En los comienzos de Tablada, allí en la manzana que linda con el estadio del querido Central Córdoba, terreno que originariamente fuera de los socios de ese hermoso proyecto llamado Vigil y que luego fuera donado a la Municipalidad de Rosario, hace muchos años, alguien tuvo la feliz idea de plantar una hilera de Ceibas (vulgarmente llamado Palo Borracho) que, además de brindar un particular paisaje, tienen un fruto que, con el paso del tiempo, en su maduración, ofrece varios espectáculos dignos de ser apreciados: de su forma ovoidal emerge una fibra algodonosa que deriva, finalmente, en una hermosa flor de múltiples tonos. El paso del tiempo y la llegada del otoño, actúan en su beneficio. En la política de la argentina opositora de estos días, como en la ceiba, la maduración que supone la cercanía del cierre de listas, permite apreciar de qué están conformados ciertos espacios políticos. Pero lo que emerge no es, precisamente, la belleza de la ceiba. Repasemos.
Lo primero que debe decirse es que la interna de Juntos por el Cambio resulta (siendo benevolentes) cuanto menos “amplia”. No sólo está atravesada por lo que podría entenderse como la natural diferencia entre el Pro, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, sino que con la excepción de ésta última fuerza, donde la uninominalidad de Elisa Carrió resulta excluyente, radicales y amarillos quedan atravesados por un doble proceso simultáneo: hacia el interior de cada espacio y dentro de la alianza. Cada uno con sus matices, cada uno con sus bemoles.
En el espacio Pro, Mauricio Macri ha comenzado a entender, por fin, que no las tiene todas consigo. Las diferencias con Horacio Rodríguez Larreta comienzan a salir a la luz, sin privarnos de algunas operaciones mediáticas dignas de leer y releer.
Al ex presidente lo define una debilidad estructural que se refleja en varios aspectos: tiene un techo de penetración electoral muy bajo, por momentos da la sensación que no entiende el momento político, social y sanitario que no sólo vive la Argentina sino el planeta en su conjunto y no se percibe muy bien si quiere o no ser candidato en estas elecciones que se aproximan. Para el domingo de las PASO faltan algo así como tres meses, pero para el cierre de listas unas pocas semanas. No parece ser el mejor presente para la figura de un ex presidente.
Como si no bastara con los límites que le imponen los cuatro años de su gestión, esta semana intentó competir con la desdichada frase de Alberto Fernández de algunos días atrás y el jueves afirmó que no entendía cómo una gripe un poco más grave de lo conocido hasta ahora, podía quitarnos el sueño. La comparación con el negador fascista que gobierna Brasil resultó inmediata. Por otro lado, mientras Fernández partía de un enfoque erróneo para explicar un fenómeno migratorio de hace siglos, Macri mostraba toda su falta de empatía con nada más y nada menos que las víctimas y los familiares de los casi 90.000 muertos que produjo la pandemia en la Argentina.
Su pedido de disculpas y aclaración vía Twitter 24 horas después confirmó dos verdades inapelables de la calle: que la explicación de la estupidez resulta más gravosa que la estupidez misma y que callado, el ex presidente, se defiende mejor.
https://twitter.com/mauriciomacri/status/1406017044244533248
Del otro lado, quien fuera su delfín político y sucesor en la jefatura del gobierno porteño, se frotaba las manos. Enfrascado en profundizar su perfil de dirigente nacional, dicen los que dicen que saben, que empezó a tallar en la conformación de supuestas listas de candidaturas legislativas en las distintas provincias. Un ejemplo sería la convocatoria para tentar con la candidatura a senador a Miguel Torres del Sel en la provincia de Santa Fe, quien la habría desechado. En realidad, lo que sucede, y que muy pocos afirmaron públicamente, es que el ex Midachi tiene en su espejo retrovisor una condena firme de la Justicia electoral por desmanejos de la campaña 2012 lo cual no lo convertiría precisamente, en el candidato más potable. Debería ajustar el nivel de información el Jefe de Gobierno porteño a fuerza de no cometer errores innecesarios.
