Sobre avisos previos parece haberse consumido la semana anterior en materia política en la Argentina pandémica. No resultan inmutables e inalterables, sino que perdurarán en el tiempo e influirán sobre la agenda de los meses por venir. Tal vez años.
La movilización policial en la provincia de Buenos Aires marcó el inicio de una serie de hechos políticos que no se agotaron en el mero reclamo de mejores condiciones salariales y de trabajo para los uniformados de esa provincia, sino que pudo verse un conglomerado de hechos que, hasta hace días, hubieran resultado difíciles de creer. Pero, ya lo sabemos, el dinamismo de la política argentina no deja de sorprendernos, para bien o para mal.
Tres cosas podríamos sintetizar como las más importantes del conflicto con la bonaerense que ganó proyección nacional. La primera es que no es un problema nuevo precisamente. El deterioro que marcaban los uniformados resulta de vieja data. Sólo en términos salariales, de todas las actividades con dependencia estatal, la policial fue la que peor registro mostró en los últimos dos años. Teléfono para el dúo María Eugenia Vidal – Cristian Ritondo.
La pregunta que muchos nos realizamos es ¿por qué ahora?, con un gobierno con poco tiempo en el poder y atravesado por una pandemia. Es dable decirlo: los hechos políticos no siempre tienen una respuesta que sabemos desentrañar en el corto plazo. Existen contextos que a veces logramos descifrar y en otras, sin el conocimiento palmario y radiográfico de un sector social, tardamos en desentrañar. Para muestra basta un botón: siendo honestos ¿alguien podía prever allá por 2008 que la redacción de la Resolución 125 traería aparejado un conflicto social, político y económico de tal magnitud? No. Sólo con el paso del tiempo pudimos comprender las profundas razones de la escalada.
Tampoco podemos negar los intereses en juego. El aliento de segundas y terceras líneas de ex funcionarios del área que revistieron en el gobierno de Cambiemos, el centro de la escena ocupado por hombres exonerados o con severos cuestionamientos a su accionar como policías y el interés siempre vigente de los grandes medios de horadar a todo aquello que tenga tufillo K, hizo el resto.
El segundo aspecto para señalar refiere a las características del reclamo. Con una horizontalidad extrema, cada grupo hacía planteos propios con referentes de cada lugar, sin una conducción política que tuviera algo de verticalidad y que permitiera identificar interlocutores legitimados por “las bases”. Sumado a eso, resultaba evidente la poca formación política de aquellos que ponían la cara y que, en el medio de la suma de reclamos, terminaban haciendo comentarios sobre la situación general del país o, cómo no, de los problemas en garantizar la prisión domiciliaria de Lázaro Báez dictada por la Justicia. Quedará para el futuro desentrañar quién fue el responsable de movilizar a la Quinta de Olivos a los uniformados (que hoy nos puede resultar anecdótico), pero que, si miramos con atención algunas asonadas que condicionaron y destituyeron gobiernos latinoamericanos del último tiempo, debe ser un motivo de profunda investigación.
El tercer factor a ponderar, y no es novedad, es el rol de los medios de comunicación durante el tiempo que duró la demanda policial y los discursos de Alberto Fernández y Axel Kicillof. Preguntas varias (sin respuesta): ¿no se debería revisar el tipo de cobertura periodística que se realizan en contextos de “inestabilidad” política? Es decir, ¿no sería necesario contar con protocolos de acción, conformados por los propios hombres y mujeres de prensa que limiten ciertas actitudes que sólo buscan generar incertidumbre? Resulta cuanto menos dudoso, ver a un supuesto suicida que se sube varios metros a una antena, con la amenaza de arrojarse al vacío, en tanto y en cuanto porta en su cintura su arma reglamentaria. ¿Todo es “televisable”, todo debe mostrarse?
Y otro elemento a ponderar es qué realidad nos muestran los medios. Una vez anunciado el aumento salarial y la consiguiente mejora en los bolsillos de los policías bonaerenses, se seguían mostrando un par de lugares donde se afirmaba que la movilización seguía, dado que no se había cumplido con lo “acordado”. No existía tal acuerdo previo porque no habían surgido interlocutores legitimados por el conjunto. Se siguió apostando al malestar a tal punto de poner en duda el devenir del conflicto. En pocas horas, las demandas desaparecieron de las pantallas. Nadie explicó del todo cómo fue que la situación terminó encauzada: o los que seguían movilizados no representaban fielmente a las bases o el interés mediático puesto sobre el enojo de algunos protagonistas no era tal. O tal vez un poco de ambas cosas. Quién sabe.
