excedentes, y tiene dos maneras de hacerlo: emitiendo deuda (LEBACs) o pesos. La primera hace subir la tasa de interés, obstaculizando la inversión, mientras que la segunda genera un torrente de pesos que supera al necesario para mantener la liquidez, desembocando en una mayor inflación. Inflación con tipo de cambio fijo equivale a una suba de los costos en moneda extranjera, perjudicando así la competitividad y el empleo.

La única herramienta capaz de salir de este encierro planteado por la inflación, el tipo de cambio y la tasa de interés es el superávit fiscal. Si el Estado cuenta con un ahorro suficiente, puede comprar esos dólares excedentes para evitar que el peso se sobrevalúe sin que el BCRA emita moneda ni deuda. Y tal como hemos demostrado en el primer párrafo, eliminando las retenciones el sector público se vuelve deficitario.

Esto nos lleva a la TERCERA función, que es la distributiva. Algo tan importante como la estabilidad monetaria requiere el logro de superávit fiscal. Sin embargo, como todo esfuerzo de ahorro, alguien tiene que soportarlo. ¿Cómo hemos de lograrlo? ¿Incrementando los impuestos que pagan la totalidad de los sectores económicos? ¿Reduciendo los salarios, el gasto social y la inversión pública?

La realidad es que no es justo que la totalidad del sistema económico argentino deba soportar menores prestaciones públicas o mayores impuestos a causa de los mayores precios agropecuarios, que sólo benefician a los grandes propietarios de tierras. Se deduce entonces que lo más lógico sería que los principales beneficiarios del alza de los precios de los commodities sean los que soporten la carga del superávit fiscal. De no aplicar este criterio, se generaría una brutal transferencia de ingresos hacia los grandes propietarios agrícolas.

En CUARTO lugar, y también estrechamente vinculado con los dos puntos anteriores, existe la cuestión vinculada al desarrollo industrial. Dos destacados economistas argentinos como Aldo Ferrer y Marcelo Diammand han sido más que claros al respecto: la mayor competitividad con que cuenta el sector agrícola respecto al industrial genera un impedimento al crecimiento de este último.

Para explicarlo en palabras simples: si a un determinado tipo de cambio el agro es superavitario y la industria deficitaria, entonces el primero tiene un "tipo de cambio de equilibrio" (importa y exporta por el mismo monto, con balanza en 0) que es más bajo que el de la industria (como es menos competitiva, necesita un dólar más caro para quedar en equilibrio externo). Dicho de otra manera, lo dólares ingresados por exportaciones primarias revalúan el tipo de cambio y hacen que la industria enfrente importaciones baratas, limitando su crecimiento.

Dado que los esquemas de tipos de cambio múltiples son de difícil aplicación, lo más conveniente es aplicar una medida equivalente como lo son las retenciones a las exportaciones agrícolas.

En conclusión, hemos visto cómo la desaparición de las retenciones a las exportaciones agrícolas tiene efectos negativos desde el punto de vista fiscal, monetario, distributivo y de desarrollo.

 

(*) Licenciado en Economía. Economista de la Fundación para la Integración Federal

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