El fundamento de los recientes conflictos religiosos en Nigeria, lejos de agotarse en el argumento de la guerra entre cristianos y musulmanes, abreva tanto en su historia de unificación forzada por las potencias centrales, como en factores económicos y políticos de larga data que la condicionan hasta hoy
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Nigeria es uno de los países africanos que más ha resonado en los medios en las últimas semanas, debido a la ola de violencia que sacude al país como consecuencia de enfrentamientos y atentados de origen político pero también con base étnico-religiosa.
Este país es considerado por muchos observadores internacionales como un polvorín del continente y dicho diagnóstico no parece ser ni apresurado ni carente de fundamento. Desde hace tiempo ya, Nigeria reúne todas las condiciones para el surgimiento de problemas más graves que podrían tener alcance regional.
Su historia como Estado Nación nació de la mano de falencias estructurales e institucionales que la han privado de la posibilidad de alcanzar estabilidad política y social hasta la actualidad. Surgió como una mera invención británica tras la decisión de unir tres de sus posesiones africanas sin contemplación de sus diferencias específicas, dando así forma a un nuevo Estado carente de unidad real pero funcional a las necesidades estratégicas de la potencia colonial.
En efecto, fue en 1920 cuando la Liga de Naciones asignó la zona noroeste del antiguo Camerún alemán al Reino Unido, que la administró como parte de Nigeria. Su riqueza en recursos fue suficiente para marcar la determinación del gobierno británico de mantener "unidas" estas tierras, pese a la diversidad de poblaciones que allí coexistían. Esto ató el rumbo de su historia a conflictos raciales y étnicos producto de una fusión territorial arbitraria.
Actualmente el país enfrenta tres grandes desafíos que en parte son el legado de dicho proceso y que se encuentran en permanente retroalimentación: pobreza, corrupción y violencia, sobre todo expresada en enfrentamientos étnico-religiosos).
Asimismo, la profunda y confusa vinculación existente entre política y rivalidades étnico-religiosas, sumada a la corrupción –factor este último un problema estructural en dicho país– ha llevado a Nigeria a niveles de anarquía sin precedentes, hecho que no sólo deteriora la calidad de vida poblacional sino también ha dejado los recursos de la Nación a merced de las corporaciones internacionales.
En el presente artículo haremos un paneo general a la realidad nigeriana y nos adentraremos en su pasado, presente y proyección a futuro sobre los diferentes factores intervinientes en la realidad de este país.
En Nigeria se Gana Menos de lo que Cuesta Ir a Trabajar...
Hace algunas semanas se inició en Nigeria una huelga general debido a la quita de subsidios al precio de la gasolina por parte del gobierno. Este hecho sumó relevancia debido a que Nigeria es el mayor exportador de petróleo del continente y 12ª productor mundial. Aun así, gran parte de su consumo se suple con importaciones ya que la mayoría de lo que se produce se exporta. Debido a la ineficiencia del gobierno y los elevados índices de corrupción, el Estado ha decidido recortar subsidios a bienes de consumo para disminuir el déficit desmedido de las arcas estatales, dando forma así a una de las tantas paradojas con las cuales los nigerianos están acostumbrados a coexistir.
Por causa de su riqueza natural, desde los años sesenta este país ha sido víctima de una lógica "energívora" de las empresas occidentales, las cuales contaron con la complicidad de los gobiernos militares que han ejercido el poder gran parte de la historia nigeriana como país independiente.
Las protestas por los aumentos han desembocado también en criticas al "secretismo que guarda la Corporación Petrolera Nacional Nigeriana acerca de la cantidad de petróleo que se importa, desde dónde y por quién".
