Obama dirigió al Congreso y a su país el Discurso del Estado de la Unión que sirve de puntapié de inicio del año legislativo. Durante poco más de una hora, el presidente cargó duro contra el propio Congreso y le lanzó el desafío de poner de una vez por todas al país de pie
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"Imaginen un país que lidere al mundo en lo que se refiere a educar a su pueblo. Un país que atrae a una nueva generación de empresas de alta tecnología y de empleos bien remunerados. Un futuro donde estemos en control de nuestras propias fuentes de energía y en donde nuestra seguridad y prosperidad no esté tan atada a regiones inestables del mundo. En una economía construida para durar, donde el trabajo duro rinda frutos y la responsabilidad sea recompensada".
Esta bien podría ser la síntesis del Discurso del Estado de la Unión pronunciado anoche por Barack Obama ante el Congreso. El momento en el que el presidente está obligado por la Constitución a presentar un informe al Congreso respecto de la marcha del país, en la gran mayoría de las veces se inicia con la frase "miembros del Congreso, vengo a informarles que el estado de nuestra unión es fuerte". Es casi una tradición. Pero como suele gustarle a Obama, algunos protocolos están para ser rotos.
"El estado de nuestra unión se está fortaleciendo" fue la expresión elegida por el presidente para dar cuenta de la profunda crisis en la que el país está inmerso desde hace ya más de tres años. Y en lugar de dar cuenta de la marcha del gobierno durante el año que pasó, eligió apostar a futuro y redoblar la apuesta por la refundación de un Estado paralizado por las luchas intestinas y de una economía sin rumbo en la que ese mismo Estado se vio coartado de intervenir por problemas presupuestarios y político-partidarios.
Un punteo rápido de su ambiciosa agenda a futuro podría ser el siguiente: fortalecimiento del sector productivo, con especial interés en el sector de la innovación y la alta tecnología; apoyo del Estado a los pequeños empresarios; apuesta por una educación de mejor calidad, más inclusiva y mayor facilidad de acceso a la educación superior; capacitación de la mano de obra ociosa; apostar a la diversificación de las fuentes de energía con especial énfasis en las energías renovables; una reforma impositiva profunda y; finalmente, la tan postergada reforma inmigratoria.
Para todos esos puntos, Obama presentó un plan de acción partiendo de un diagnóstico de las cosas que funcionan bien y de las que funcionan mal. Acto seguido les lanzó a los legisladores, en cada uno de los puntos, el desafío de superar las diferencias partidarias, trabajar hombro con hombro y aprobar las leyes que sean necesarias para poner en movimiento las iniciativas.
El denominador común para todas las propuestas fue la generación de empleo. Desde el fortalecimiento del sector productivo hasta la reforma inmigratoria, la lógica fue la necesidad de que todo ciudadano que se encuentre sin trabajo, tenga la posibilidad de obtenerlo.
El desafío, desde luego, no fue dirigido sólo hacia el Congreso. A los empresarios les dijo "pregúntense qué pueden hacer para traer de regreso los puestos de trabajo que emigraron al extranjero y su país hará todo lo posible para que puedan tener éxito". Pero inmediatamente, la pelota volvía al recinto: "terminemos con la política de premiar a las empresas que se llevan empleos a otros países y comencemos a premiar a aquellas que crean empleo en el nuestro. Envíenme una ley que modifique la carga impositiva sobre estas empresas y la firmaré al instante".
Otro de los destinatarios de los desafíos fueron los gobiernos estatales. A ellos les pidió un esfuerzo extra en garantizar la permanencia de los niños en el sistema educativo, al menos hasta los 18 años o hasta que se gradúen. Asimismo, abogó por ampliar la base social con educación superior: "la educación universitaria no puede ser un lujo, es un imperativo económico que cada familia de este país debe tener la posibilidad de poder afrontar".
