Los días posteriores al 23 de octubre parecen tener desorientados a algunos analistas y actores de la política nacional. Frases y declaraciones que hablan de la escasa interpretación de algunos fenómenos sociales
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En la película "La Guerra de los Mundos" hay una escena cargada de tensión, donde los protagonistas se esconden de seres extraterrestres que han llegado al planeta para destruirlo y que cuentan con una fuerza militar y con una inteligencia superior a la de los humanos. En un momento determinado, los invasores descubren una bicicleta colgada en la pared llamándole la atención el giro de una de las ruedas que pende en el aire. Cómo no entienden su función, uno de ellos se deshace de la misma arrojándola contra la pared.
A unos cuantos analistas, periodistas y dirigentes políticos les sucede algo parecido con el fenómeno Cristina. Como no logran encontrar las verdaderas razones que explican los altísimos porcentajes de votos del kirchnerismo en las dos últimas elecciones, tratan de obviar los análisis profundos y recurren a desechar todo aquello que explique correctamente las verdaderas razones de que más de 11.500.000 de conciudadanos hayan elegido como lo hicieron. De esta manera, personajes que tienen una reconocida inteligencia, que supera la media, que cuentan con credenciales académicas de importancia y que, además, gozan de cierto prestigio social, confunden lo anecdótico con lo estructural.
Un par de ejemplos nos alcanzan para explicar esto: por un lado, el filósofo Tomás Abraham afirmando que las prácticas políticas K se aproximan al fascismo (TN, edición 16/10/11 programa "Argentina modelo para armar"), mientras que por otro la Dra. Elisa Carrió acusando que Cristina Fernández y el 53% de los argentinos que votaron al oficialismo son únicos y exclusivos responsables de lo que vendrá. Frases dichas en un marco de absoluta libertad pero también, y como no, en una acabada muestra de irresponsabilidad y desidia fulminantes.
Pero uno de los que se lleva las palmas de este tipo de análisis "irreales" es el catedrático Santiago Kovadloff. En su columna del día lunes 24 de octubre en el diario La Nación, nos sorprende con las siguientes afirmaciones: "Es cierto que el oficialismo no puede ser responsabilizado por la decadencia de la oposición. Pero no deja de ser significativo que no haya manifestado durante la campaña la menor preocupación ante esa decadencia, es decir, ante los efectos perniciosos que ella tendrá sobre la vida institucional del país". Perdón, ¿acaso imagina el autor de "El enigma del sufrimiento" que en un sistema político que se estructura desde la idea antiquísima de representación, donde se llevan adelante elecciones limpias, transparentes y competitivas, un oficialismo le avise a la oposición que está haciendo las cosas mal? ¿En qué parte del ahora desfalleciente mundo desarrollado sucede esto? Y además, ¿qué debería haber hecho el kirchnerismo ante estas circunstancias, alertar a los ciudadanos diciéndoles algo así como, "no nos voten mayoritariamente así nuestra oposición hace un papel más digno"? No sería justo. Como tampoco es justo utilizar semejante supuesta capacidad intelectual para decir tal desvarío político institucional.
Algunos de esos análisis, que trataban de olvidar lo que supone el 54% de los votos cosechados por el kirchnerismo a lo largo y ancho del país, en ambos géneros, en todos los estratos sociales, en todas las regiones, en todas las provincias y en todos los grupos etarios; también nos quisieron decir, entre lunes y martes, que pese a la contundencia de los números, la presidenta estaba sola. Creadores y quejosos de la teoría del doble comando, hoy ven como un problema del país que la triunfadora sea exclusiva dueña de los votos.
Amparados en algunos chispazos menores a partir de reclamos electorales cegetistas, o en el llamado de atención del devaluador José Ignacio De Mendiguren, quien nos advierte que el país no está exento de ser alcanzado por la crisis internacional; contribuyen a la construcción de un relato que siempre nos deja expuestos a los errores gubernamentales, recurriendo al viejo recurso del doble discurso.
Si el Poder Ejecutivo acuerda tácitamente con los trabajadores institucionalizados a través de la CGT es un problema para la marcha del país dado que Hugo Moyano tiene demasiado peso político, pero si se mantiene cierta distancia de las internas de los trabajadores, la presidenta no está acompañada.
Si parte del empresariado nos recuerda que la crisis internacional es un problema, es un riesgo que habría que resolver, según estos lúcidos pensadores, enfriando la economía. Pero a la vez, si son los mismos empresarios quienes apoyan el proceso económico masivamente, también estaríamos ante un problema porque estos habrían sido cooptados.
Suponiendo que 11.500.000 votos no sirven de nada y que, como diría el gran Obdulio Varela, en el fútbol "los de afuera son de palo", es válido preguntarse si un dirigente político está sólo cuando cuenta con (parafraseando al spot de campaña de Ricardo Alfonsín) 117 diputados propios, mayoría en el Senado de la Nación, no menos de una quincena de gobernadores leales y disciplinados, y centenares de intendentes y concejales que reivindican una conducción y una jefatura política. Y todo esto, sin dejar de tener en cuenta un buen número de organizaciones no gubernamentales que apoyan "el modelo" a partir de las transformaciones producidas.
Si semejante respaldo institucional nos permite hablar de soledad, de ahora en más, habrá que ir por la suma de todos los poderes públicos que le de sustento a las afirmaciones de estos "lúcidos" analistas. Lamentablemente para ellos no tendrán elementos para confirmar sus hipótesis. Sólo nos espera más democracia.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal
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