En la semana que pasó, comenzaron a mostrarse las primeras cartas de supuestos candidatos que quieren irrumpir en el escenario político del 2021. Empieza a resultar cada vez más evidente la recurrencia a caras conocidas para ofrecerle candidatos a la sociedad. Lo que subyace, en el fondo, es que, para algunos sectores, la política sería algo así como aquello que se practica entre elecciones. La falta de proyectos que supongan militancia y trabajo territorial, combinado con el siempre redituable sistema de Boleta Única, coadyuvan para que los “famosos” digan que “salen de su zona de confort y bajen al barro para dar una mano”.
El proceso se parece al fenómeno del perro mordiéndose la cola. A la vez que se declama la importancia de los partidos, la política sería un problema porque no escucha al ciudadano. Pero entre elecciones muchos dirigentes se dedican a la superestructura: atraídos por las luces de los medios y de Buenos Aires, poco contacto fungen con los ciudadanos que deberían y dicen representar. No hay construcción de espacios comunes que vayan más allá de la rosca circunstancial. Y cuando llegan los tiempos pre electorales, se recurre a figuras que se han hecho conocidas por ser críticos del “sistema”, sin ningún compromiso ni de forma ni de fondo, con aquellas estructuras que les regalan, necesitadas, el espacio.
Como sucede en los tiempos posmodernos del futbol que (a veces) padecemos, sólo importa el resultado. Si pierden, se vuelven a su mundo “privado” (que no lo es tanto) sin rendir ninguna cuenta precisa del porqué de la derrota. Y si ganan, quedan enmarañados en esas mismas estructuras que cuestionaban desde sus púlpitos impolutos, con lo cual el problema de la representación fallida de la política no sólo se mantiene, sino que se agrava.
Los santafesinos en general y los rosarinos en particular asistimos a dos ejemplos en la semana que pasó. Por un lado, Mario Barletta convocando a una pre candidatura para el Senado (cómo degradan cargos algunos personajes) a una periodista que trabajaba hasta hace horas en Buenos Aires; y por el otro, el oficialismo rosarino “lanzando a la calle” a otra cara conocida que, hasta hace semanas se distinguía en su trabajo mediático por el cuestionamiento sistemático de todo aquello que tuviera que ver con la organización de los trabajadores.
https://twitter.com/barlettamario/status/1405233233101524996
Doble e interesante parábola la del intendente rosarino quien, nacido y criado políticamente en los movimientos estudiantiles, termina convocando a una figura famosa para que, según se dice por lo bajo, encabece la lista de concejales y, además, nos cuente a quien queramos escucharlo, que el mejor homenaje a Manuel Belgrano sería garantizar la presencialidad escolar. Que los niveles de contagio estén seis veces por encima de los indicadores sugeridos es un tema, parece, menor. Parafraseando a quien alguna vez fuera su referencia política de rigor, “una alianza a la derecha, por favor”.
El neoliberalismo, el del cuatrieño 2015–2019, el de la década del ’90 y el de la dictadura militar, siempre intentó enseñarnos que primero había que saber sufrir para después gozar de los beneficios del derrame que llegarían para todos. Los hermanos Expósito nos siguen emocionando con la idea de después amar y al fin andar sin pensamientos, con las promesas vanas que se escaparon con el tiempo. Entiendo perfectamente la idea del amor perdido en la belleza de su letra y su melodía, pero déjeme contarle querido lector, querida lectora, que algunos dirigentes hablan sin pensar, que sus dichos hace rato se esfumaron con el fracaso de su accionar. Varios de sus mayores exponentes hicieron gala de todo ello en la semana que pasó. Sería bueno que nosotros no lo olvidemos.
(*) Analista político de Fundamentar