Sábado, 15 Mayo 2021 18:25

La mitad del vaso

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Siempre habrá vasos vacíos
con agua de la ciudad,
la nuestra es agua de río,
mezclada con mar.
Levanta los brazos mujer
y ponte esta noche a bailar
que la nuestra es agua de río,
mezclada con mar.

Gabriel Fernández Capello (Vicentico)

En el proceso electoral de 2015, Cambiemos construyó su campaña sobre tres ejes que no por ser esencialmente difusos, resultaron menos exitosos: unir a los argentinos, reducir la pobreza y terminar con el narcotráfico.

El Frente de Todos en 2019, por su parte, trabajó su propuesta política sobre otros tres factores, si se quieren, mucho más tangibles: hacer crecer la economía, renegociar la deuda externa y reducir los niveles de inflación. Y también resultó ganador. Una pequeña digresión: en cuestiones de elecciones, política y poder, al igual que en el fútbol con los sistemas tácticos, no resulta tan determinante el camino recorrido para tener en cuenta dos situaciones distintivas: obtener el triunfo y tener en claro para qué.

Pero a poco de desandar el comienzo de la administración a esos tres factores se le agregó un cuarto: enfrentar la pandemia por la Covid-19. No casualmente (un gran DT rojinegro dijo alguna vez “si sucede es porque lo buscamos”), en esta semana que pasó ellos estuvieron presentes en la centralidad de la dinámica (y no siempre bien ponderada) política argentina. Repasemos.

Pese a sus propias limitaciones, las de la coyuntura y las más estructurales, la economía argentina viene mostrando algunas señales positivas. En abril se produjo un aumento del 6% en la inversión privada respecto de marzo, mejorando ostensiblemente a lo acontecido de 12 meses atrás (algo obvio si se quiere, teniendo en cuenta las restricciones de la mal llamada cuarentena) e incluso, teniendo mejores números que en 2019. Las reservas del Banco Central han aumentado de manera sólida, el dólar se encuentra contenido, la industria se desarrolla sobre un crecimiento que tiene una antigüedad de varios trimestres y la recaudación crece por una doble vía: por la mejora de la actividad (más ventas) y por el aumento internacional de la soja en plena cosecha gruesa. El escenario no es idílico ni mucho menos, pero las señales están y hay que saber apreciarlas en medio de tanto bombardeo de la infodemia y derivados.

La deuda no es un tema nuevo. En lo más urgente, la administración de Alberto Fernández puso primera en 2020, discutiendo y llegando a un acuerdo con los bonistas privados, fondos buitre incluidos. Algunos analistas económicos nos cuentan que el deterioro de la economía es tal por este tiempo, que ya se habrían perdido los beneficios de aquella negociación. Con el diario del lunes todos somos técnicos: lindo hubiera sido el escenario macroeconómico de los últimos nueves meses si esa negociación no alcanzaba aquel acuerdo.

Para 2021 quedó el necesario arreglo con el Fondo Monetario Internacional, quien firmó con el gobierno de Mauricio Macri, violando los propios reglamentos internos del organismo, un préstamo que alcanza la friolera de U$s 57.000 millones, que el actual gobierno limitó hasta 44.000 millones. El mencionado acuerdo obligaba al Estado nacional a desembolsar para este año nada más y nada menos que U$s 5.200 millones, pandemia mediante. Nunca debemos olvidar ni el dato numérico, ni el dato político, ya que los condicionamientos son tales, que limitan al más pintado de los líderes.

Por ello viajó Alberto Fernández a Europa. Para tejer una serie de apoyos que muestren una señal que hasta ahora se venía dilatando y que tal vez resulte tan necesaria como el agua. La deuda con el Fondo tiene una limitación concreta: no puede, como en el caso de los bonistas privados, renegociarse con una quita. Recordemos que quienes ponen el dinero, en definitiva, son los países que aportan al organismo y es por ello que las reuniones se desarrollan al más alto nivel de la geopolítica internacional, y cada gesto suele tenerse muy en cuenta en el ámbito doméstico. A veces en demasía.