Las reformas neoliberales impulsadas por gobiernos militares en los ochenta y sostenidas incluso con la vuelta a la democracia en 1999 de la mano de Olusegun Obasanjo no sólo han tenido escaso éxito en la reactivación de la economía, sino que también han profundizado la disparidad de los beneficios produciendo efectos contradictorios como el crecimiento económico y, en paralelo, el aumento de la brecha entre pobres y ricos
De forma similar a muchos casos americanos, gran parte de las reformas socio-económicas intensificaron la liberalización de las actividades y la privatización de los activos estatales. Estos cambios fueron acompañados por una intensa descapacitación económica que en un contexto de monoproducción ha expuesto a gran parte de la población a la pobreza generalizada, el deterioro brutal de la calidad de vida y ha expuesto al pueblo nigeriano tanto a los shocks de las reformas radicales, como de los vaivenes de los vaivenes de la oferta y la demanda en el mercado petrolero mundial.
A la situación económica debe sumársele la cuestión medioambiental, que viene sufriendo un grave deterioro desde los años '60. Nigeria ha estado desde entonces a merced de las empresas extranjeras –la mayoría desarrollando actividades de orden extractivo– que han tomado los recursos del país sin restricciones al impacto ejercido sobre el entorno y las poblaciones.
Shell es el mayor operador en el Delta del Níger y ha mantenido una posición dominante desde su llegada al país africano en el año 1937. Actualmente a la explotación on shore se ha sumado la off shore, que no sólo ha crecido exponencialmente, sino que además lo hace sin ningún tipo de regulación por parte de las autoridades.
Hombres en la Marea Negra
Este país cuenta, además, con uno de los índices de contaminación petrolera más altos del mundo. Los oleoductos allí son dispuestos sobre las superficies, incluso de tierras agrícolas. Se destaca el poco célebre caso del Delta del Níger –que representa 7.5% del territorio nigeriano– el cual ha sufrido vertidos tóxicos y derrames desde los años sesenta causando pérdidas humanas y un deterioro creciente y progresivo del entorno ambiental.
Tan sólo en esta zona se registran cerca de 300 derrames anuales, situación que entre otras consecuencias ha cortado posibilidades de acceso al agua segura y que ha frenado actividades como la pesca y la agricultura, las cuales prácticamente han desaparecido.
Esta situación ha derivado en la proliferación de actividades ilegales vinculadas al tráfico o robo de combustibles y ha destruido las economías autosustentables. Actualmente, el 80% de los ingresos de la economía nigeriana provienen de la industria petrolera y esta es una de las principales explicaciones del deficiente control sobre las actividades de los privados. La otra causa, ya mencionada, es la enquistada trama de corrupción que perdura en el poder.
Nigeria posee una de las poblaciones más pobres y con el nivel de vida más bajo, del continente así como también el más poblado de toda África con una población de más de 161 millones de habitantes. Como si fuera poco, la fe y la pertenencia étnica se han convertido en motivo de odio y junto a los factores antes mencionados, han hecho en los últimos tiempos de estas tierras un verdadero polvorín de luchas cruentas.
Y Ríos de Sangre...
Por estos días el nombre de la secta islámica Boko Haram ha resonado como consecuencia de los atentados que viene llevando a cabo desde fines de diciembre en diferentes ciudades, sobre todo del norte de este país.
Ciertamente este tipo de noticias no son nuevas en Nigeria ya que sus orígenes hablan de rivalidades y desacuerdos étnicos que con el tiempo se delinearon en rivalidades étnico – religiosas y étnico – políticas por el sólo hecho de la unión forzada de poblaciones que no tienen raíces que amalgamen y den forma al menos a un incipiente nacionalismo. Podemos contar decenas de casos similares en el continente africano.
Con la llegada al poder del último presidente nigeriano Goodluck Jonathan, dichas divisiones se han expuesto más patentemente, como se vio en los resultados de las pasadas elecciones presidenciales el 16 de abril de 2011 en que el norte apoyó masivamente a un candidato musulmán, Muhmmadu Buhari, mientras el sur apoyó a Jonathan, quien se hizo con más del 58% de los votos.
