Un artículo de la revista Time pone de manifiesto un supuesto hostigamiento al que son sometidos vía telefónica y por internet los habitantes de Malvinas de parte de ciudadanos argentinos. Evidencias poco sólidas y un relato tendencioso ponen en evidencia una poco sutil operación de prensa
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"Cuando suenan sus celulares, los habitantes de Port Stanley [Puerto Argentino] se han acostumbrado a prestarle cuidadosa atención al identificador de llamadas. Si la pantalla dice 'larga distancia', lo cual podría significar que la llamada proviene desde la Argentina, no contestan. 'Es intimidante ser despertado por la noche y escuchar a alguien que te insulta en español', afirmó Lisa Watson, editora del Penguin News, el único diario de las Falklands Islands, el territorio británico de ultramar reclamado por la Argentina como Las Malvinas".
Así comienza la nota aparecida en la revista Time, una de las publicaciones de contenido político más tradicionales de los Estados Unidos. La reacción inicial a la lectura del pasaje es de incredulidad. Uno tiende a mirar de reojo y fruncir un poco el ceño ante esta clase de relatos. Entonces se prosigue adelante con la lectura para ver a dónde van con todo esto.
La nota prosigue de manera anodina por los lugares ya conocidos. El intercambio retórico entre Londres y Buenos Aires; que Inglaterra nos dice colonialistas (y de nuevo no se puede evitar la sonrisa socarrona, porque no da ni para indignarse); que Argentina le dice al heredero de la corona que viene con el traje del conquistador y no del estadista; el recuerdo de los 30 años de la guerra; el relato sobre cuál es el origen del conflicto, etc. etc.
Pero luego el relato vuelve al supuesto "tormento" que viven los isleños sometidos a un hostigamiento constante de parte de desconocidos que hablan en español. "He recibido amenazas e insultos en nuestro e-mail del trabajo y en Twitter", afirma Watson. "Muere prostituta decadente, afirma un e-mail que tiene un eco lejano de las palabras del presidente Kirchner acerca de la Gran Bretaña decadente". No sé, me imagino muchos y creativos insultos de parte de un argentino, este no es precisamente uno...
Pero la nota no se conforma con eso. La sensación de miedo que transmiten los argentinos tiene que tener un destinatario indefenso. Porque convengamos en algo, ¿quién no recibió algún "improperio" (por decirlo de manera elegante) de algún desconocido? Pero un adulto le pone el pecho a la agresión verbal. El problema es cuando se meten con los chicos. Ahí se nos salta la chaveta y como el Increíble Hulk nos ponemos verdes y nos rasgamos las vestiduras, porque con los chicos nadie se tiene que meter. Y si se trata de una nena, menos todavía.
La sola perspectiva que nuestros chicos estén el peligro nos mueve un miedo visceral. Y cuando es necesario construir la imagen de un villano, qué mejor que hacer que éste amenace la seguridad de una criatura. Por eso, en un pasaje sacado del manual se afirma: "Lo que Watson encuentra verdaderamente preocupante son las llamadas abusivas al azar. 'La hija de siete años de un amigo mío tiene un celular para cuando sale a jugar con sus amigos al parque. Incluso ella ha recibido llamadas intimidatorias. Mi amigo le tuvo que decir que no conteste llamadas en las que figure el mensaje 'larga distancia".
Pero como en todo relato de víctimas y victimarios, nada mejor que la víctima ofrezca siempre la otra mejilla, que se muestre magnánimo con quienes intentan perturbar su tranquilidad e intente razonar con ellos. La víctima siempre es civilizada (más si es ¿británico?), el victimario siempre tiene un lado oscuro, salvaje.
"No tengo ningún problema en conversar y debatir con los argentinos, afirma Watson. Mis motivos para hacerlo residen en la esperanza de que nos vean como un pueblo con su propia cultura y su propia forma de pensar. Vivo con la esperanza de que comprendan que no somos 'ingleses imperialistas' sino una población que ha luchado muy duro para construir este pequeño país y que merecemos vivir en paz. También debo decir que he recibido muchos mensajes de apoyo de parte de argentinos o de gente que no está de acuerdo con mi punto de vista pero que quieren manifestar sus buenas intenciones hacia nosotros de todas formas".
Brillante! Uno no puede más que admirar tamaña pieza retórica. Esto se llama en inglés "winning the hearts and minds" (ganar los corazones y las mentes). No de los argentinos, desde luego. Nosotros somos el buen salvaje que es necesario domesticar. Hay que convencer a la opinión pública de los países centrales de que lo que está en juego aquí es la preservación de lo que parecería ser una especie de comunidad idílica que lo único que quiere es vivir sus vidas en paz. En ningún lugar se menciona que se trata de una de las fortalezas militares británicas más apertrechadas que existen en el mundo. De que es el trampolín para el control de los mares circundantes de la Antártida. De eso no se escribe ni una línea.
Tampoco se exhiben pruebas. Un clásico del periodismo de estos tiempos que, no obstante, insiste en convertirse en fiscal, juez, jurado y, si las circunstancias lo requieren, en ejecutor. ¿Por qué no se muestran los mails intimidatorios? ¿Por qué no se presenta una demanda por acoso ante tribunales federales argentinos, llegado el caso? Y respecto de las llamadas, ¿alguien conoce la guía de números de celular de las Malvinas? ¿La publica Telecom, Telefónica o como se llame la empresa que brinde el servicio de telefonía en las islas? ¿O será que un espía se infiltró en las islas y recabó los números de celular de los isleños con el sólo fin de hostigarlos? Pero suponiendo por un instante que las llamadas fuesen reales ¿por qué se asume automáticamente que provienen de la Argentina si el identificador de llamadas sólo dice "larga distancia"?
Y finalmente ¿por qué Uki Goñi –el firmante de la nota que además es catalogado por la revista Time como corresponsal en Buenos Aires– no investiga la otra mitad de la historia? ¿Por qué no se toma el trabajo de averiguar qué posibilidades reales hay desde nuestro país de comunicarse con celulares de las islas? ¿Por qué no aborda el punto de vista de la Argentina respecto del conflicto? ¿Por qué sólo una mitad de la historia?
En realidad son preguntas meramente retóricas. Conocemos sobradamente las respuestas. La operación mediática se ha puesto en marcha. Como es natural, las asimetrías para afrontar esta clase de operaciones son abismales. Y probablemente se vayan intensificando en la medida que los avances diplomáticos de la Argentina se sigan produciendo.
No obstante cuidado. En la diplomacia del Siglo XXI es tan importante jugar con las normas jurídicas en la mano, como con una cuidadosa estrategia comunicacional en la otra. La publicación de una nota editorial del Canciller Timerman en el diario inglés The Times fue una muy buena maniobra en este sentido. No obstante, el gobierno argentino debería tomar muy en serio estas señales. Los pasos que se han dado son altamente significativos. Los que se deberán dar en adelante traspasan las fronteras de América Latina. Pero ese camino será mucho más complejo si las operaciones mediáticas mostrando esta clase de dualidades, si este intento de reinstalar la dicotomía entre civilización y barbarie, ganan los "corazones y las mentes" de la opinión pública internacional y de los gobiernos que la representan.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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