Martes, 18 Octubre 2011 13:17

Las Palabras y los Intelectuales

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intelectuales_BA poco menos de quince días de las elecciones, un grupo de intelectuales críticos del proyecto K suscribió una solicitud apoyando la figura de Hermes Binner. Más allá de los nombres propios, un recorrido por el documento y las contradicciones en el estilo discursivo

 

A poco menos de quince días de las elecciones, un grupo de intelectuales críticos del proyecto K suscribió una solicitud apoyando la figura de Hermes Binner. Más allá de los nombres propios, un recorrido por el documento y las contradicciones en el estilo discursivo

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intelectuales_BLa palabra es a la política su condición básica, esencial, determinante. Para un intelectual es su razón de ser junto con el pensamiento articulado y racional. De hecho, fue Aristóteles quien definió al hombre como un animal político por una condición distintiva respecto de otros seres vivos: el lenguaje.

En la Argentina de los últimos años, producto de un proyecto político que ha puesto en cuestionamiento algunos preceptos que parecían verdades sagradas, la palabra, a través de la discusión política, ha recuperado el lugar central que le corresponde en la vida de una sociedad moderna y dinámica.

De esta forma, producto de los cuestionamientos a las grandes corporaciones, y a caballo de medidas y hechos políticos que son de una estricta justicia, un grupo de intelectuales (de manera cada vez más numerosa) se sumó a un proyecto político como el kirchnerismo que tuvo la virtud de darle un espacio de contención desde el cual se lo ha escuchado con atención, a partir de todo lo que tenía para aportar. Si bien el primer grupo que se dio una organización a lo largo y ancho del país fue Carta Abierta, lo cierto es que, esas mismas corporaciones que el kirchnerismo interpeló, tuvieron la actitud inicial y permanente de desacreditar al espacio al llamarlos "intelectuales K".

Más allá del mamarracho mediático que significó la aparición y rápido paso a cuarteles de invierno del olvidado Grupo Aurora, siempre existieron otros pensadores que, desde la estricta individualidad y diferentes espacios, pero fundamentalmente desde los grandes medios de comunicación, nacionales e internacionales, fueron críticos de la construcción política kirchnerista. Pero ahora, y al calor de un proceso electoral que se presenta decididamente apático dado que el triunfo de Cristina Fernández se da por descontado, ha surgido un grupo de intelectuales que, aún lejos de alguna forma de organización, se ha decidido a apoyar e identificarse públicamente con la figura de Hermes Binner.

Sin necesidad de poner el eje sobre las calidades humanas de cada uno de ellos, como algunos analistas han intentado abordar en los últimos días, debe resultar de nuestro interés conocer qué le están diciendo a la sociedad que lee y escucha su solicitada en los distintos medios.

Desde el comienzo, la carta tiene la virtud de mencionar al "pueblo" como un sujeto de referencia. Concepto política y sociológicamente polémico si los hay, es un hecho positivo en sí mismo que desde ciertas corrientes de pensamiento que han hecho del elitismo su razón de ser, se hable de pueblo como una entidad que ha alcanzado determinados logros en el período que ha gobernado el kirchnerismo. De esta manera, casi toda la primera parte de la carta es una constante referencia a las mejoras ostensibles que "nuestro pueblo" habría alcanzado. Si bien tiene el buen tino de recordarnos todo lo que falta y todas las injusticias que padecemos cotidianamente, reconoce el rol y la importancia del Estado como actor y protagonista del escenario social.

Ahora bien, de sus líneas parece desprenderse otra constante: el "pueblo" habría logrado todos esos beneficios sin que haya ningún responsable político institucional que haya llevado el proceso adelante. Las inocultables mejoras que nuestros intelectuales opositores pueden obviar, no son la resultante ni la consecuencia de un proyecto que sentó determinadas bases: parece como que nadie es responsable de haber generado las condiciones para que se hayan creado 5.000.000 de puestos de trabajo, no existe dirigente político que haya impulsado el aumento del presupuesto en educación, ciencia y tecnología; que centenares de represores estén enjuiciados y presos es el resultado de un clima de época y nada más que de ello; que Argentina haya pasado la crisis internacional de 2009 y de este presente 2011 sin que se haya detenido su crecimiento es la resultante del alineamiento de los planetas; que la sociedad argentina comience a disfrutar de una ley de medios que rompe con las posiciones dominantes y que nos ofrece una multiplicidad de voces acorde a los tiempos que hoy nos ofrece la tecnología ha sido un buen chiste del destino; y que la pobreza y la indigencia se hayan reducido de manera considerable es producto de la casualidad y no de una causalidad sistémica.

Pero esta forma de abordar la realidad nacional tiene un serio inconveniente: niega la esencia de las cosas. Al ocultar la identificación al proyecto, como así también a sus conductores quienes, indudablemente, resultan los grandes articuladores de los beneficios de estos años para "nuestro pueblo", vacía de contenido a un período histórico que ha resultado muy rico en debates, ideas y propuestas. Al no poner nombre y apellido de esos responsables, niega uno de los sentidos esenciales de la política: la institucionalización de los logros. Cada una de las medidas que hemos nombrado anteriormente y que, estos intelectuales parecen reconocer según se desprende de su solicitada, se han transformado en logros que vinieron de la mano de leyes, normas y disposiciones que llegaron para quedarse. Negar esto sería tapar el sol con la mano.

Pero además, la carta incluye otra marcada contradicción. Reconocen en Hermes Binner al hombre que habría sabido darnos a los rosarinos primero, y al conjunto de los santafesinos después, una calidad de vida institucional que sería digno de resaltar. Reconocen su capacidad de gestión, su (supuesta) decencia y una (imaginada) capacidad de diálogo con los que no piensan igual.

En resumidas cuentas, el proyecto nacional no tiene nombre, es una entelequia a la que nadie conduce ni gestiona, siendo el pueblo el único garante de sus beneficios y el proyecto socialista santafesino está nominado, identificado y procesado institucionalmente. Suena poco serio. Algo pobre en la construcción discursiva. Esperábamos más de estos bien pensantes ciudadanos argentinos.

 

(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal

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