Pese a la corta vida democrática del país, tradicionalmente en Nigeria la presidencia se turnó entre los candidatos del norte, de mayoría musulmana y el sur, de mayoría cristiana. Sin embargo con la muerte del anterior presidente Umaru Yar'Adua –originario del norte nigeriano– mientras estaba en el cargo en el año 2010, su segundo al mando, el sureño Goodluck Jonathan fue quien tomó las riendas del gobierno, hecho que además le garantizó la continuidad en el cargo mediante reelección. Desde entonces, las acciones de organizaciones radicales del norte han llevado a cabo una serie de actos violentos con el fin de instalar la sensación de inestabilidad y debilidad política por parte del gobierno.
Asimismo, desde el primer gobierno de Obasanjo ha existido una puja por parte de las poblaciones musulmanas para que el Estado imponga la sharia -o derecho islámico- en las diferentes regiones del país, la cual puede ser instituida como ley por los Estados, lo cual ha generado mayor malestar con las comunidades cristianas que habitan algunas regiones en las cuales se ha impuesto o intentado imponer.
Este país se encuentra dividido casi de facto en un norte con población mayoritariamente musulmana y un sur mayoritariamente cristiano. A ello se deben sumar una variedad de costumbres, idiomas y tradiciones dadas por los 250 grupos étnicos que coexisten, con sus respectivos grupos dominantes según la zona geográfica antes mencionada de la cual estemos hablando. Adicionalmente, existen cerca de 521 idiomas, y las principales lenguas a su vez representan a tres familias de lenguas africanas, un tema de análisis que nos requeriría otro tanto de escritura para echar luz a la compleja realidad.
Echando un vistazo a grandes rasgos sobre las cronologías de la historia del país (1) podemos destacar que los principales focos de conflictividad han provenido principalmente de las facciones musulmanas, con marcada incidencia por parte de los grupos islámicos radicales.
Ante los vacíos de poder que ha dejado el Estado, han aparecido numerosas milicias, las cuales representan cerca del 90% de los conflictos armados y actos de violencia desde el retorno democrático en 1999. Estos hechos generan desplazamientos internos y el abandono y destrucción de infraestructuras económicas en todo el país, fenómenos que subsisten en la actualidad.
Lo paradójico de estos grupos de lucha es que en muchos casos se trata de agrupaciones que reivindican derechos incluso medioambientales debido a la situación que se vive. Sin embargo, cabe destacar que la carente institucionalidad para canalizar dichas demandas ha convertido el eco lejano de los disparos en la principal voz de muchos sectores marginados en esta sociedad.
Y aún más contradictorio resulta el hecho de que el Estado nigeriano ha participado activamente en los últimos años en la pacificación de conflictos en países africanos, tal es el caso de Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Comores y Guinea Bissau.
Este es un país que encierra paradojas tan extrañas como la que destacamos en el último párrafo. Sin embargo, el hecho no resulta tan contradictorio si pensamos por un momento que se trata de un país, de un pueblo acostumbrado a manifestarse a través de la imposición de la fuerza y la violencia, un legado que en última medida, una vez más, podemos agradecer a las antiguas potencias coloniales.
En tanto, el compromiso norteamericano con los problemas nigerianos se ha enmarcado en la tan mentada y sobresimplificadora lucha contra el terrorismo, a la cual muchos países acceden sólo con el fin de obtener apoyo económico y armamentístico.
En cuanto a Europa, por lo pronto sigue preocupada por la creciente inestabilidad económica y política que la última debacle financiera internacional ha dejado de legado. En tanto los flujos de recursos energéticos continúen sosteniendo un ritmo aceptable, es muy probable que Nigeria no ocupe demasiado espacio ni en las planas noticiosas europeas ni en las agendas de los Estados.
(1) Al respecto, recomendamos en particular el siguiente artículo: Anuario Internacional CIDOB 2008 y perfil de país
(*) Licenciada en Relaciones Internacinales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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