Y aquí aparece el otro de los puntos que, junto a la generación de empleo, fue el eje que atravesó el discurso: la reforma impositiva. Sea para cuestiones educativas, para el cuidado de la salud, para fomentar el trabajo de los emprendedores y de los pequeños empresarios, para la generación de energía a partir de fuentes alternativas, todas requieren incentivos fiscales que hoy son patrimonio para su disfrute del dos por ciento más acaudalado del país. Cómo lo expuso crudamente uno de estos millonarios, Warren Buffett, "esto no puede seguir así, yo pago en proporción menos impuestos que mi secretaria".
Obama tomó ese guante y lo arrojó sobre el Congreso: "la reforma impositiva debería seguir la regla de Buffett: si usted gana más de un millón de dólares al año, no debería pagar menos del 30 por ciento en impuestos. En esto, mi amigo republicano Tom Coburn tiene razón: Washington debería dejar de subsidiar a los multimillonarios. De hecho, si usted gana más de un millón al año, no debería tener ningún subsidio especial o deducción. Por otro lado, si usted gana menos de 250 mil dólares al año, como el 98 por ciento de las familias estadounidenses, sus impuestos no deberían aumentar. Sin ustedes los que están luchando con el alza de los costos y de los salarios congelados. Son ustedes los que necesitan alivio".
Ahora bien, puestos estos puntos bajo la lupa y teniendo en cuenta el contexto político actual, ninguna de las propuestas es descabellada. De un lado tiene al partido Republicano peleándose por qué candidato se posiciona más a la derecha y, por lo tanto, más hacia la intransigencia al cambio. Por el otro, el desprestigio de la dirigencia política. Obama no es tonto, lee encuestas como todos los políticos, y las encuestas están diciendo que el enojo de la población porque no se adoptan las medidas necesarias para reactivar la economía, está dirigido más hacia el Congreso que hacia la Casa Blanca.
Es por eso que Obama elige al Congreso como blanco de sus críticas y sus desafíos. Por eso el pedido recurrente de que el poder legislativo apruebe las leyes necesarias para poner en marcha la economía real. "Reconozco que las personas que están escuchando este discurso tienen diferentes visiones respecto de los impuestos y la deuda, la energía o la cobertura sanitaria. Pero más allá del partido al que pertenezcan, creo que la mayoría de los estadounidenses están pensando lo mismo en este momento: en este año no se hará nada, ni en el año que viene, ni en el que le sigue, porque Washington está partida en pedazos. ¿Acaso pueden culparlos por ser un poco cínicos?"
"El mayor golpe a la confianza en nuestra economía durante el año pasado no provino de acontecimientos ocurridos fuera de nuestras fronteras. Provino del debate ocurrido en Washington respecto de si los Estados Unidos podrían o no podrían pagar sus deudas. ¿Alguien se benefició de ese fiasco? Ninguna de las reformas que hemos planteado podrá realizarse a menos que bajemos la temperatura en esta ciudad. Debemos ponerle fin a la idea de que los dos partidos están enfrascados en una pelea perpetua de destrucción mutua; de que la política se trata de aferrarse a rígidas posturas ideológicas en lugar de construir los consensos necesarios alrededor de ideas de sentido común".
"El punto es, todos queremos un gobierno más inteligente y más efectivo. Y si no somos capaces de tender puentes entre nuestras diferencias filosóficas este año, no podremos hacer progresos reales. Con o sin el Congreso seguiré tomando decisiones que ayuden al crecimiento de nuestra economía. Pero seguramente podré hacer mucho más si cuento con su ayuda".
En definitiva, Obama presentó una agenda de propuestas de alto impacto colectivo y le dedicó el menor tiempo que se recuerde en los últimos años en un discurso de este tipo a la política exterior. Apenas menciones sobre temas comerciales con China, el programa nuclear iraní y Siria. Sólo el retiro de Irak y el inicio de la retirada de Afganistán, sumado al asesinato de Bin Laden merecieron párrafos destacados.
Pero frente a una población descreída de su dirigencia política y a un partido Republicano sumido en sus luchas intestinas, Obama salió ayer al ruedo de la campaña presidencial con un mensaje conteniendo alta dosis de sentido común, Eso pone en claro por dónde lee las prioridades presentes y futuras. Frente a la lucha fraticida, el presidente opta por la propuesta y el desafío a construir.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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