El ex senador Rick Santorum decidió retirarse de las primarias republicanas. El principal rival del hasta ahora favorito Mitt Romney tomó la decisión argumentando razones familiares
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Llegó el final para el proyecto presidencial de Rick Santorum. En lugar del acto de campaña que estaba previsto en el histórico Gettysburg, escenario clave en la guerra civil estadounidense, el ex senador por Pennsylvania ofreció una conferencia de prensa para anunciar su decisión de abandonar la contienda.
Las razones de esta decisión son varias. El ahora ex precandidato sólo reconoció públicamente una: que la internación de su hija Bella lo había hecho reflexionar. La niña, de tres años, padece trisomía 18 (una rara enfermedad genética) y había sido internada la semana pasada, por segunda vez en el año, por lo que su padre decidió cancelar todos los eventos de la campaña en Pennsylvania, donde se vota dentro de dos semanas.
"Lo he hablado con mi familia durante el fin de semana, sentados todos alrededor de la mesa de la cocina", ha asegurado el ex senador. "La campaña ha acabado para mí, la suspendemos, pero este juego está lejos de haberse acabado", ha recalcado el político que ha asegurado que seguirá luchando "por aquellos que no tienen voz en la esfera política".
No obstante a la razón esgrimida por Santorum –comprensible desde cualquier punto de vista– también es necesario sumar algunas más. La primera –y más inmediata– es la perspectiva que arrojaban las encuestas de intención de voto para las primarias en Pennsylvania. Este estado es el bastión de Santorum y si bien hasta hace algunos días atrás lideraba las encuestas con comodidad, las mediciones más recientes mostraban un marcado crecimiento del Mitt Romney en las preferencias del electorado.
Una derrota para Santorum en su propio bastión hubiese sido un desastre para su campaña y la perspectiva real de sufrir semejante humillación podría haber actuado como catalizador de la decisión dejar la carrera. En su decisión seguramente pesaron también las tres derrotas sufridas la semana pasada en las primarias celebradas en Maryland, Wisconsin y Washington DC.
Otra razón de orden más estructural puede ser rastreada en las permanentes presiones que Santorum venía sufriendo de parte de la prensa republicana y de la cúpula del partido que le pedían desistir de sus aspiraciones para permitirles a los republicanos superar sus divisiones y aglomerarse alrededor de la figura de Romney. Prolongar la indefinición sobre la candidatura, afirman, sólo beneficia al verdadero rival del partido: el presidente Barack Obama.
Sea como sea, todo indica que Mitt Romney tiene el camino allanado como para transformarse en el candidato presidencial por el partido Republicano. Tiene más de la mitad de los delegados necesarios para alcanzar matemáticamente la nominación faltando aún por celebrarse las primarias en los estados que reparten un mayor número de delegados como California, Texas o Nueva York. Ninguna sombra parece cernirse sobre el ex gobernador de Massachusetts. Sin embargo, las apariencias pueden engañar.
En realidad, por mucho que la cúpula del partido Republicano sostenga que la designación de un candidato obrará como polo de atracción para alcanzar la unidad interna, esto está lejos de producirse en los hechos. Primero porque Santorum no ha dejado en claro hacia quién inclinará su apoyo y, por lo tanto, el de los delegados que ha obtenido en las distintas elecciones primarias. A esto hay que sumarle que Newt Gingrich y Ron Paul anunciaron que continuarán en carrera. Gingrich incluso pidió –respetuosamente– el apoyo de los simpatizantes de Santorum ya que ahora es él el único que representa los "verdaderos valores conservadores".
Y queriéndolo o no, Gingrich ha puesto el dedo en la llaga. La deserción de Santorum abre un conjunto de interrogantes muy importantes de cara a las elecciones generales del 4 de noviembre. Siendo Santorum quien había aglutinado una buena parte del voto conservador más duro, principalmente en lo que se conoce como los estados del "Sun Belt" (Arizona, Colorado, Nevada, Nuevo México, Texas y Utah a los que se le suman los del Sur tradicional: Alabama, Georgia, Kentucky, Mississippi, North Carolina, South Carolina, Tennessee, Virginia y West Virginia) ¿cómo se comportará de aquí en más este electorado que es muy crítico hacia la candidatura de Romney?
Y hablando del poco entusiasmo que genera la figura de Romney entre los sectores más duros del conservadurismo ¿cómo se comportarán electoralmente quienes afirman pertenecer al Tea Party? Partidarios de una disciplina fiscal extrema, en el sentido de que el Estado no "malgaste" sus recursos en políticas que tildan de derrochadoras, que se niegan sistemáticamente a cualquier forma de incremento de los impuestos sobre cualquier sector social y que son opositores acérrimos de cualquier iniciativa de redistribución de la riqueza por parte del Estado, los miembros del Tea Party critican duramente a Romney por sus antecedentes como gobernador de Massachusetts donde, entre otras cosas, implementó una reforma del sistema de salud muy similar a la que aprobó Obama, la cual hoy está haciendo equilibrio en la Corte Suprema.
Y quizás el interrogante más importante: suponiendo que finalmente Romney se convierta en el candidato republicano ¿cómo harán sus estrategas de campaña para hacer que este electorado ultraconservador que le es muy esquivo no opte por la apatía y el 4 de noviembre se quede en sus casas ante la no obligatoriedad del voto que prima en el sistema político estadounidense?
Hoy todos los sondeos indican que Obama se impone en las preferencias ante cualquiera de los posibles candidatos republicanos que quedan en carrera. Si bien esa diferencia es menor en el caso de Romney, es muy prematuro afirmar que la lucha fratricida que hoy atraviesa el conservadurismo se vea zanjada por una figura que no despierta la pasión de la mayoría de los sectores que están enfrentados.
Quizás, sólo la evolución de la economía y el destino que sufra la nueva ley del sistema de salud a manos de la Corte Suprema obren como una amenaza real y concreta a las aspiraciones de Obama de continuar otros cuatro años en la Casa Blanca. Porque si la amenaza debe provenir del peso específico del rival que deberá enfrentar, parecería que las preocupaciones de Obama no deberían ser tan angustiantes.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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