Si es cierto que de los conflictos se sale por arriba, Fernández intentó aplicarlo una vez más. En cuestión de minutos, mediante un mensaje televisado que lo mostró sereno, pero a la vez contundente, generó las condiciones propicias para lo que sería el desmantelamiento de la movilización del día siguiente. En un juego a bandas y con un solo movimiento adjudicó los fondos suficientes para que el aliado político cumpliera con una demanda histórica de la policía bonaerense (ganar lo mismo que sus pares federales), debilitó y confundió al adversario, y así como al pasar, cumplió con una promesa electoral.
Intentando mostrarse rápido de reflejos, Horacio Rodríguez Larreta ofreció una conferencia de prensa en menos de 24 horas donde denunciaba a la medida como inconstitucional. Si el decreto de necesidad y urgencia que restringe presupuestariamente los fondos asignados para el mantenimiento de la policía local tiene esa categoría, muchos se preguntaron cómo debería calificarse al mismo instrumento que, firmado por Mauricio Macri hace más de cuatro años, le otorgó recursos de sobra a la, en ese entonces, debutante gestión larretiana. Será la Corte Suprema de Justicia de la Nación la que decida en el conflicto. Seguramente su resolución aparezca en el mediano plazo. No será esta la ocasión en que sus señorías se sacudan la modorra con cuestiones “menores”.
Pero que la jugada haya resultado inteligente no significa que haya sido inocua. La acción política (y la re asignación de recursos no es la excepción) es un juego de suma cero permanente. Si se pone en un lado, resulta seguro que se ha sacado de otro. Y de todo hecho político hay consecuencias. Son dos las que surgieron a partir de la noche del miércoles. Ambas habrá que mensurarlas en el devenir de los días.
La primera de ellas refiere al diálogo parlamentario. En la semana anterior se había alcanzado un muy delicado equilibrio para el tratamiento mixto de leyes a partir de la situación de bloqueo que trataba de imponer Juntos por el Cambio, al exigir el tratamiento presencial de aquellos proyectos que resultan más trascendentes. Cabe preguntarse si el acuerdo será respetado o si el argumento de la restricción presupuestaria a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires funcionará como un nuevo foco de ruptura. No es menor el tema en una semana donde, además de los cambios en la Justicia Federal y el impuesto a las grandes fortunas, ingresará el proyecto de presupuesto 2021.
Y la segunda consecuencia refiere a la figura de Rodríguez Larreta. En su discurso del día jueves intentó mostrarse como un dirigente ya no local, sino de alcance nacional. Su tono medido trata de hacer gala de ese estilo que tanto gusta de declamar Juntos por el Cambio en su rol de opositor, pero muy poco de practicar como oficialismo. De allí que muchos analistas rápidamente afirmaron que el gobierno nacional le había regalado a alcalde porteño una platea nacional para comenzar a construir su sueño de una candidatura presidencial. Concediendo que eso fuera definitivamente cierto, corresponde afirmar que tampoco una sobre exposición a tres años de una elección como pre candidato, significa que pueda evitarse el desgaste. En la gestión no se manejan todas las variables y ocupar de manera permanente el centro de la escena para una candidatura a 36 meses, en un país de las características del nuestro, puede representar más un lastre que un elemento a favor.
Por las dudas, y tratando de frenar una hipotética fuga de cuadros políticos hacia el sector de Rodríguez Larreta, el ex presidente Mauricio Macri hizo una presentación vía artículo de opinión en el diario La Nación del día domingo, donde trata de hablarnos desde un lugar de absoluta autoindulgencia. Nos habla de un país que no es, interpelando al núcleo duro de su electorado. Ese que se ha movilizado en tiempos de pandemia sin importar las cuestiones sanitarias que nos intentan proteger a todos. Tampoco nos habla del país que dejó, cómo lo dejó y por qué lo dejó como lo dejó. Internas hay en todos lados. Y Macri intenta mostrarse como el jefe de una oposición que no existe más que en su elucubración.
Yo te avisé y vos no me escuchaste, cantan los Fabulosos desde mediados de los ’90. Algo de eso parecen haber dicho la bonaerense movilizada y el propio Fernández al jefe de gobierno porteño cuando nos cuenta que, además de plantearlo en la campaña electoral, la devolución de fondos a la provincia de Buenos Aires se había charlado en enero y en marzo. Conmigo no bailas, porque yo bailo en la calle sigue entonando Vicentico. La calle. Ese lugar donde se dirime parte de la política argentina desde hace décadas y donde algunos creen que llegaron para quedarse. Se olvidan que falta un actor. El más importante. La pandemia no será irrelevante.
(*) Analista político de Fundamentar