Estas líneas se escriben a minutos del discurso presidencial en la ciudad de Olavarría, donde el presidente Alberto Fernández asumió que la foto que marcó un quiebre en la semana política del país, nunca debió haber existido. Los alcances de la imagen que se conocieron el jueves y la explicación presidencial posterior, aún no alcanzan a percibirse de manera definitiva, pero más allá de las suposiciones y elucubraciones de ocasión, lo cierto y real es que, como siempre, una imagen vale más que mil palabras. Y esta vez no fue la excepción. Repasemos.
La semana se había desarrollado desde la lógica que supone una campaña para opositores y oficialistas. Para los primeros, entre las disputas que muestran las severas diferencias que, si bien han demorado en hacerse públicas, pandemia mediante, se muestran desde hace algunas semanas, en toda su plenitud, al punto de no evitar, de parte de las principales voces del radicalismo, el disimulo de intentar jubilar al ex presidente Mauricio Macri recientemente llegado a la Argentina, luego de una larga estadía europea. Para los segundos, el desafío es otro. De la mano del inédito y masivo proceso de vacunación que se lleva adelante en el país, y con la consiguiente mejora en todos los indicadores sanitarios, el oficialismo empezó a plantear una serie de propuestas políticas, sociales y económicas que, evidentemente, sirvan para imponer otra agenda que ya no tenga en el centro de la escena a todo lo que refiere al Covid.
“Vender futuro” es la frase que ha tenido un amplio recorrido en portales y análisis de ocasión para entender la agenda que tratará de llevar adelante el gobierno nacional. Subsidios para la compra de insumos informáticos con la consiguiente capacitación para la formación de jóvenes programadores dentro del plan Argentina Programa; créditos de hasta $150.000 a tasa cero para monotributistas con un interesante período de gracia para el pago; mejora sustancial en los indicadores de la producción industrial (4% más arriba que en abril de 2019); inflación que por cuarto mes consecutivo muestra una tendencia a la baja (con un piso alto); y acuerdos salariales que se vienen homologando por encima del 45%, reflejaron una semana que trató de mostrar a un gobierno que empezaba a dialogar desde otro lugar con diversos sectores sociales.
No es casual la referencia a temas que no parecen estar en la agenda pública. La referencia presidencial a la discusión que alguna vez tendremos que dar los argentinos en aquello que refiere a la legalización de la marihuana, es parte de un mismo eje. La foto del acto capitalino de Javier Milei, donde se agolparon muchos jóvenes que se definen como libertarios no ha dejado de llamar la atención en ámbitos oficiales y no oficiales.
Desde hace un tiempo, algunos dirigentes lúcidos (que existen y son de carne y hueso) vienen comentando por lo bajo sobre la necesidad de interpelar a esos sectores etarios que poco tienen que ver con los grupos juveniles que, allá por el Bicentenario (pongamos, si se quiere, una fecha antojadiza), supo seducir el kirchnerismo. Algunas entrevistas presidenciales en formatos mediáticos no tradicionales van en ese sentido. Punto para la política comunicacional del gobierno.
Pero, como aprendimos en aquella entrañable letra de Vox Dei a mediados de los 80’, “todo concluye al fin, nada puede escapar”, lo que parecía ser la semana del inicio real de la campaña para el gobierno, terminó más temprano que tarde. En un oficialismo ya habituado a pegarse tiros en el pie, durante el jueves conocimos la fotografía que muestra al presidente de la nación y su pareja en una cena familiar con más de doce personas, situación no permitida allá por julio de 2020 en la región metropolitana de Buenos Aires, que se encontraba bajo la situación del aislamiento preventivo.
De allí en más, los cuestionamientos de todo tipo y que no pueden evitarse. Así como no puede taparse el sol con la mano, cuando una crisis política se desata, por más nimio que sea el detalle que lo potencia, sólo cabe enfrentarlo. El gobierno pareció reaccionar de manera algo demorada. La respuesta matinal del viernes del Jefe de Gabinete y del propio presidente en la tarde del viernes parecieron tener gusto a poco.
Ante la situación, una duda de rigor, ¿Qué postura debe tomarse desde quienes abrevamos en lo que habitualmente llamamos movimiento nacional y popular ante la situación? Desde este portal no esquivamos la discusión y decimos lo nuestro.
