Jueves, 03 Noviembre 2011 12:22

Batallas Culturales Ganadas y Pendientes

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nestor_y_cristinaLas batallas culturales como elementos imperceptibles pero determinantes en el proceso electoral. Las que dió y ganó el kirchnerismo. Las que vienen y las que faltan

 

Las batallas culturales como elementos imperceptibles pero determinantes en el proceso electoral. Las que dió y ganó el kirchnerismo. Las que vienen y las que faltan

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nestor_y_cristinaLos gobiernos de Néstor y Cristina tuvieron muchísimos aciertos y seguramente muchos errores. El 54% de los votos obtenidos el pasado 23 de octubre echa luz sobre la percepción de los argentinos respecto a la relación entre aspectos positivos y negativos de los 8 años y medio de gestión. Pero hay determinadas acciones de gobierno que, si bien inciden en los resultados electorales, son menos pasibles de cuantificación y de verificación electoral.

Creo que, con alto nivel de eficacia, el kirchnerismo impulsó una serie de "batallas culturales" desde el 25 de mayo de 2003 que seguramente han incidido en el resultado de las elecciones presidenciales pasadas pero que, más allá de su poca posibilidad de comprobación empírica, han ido modificando el paradigma desde el cual se observa, se analiza y se actúa políticamente en la Argentina generando, lentamente, otro marco para ver las cosas y proceder en consecuencia.

Vayamos a algunos ejemplos. La metáfora del "país al borde del infierno" no sólo ayudó a Néstor a "blindar" discursivamente sus acciones de gobierno y encaminar los esfuerzos colectivos hacia un futuro más próspero. El "infierno" ayudó a caracterizar el pasado reciente, o sea, la crisis terminal de 2001 y 2002. Y junto con ella, la metáfora ayudó a "demonizar" las políticas aplicadas en la Argentina que condujeron al país a la crisis. Con el "infierno" se unificaba la condena a la crisis reciente y al neoliberalismo que la generó. Su instalación en el sentido común de los argentinos, la idea de que no se podía volver a la Argentina de los '90, fue un indudable triunfo cultural.

Lo mismo puede decirse respecto a la política de derechos humanos. Cuando el 24 de marzo de 2004 Kirchner les dice a los responsables del terrorismo de Estado que eran "asesinos repudiados por el pueblo argentino" sabía perfectamente que no todo el mundo estaba de acuerdo con esa frase. Néstor sabía que la "teoría de los dos demonios" era la manera más extendida manera de explicar lo sucedido desde 1976 a 1983. Sabía también que tantos años de impunidad –Obediencia Debida, Punto Final e indultos mediante– habían penetrado en el sentido común de los argentinos. Aún hoy se escucha hablar de que "hubo una guerra" y que sería bueno "que así como juzgaron a los militares también se juzgue a los del otro bando". Pero ver las repercusiones periodísticas recientes de la condena a Astiz, Acosta y la patota de la ESMA reflejan claramente que hay una batalla cultural ganada.

Lo mismo podría decirse en varios aspectos de la cuestión económica. Por años imperó un determinado "sentido común". Lo "estatal" como sinónimo de corrupto e ineficiente y lo "privado" como símbolo de eficiencia y transparencia. Lo "extranjero" como equivalente de calidad y la "producción nacional" asumida como retrasada, rudimentaria y poco competitiva. Las mejoras salariales como "causantes de inflación" y la idea de que "si les va bien a los empresarios, nos va bien a todos". Hoy, casi nadie duda de que, para seguir creciendo y distribuyendo el ingreso, necesitamos del Estado y de un mercado interno potenciado. Hoy hablamos de producción nacional y de sustitución de importaciones. Todos estos cambios son ejemplos del nuevo paradigma cultural que generaron Néstor y Cristina.

Los medios de comunicación no fueron inocentes en la construcción del sentido común dominante a la hora en que Néstor asumía la presidencia. Por ello era tan fuerte la percepción de que "lo que dicen" los grandes medios de comunicación "debe ser verdad" y que cualquier cuestionamiento a la verdad mediática era un intento de limitar la libertad de prensa. La Ley de Medios y la interpelación de Néstor a los grupos mediáticos (¿Qué te pasa Clarín, estás nervioso?) fue ayudando a que se instale la idea de que todas las verdades son relativas y nadie es dueño de la verdad absoluta. Nada sintetizó mejor esta democrática confrontación de verdades relativas que la idea planteada por Cristina del "país real" contrapuesto al "país virtual" que transmiten los medios de comunicación.

