Hacia el domingo 8 sobresalían dos temas de manera excluyente y a los cuales se les iba a tener que prestar especial atención en el plano nacional: el cese de comercialización dispuesto por la Mesa de Enlace y la presentación del Poder Ejecutivo Nacional del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo ante el Congreso en el contexto de lo que, se preveía, sería la multitudinaria marcha feminista del día lunes.
De alguna manera ambos temas resultan una especie de remake de la coyuntura reciente de la Argentina donde se repiten nombres de protagonistas de carne y hueso e instituciones, y donde, pareciera, los hechos y acontecimientos se hacen circulares para volver a un mismo punto. Seguramente, eso es lo que pensaron los dirigentes de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) cuando, alegremente, anunciaron la medida de fuerza de 96 horas y vía redes sociales, le comunicaron al conjunto de los argentinos “nos vemos en la ruta”. El intento era claro: reestablecer un escenario de disputa política con la administración Fernández de similares proporciones a las de marzo de 2011. Para algunos, las condiciones eran ideales: aparecían en escena los mismos protagonistas a quien cuestionar. La dupla de Alberto y Cristina invertía la ecuación de hace 12 años, la disputa refería a un aumento de las retenciones para la soja y estábamos a horas de que se cumpliera un nuevo aniversario de la firma de la ya famosa resolución 125. La mesa estaba servida. Para contextualizar los acontecimientos se avecinaba una nueva edición de Expochacra en la zona núcleo del país y se contaba, ahora sí, con el apoyo político nada desdeñable de una fuerza consolidada como la de PRO, que nos recordaría sistemáticamente a todos, lo importante que es el campo para la vida del país y la necesidad de “liberar” a las fuerzas productivas de la voracidad del Estado argentino.
Pero nada de ello ocurrió. Los factores son múltiples. Sabrá el lector decidir el orden de importancia. Veamos.
En primer término, puede afirmarse que la medida no fue parte de una convicción presente en el conjunto de las bases. Aunque a veces nos parezca que las diferencias son difusas, siguen sin ser lo mismo la Sociedad Rural Argentina (SRA) que la Federación Agraria Argentina (FAA). Los dirigentes de ésta última quedaron expuestos más a la “solidaridad” con sus compañeros de mesa que con el planteo de buena parte de sus bases.
Y aquí entra a tallar el segundo aspecto de la diferenciación. El rol del gobierno. Por un lado, digamos que el aumento de las retenciones no sorprendió a nadie, sino que la estrategia gubernamental fue dosificando la medida con el paso del tiempo. Y, además del diálogo convocado y efectuado previamente, las medidas favorecen, claramente, a pequeños y medianos productores. En ese sentido, algunos protagonistas gubernamentales parecen haber aprehendido la lección que dejó la crisis de 2008.
Y finalmente, cabe decir que el escenario político, económico y social no es el mismo. Alberto no es Cristina y si bien ha obtenido un triunfo electoral muy importante, no representa ni en números ni en el imaginario colectivo, el 54% de 2011. En aquel año el crecimiento era algo palpable, el problema de la deuda estaba “contenido” y más allá de las estadísticas, creíbles o no, la situación del empleo distaba (y mucho) de la cotidianidad de 2020. No había urgencia alimentaria ni la preocupación más importante de los argentinos tenía que ver con la falta de trabajo.
Así las cosas, los dirigentes de las patronales del campo hicieron una muy mala lectura política del contexto del país. Tal vez porque al sector no le fue nada mal en los anteriores cuatro años, tal vez porque quedaron cooptados por la visión ideológica partidaria de la dirigencia de PRO, tal vez porque la conciencia de clase los cegó, o tal vez por un poco de cada una de estas razones, la medida fue un verdadero fracaso que se hizo palpable desde el primer día cuando la comercialización fue récord.
Y el otro gran tema sobre el que había (y hay) una gran expectativa refiere al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que tiene preparado el gobierno. Se esperaba su presentación en la semana y a partir del marco multitudinario de la marcha de mujeres del día lunes, que serviría de contexto a la decisión gubernamental. Cuando el conjunto de la sociedad se aprestaba a empezar a revisar cual sería el escenario legislativo dos años después, destacándose, ahora sí, el impulso de un Poder Ejecutivo interesado realmente en su tratamiento, la aparición en escena del fenómeno del Coronavirus, puso en pausa cualquier debate de importancia.
En resumen, ambos temas parecían repetir esquemas anteriores que traerían novedades que, efectivamente, no fueron. En el caso de las patronales del campo, que propiciaron una medida que resultó un fracaso evidente, deberán barajar y dar de nuevo comprendiendo que no hay margen para algunos egoísmos sectoriales en un país que pretende dar vuelta la página de la recesión económica.
Y en el caso de la discusión por el aborto sólo será cuestión de tiempo. El debate reaparecerá mas temprano que tarde dado que hay una efervescencia social que lo impulsa y, qué duda cabe, será ley.
(*) Analista político de Fundamentar