Los oficialismos argentinos, a diferencia de lo que sucedió en buena parte del mundo occidental, se enfrentaron, en el comienzo, en la peor etapa y en las últimas semanas de la pandemia, con permanentes intentos desestabilizadores de la oposición que sirvieran para complicar el escenario sanitario. Una vez más hay que decirlo claramente: la irrupción del Covid sirvió a los sectores de Juntos por el Cambio para, en nombre de la libertad, ocultar una crisis interna que es producto de la mala gestión del período 2015 – 2019 y que ahora se refleja con toda crudeza en las profundas diferencias del presente proceso electoral.
En ese contexto, y con la debilidad estructural heredada, con más de 100.000 muertos y con el dato a favor de ser uno de los países que, con una población media, más ha vacunado a sus habitantes, uno de los atributos del presidente era el intento de cuidado de los argentinos. La “foto” no modifica esa situación. Podrá verse debilitada la figura individual de Alberto Fernández o del gobierno todo, pero, así como la imagen del cumpleaños de Fabiola Yañez no puede ser eliminada de la realidad, todo el esfuerzo institucional, político y sanitario no puede ser desconocido.
La respuesta opositora del pedido de juicio político parece de manual. Ahora bien, si esa sanción estuviera justificada, vale preguntarse cuantos de los actuales acusadores no deberían ser incluidos en el mismo formato sancionatorio: tractorazos, banderazos por la libertad, marchas por Vicentín, fueron todos hechos políticos llevados adelante con la inestimable ayuda de quienes hoy vociferan a quienes quieran escucharlos, sobre la violación de Fernández y su familia a una normativa vigente en aquel momento. Habría que pensar, en qué medida, el país no se quedaría acéfalo de la oposición legislativa.
La segunda pregunta de rigor es a quién beneficia o, dicho en otros términos, quien recoge los restos del enojo que ha generado la situación. Y, en este sentido, el escenario parece abierto ya que, si bien quienes mayor visibilidad tendrán en los días que vienen serán los dirigentes que tributan en Juntos por el Cambio, es discutible que aquellos mismos protagonistas que fueron rechazados mayoritariamente por el electorado, hace apenas dos años, puedan obtener ganancia en el río revuelto. Esto es así por dos motivos básicos: porque ese espacio se ha recostado de manera muy evidente sobre su núcleo duro y porque no se ha planteado una renovación real de cuadros dirigentes que sean el resultado de las discusiones que deja la salida del poder.
Es válido preguntarse qué puede proponer a la sociedad una fuerza política que ocultó las reuniones de un presidente de la nación con jueces que luego emitían fallos que posibilitaban la persecución de dirigentes opositores y empresarios; que legitimó el burdo intento de terminar condonando la deuda millonaria del Correo Argentino, que miró para otro lado cuando se modificó una ley vía decreto y que servía a los intereses de familiares y amigos de funcionarios a los fines de blanquear dinero que estaba en cuentas en el exterior, que omitió explicarle a los argentinos que su jefe político figuraba en investigaciones internacionales que mostraban los movimientos en cuentas off shore no declaradas y que pretendió imponer por la fuerza de nombrar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en comisión y sin los acuerdos que dispone la Constitución Nacional. Todos estos, hechos que pueden ser vistos como una forma predatoria de ejercicio del poder.
El riesgo es mayor aún. La antipolítica está al acecho. Si el oficialismo comenzó a intentar interpelar a sectores juveniles y si la oposición que representa Juntos por el Cambio dejó entrar en sus listas personajes que no pasan un test de bonomía humana, es porque el riesgo a los extremos que supone la derecha autodefinida como libertaria es real y existe.
Ante el escenario podríamos tomar dos posturas. Una posibilidad es quedarnos en el enojo que supone enterarnos de la existencia de una reunión que no debería haberse realizado, cuestionar ferozmente al gobierno y golpearnos el pecho por la ofensa recibida, siendo funcionales a lo que ya conocemos (2015 – 2019) y al delirio que suponen algunos personajes.
La otra posibilidad es partir del hecho de no negar lo sucedido, aceptar de que se cometió un error que molesta pero que su protagonista es la misma autoridad que comanda un gobierno que se enfrentó a un fenómeno doblemente desconocido: la pandemia de Covid y un proceso desestabilizador que no tiene referencias históricas. Y toda esa acción gubernamental se consolidó con el fin más supremo que tenemos los seres humanos. Cuidar la vida. Adivine señor lector, señora lectora, de qué lado estará este articulista más allá de las tentaciones de ocasión. Espero encontrarnos del mismo lado. Salud.
(*) Analista político de Fundamentar