Como vemos, este "sentido común" de los argentinos fue el resultado de la aplicación de un discurso dominante (en lo político, económico, social y, por sobre todo, cultural) que duró décadas. Muchos de estos elementos fueron atacados eficientemente por el kirchnerismo tanto desde el punto de vista discursivo como a través de la determinación de una agenda temática planteada con autonomía respecto al poder de las corporaciones. Si es cierto que "el relato es la disputa por la historia nacional" (como decía Nicolás Casullo) el kirchnerismo viene ganando varias batallas al respecto.

Pero, así como hay transformaciones políticas, económicas y sociales pendientes, también hay batallas culturales por dar y por ganar. Sin lugar a dudas, las recientes pujas por la cuestión del dólar son un ejemplo claro.

Detrás de esta coyuntura de debate respecto al dólar puede observarse la mano explícita del sector corporativo. Hay dos lobbies superpuestos que intentan condicionar el rumbo económico: por un lado, el de la "patria devaluadora" vinculada al sector exportador y a los que quieren ganar competitividad vía licuación de los salarios. Y, por otro, el de la "patria financiera", local y multinacional, que gana con la incertidumbre. No se trata de instalar hipótesis conspirativas. Pero sigamos los hechos.

Ya lo veíamos antes de las elecciones: fuga de divisas de empresas y bancos multinacionales sumada a demanda por goteo de pequeños ahorristas. Mientras que hay una creciente demanda de dólares, el sector exportador reduce sus liquidaciones de dólares. Menos dólares en la plaza y mayor demanda elevan el precio y obligan al BCRA a intervenir más agresivamente perdiendo reservas. Las reservas hoy son importantes no sólo para solventar la circulación de pesos: son clave para pagar la deuda externa sin recurrir a nuevos endeudamientos. No sería descabellado que los mismos que hoy plantean reparos respecto al manejo del gobierno sobre el dólar terminen ofreciendo la emisión de un bono local para cancelar deudas en el 2012. O reabrir el canje para incorporar a los bonos en default que no entraron en el 2005 ni en el 2009.

Mientras tanto, los mayores controles generan cierta incomodidad en clases medias que organizan sus viajes para las vacaciones o buscan mantener el valor de sus ahorros. Los pequeños ahorristas presionan –en escaso número– por las ventanillas: pero los que ganan con el aumento del dólar son los grandes grupos económicos y los que pierden son los argentinos que tienen atado sus ingresos al peso.

¿Qué hacer ante esta avanzada corporativa? Dar el debate. Argumentar y fundamentar. Explicarle a nuestros cuadros y explicarle al ciudadano. Tenemos que ayudar a desterrar el "sentido común" dolarizador que todavía existe en la Argentina. Nuestro país y Brasil se ponen de acuerdo para que el intercambio comercial se haga en monedas locales; los autos se cotizan y venden en pesos y, sin embargo, no logramos que los inmuebles dejen de cotizarse en dólares. Todos ganamos en pesos y planificamos ahorrar en dólares en unos de los momentos de mayor debilidad histórica de la moneda norteamericana.

No es casual que todavía gran parte de los argentinos piensen en dólares: fueron 50 años de devaluaciones periódicas, de problemas en la balanza comercial, de déficit fiscal, de endeudamiento externo. En la batalla contra el dólar, llevamos 8 años y medio en un sentido contra 50 años en el otro. ¿Cómo no va a costarnos?

El actual debate sobre el dólar nos muestra cuánto falta hacer en la Argentina desde el punto de vista cultural. Hay muchas batallas por librar y por ganar. El 54% ayuda a que la autoridad de quién comunica se vea fortalecida. Pero no podemos esperar todo de Cristina. Debajo de ella, todos podemos hacer algo para que la disputa por el relato siga siendo favorable.

 

(*) Licenciado en Ciencia Política. Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal

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