Pero lo concreto es que más allá de los reclamos de los otros contertulios (no es un delirio pensar que los mandamases europeos le hayan reclamado cuestiones que refieren a las empresas de sus países, o que el Papa Francisco no esté muy contento con la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Argentina), el presidente se trae en sus maletas un claro apoyo internacional que de alguna manera terminó propiciando una reunión con Kristalina Georgieva, directora del FMI y que, inicialmente, no estaba confirmada. Recordemos que la propuesta argentina incluye la idea de correr los vencimientos de la deuda varios años para adelante, estableciendo un plan de pagos que también sea más extenso. Y, además, cómo que no, también debe incluirse en esta permanente orejeada de cartas, la deuda con el Club de París.

 

Muchas sonrisas, palmadas en las espaldas y fotos de rigor. Ahora habrá que ver en qué medida se pasa de los dichos a los hechos. Si nos queremos, soportemos nuestras miserias. Lavemos la ropa común, planchemos, cocinemos y limpiemos la casa. En política también las cosas se construyen, mínimo, de a dos. Algo positivo debe haber salido para el interés de múltiples partes porque ayer viernes subieron bonos y bajó el riesgo país. Qui sait.

La mala de la semana vino del lado de la inflación. Se conoció el nuevo número de abril y nadie puede quedar demasiado conforme al respecto. Una economía con un aumento del 4,1% de un mes a otro no puede contentarnos ni mucho menos. Sobre todo, porque la misma se sustancia en el aumento de alimentos que pega, inexorablemente, en los sectores más perjudicados de la sociedad. Es cierto que bajó unas cuantas décimas respecto de marzo (mes que cíclicamente refleja un aumento estacional) y algunas consultoras privadas comentan que mayo viene, también, con una tendencia a la baja. Puede mirarse el vaso medio vacío o el vaso medio lleno. Nuestros lectores elegirán a riesgo de que, como le pasó a este articulista, sea acusado de optimista irreductible.

Lo real es que la meta del 29% presupuesta por el gobierno nacional para este 2021 parece alejarse. Aplicado un nuevo aumento de las naftas desde este sábado, con el consiguiente traslado a precios que eso suelte tener, tampoco eso es una buena señal en sí misma. Aparece allí una contradicción notoria dentro de una puja mayor con formadores de precios.

Es evidente que algo distinto debe hacerse: ¿cupos a la exportación de alimentos?, ¿aumento de retenciones? Todo muy lindo en el manual de la heterodoxia económica, la gran pregunta deviene de reconocer con cuánto apoyo político se cuenta para imponer medidas de ese tipo. Con una minoría opositora intensa, con grupos de poder fuertemente vinculados a esos intentos desestabilizadores que llegaron de la mano del Coronavirus y con algunas desavenencias internas en la coalición gobernante, no parece que el propio gobierno las tenga todas consigo.

La verdaderamente buena noticia de la semana vino del lado de las vacunas. De alguna manera, parece despejarse el horizonte del mediano plazo con el anuncio de la llegada de unas 5.000.000 de vacunas para los próximos 30 días. A eso podría sumarse la capacidad de producción en Argentina del Laboratorio Richmond que, de acuerdo a la prueba que remitió al Instituto Gamaleya de Rusia, y la cual, según trascendidos, tendría el visto bueno de las autoridades epidemiológicas de aquel país; podría agregar nada más y nada menos que 2.000.000 de dosis antes que termine el mes de Julio. Esto, como dijo la ministra Carla Vizzotti, cambia la perspectiva de la segunda ola.

Ahora bien, a riesgo de no ser acusados (otra vez) de un optimismo irreductible, es muy difícil mostrarse satisfecho en un contexto delimitado por 27.000 contagios y 600 muertes diarias como se conoció el día viernes. La prudencia debe ser un recurso al que nunca deberíamos renunciar. Sobre todo, en contextos de tanta angustia y dolor.

Una coalición como la que gobierna la Argentina es algo inédito para la historia reciente (y no tanto) del país. En un intento de deslegitimación constante, aquellos que reivindican diálogo, consenso y otras palabras bonitas, se rasgan las vestiduras y nos dicen que el gobierno cada vez está más debilitado. El Frente de Todos es una rara avis de la política nacional y enfrenta serios desafíos que le impone la gestión. Una sustancia de agua de río mezclada con mar. No hay ánimo ni tiempo para bailar. Pero sí debemos levantar los brazos y pedir como siempre (y como nunca), la pelota. Por nosotros, por los que vienen detrás y por los que nos dejaron.

(*) Analista político de Fundamentar

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