Las elecciones legislativas para el Concejo Municipal en Rosario, dejan la foto final de que nada ha cambiado del todo. Más allá de las novedades de ocasión, el 10 de diciembre nos encontraremos con un cuerpo legislativo institucionalizado por una marcada atomización, ya que, sobre un número de 28 concejales, hacia su interior conviven seis fuerzas políticas de distinto signo y algunas de ellas atravesadas por no pocas diferencias. Repasemos lo estructural y los detalles novedosos.
Lo primero que debe señalarse es algo que se parece a un rasgo ya histórico: con alguna excepción, el peronismo triunfó en las seccionales más alejadas del centro, mientras que en este último prevalecieron, alternadamente, el Frente Progresista y Juntos por el Cambio. Como es sabido, toda regla tiene una excepción y en este caso 2007 representó un mojón insoslayable para el socialismo, ya que Miguel Lifschitz en aquella oportunidad se impuso en todas las seccionales rosarinas, al igual que Roy López Molina lo hizo en 2017, cuando el color amarillo se había transformado en una fuerza arrolladora.
El segundo factor distintivo a simple vista es que (casi) “todos ganaron”. El oficialismo gobernante porque prevaleció sobre el resto con unos 5.000 votos sobre el segundo; el espacio de Ciudad Futura porque teniendo que renovar una concejalía obtuvo dos; Mejor, esa novedad que tiene como principal referente al periodista Miguel Tessandori, porque también contará con dos representantes desde el próximo mes; y el peronismo que, manteniendo las tres bancas que ponía en juego, aplica aquella vieja máxima futbolera que dice que, si no se puede ganar, empatar no es un mal resultado.
Quien no pudo revalidar títulos fue el espacio de Juntos por el Cambio que, renovando seis concejales de aquella excelente elección del ya mencionado López Molina, sólo obtuvo tres. No deja de ser llamativo el dato ya que, en este 2021, la fuerza fundada por Mauricio Macri hizo una muy buena elección a lo largo y ancho del país, al igual de lo que había sucedido en 2017. Las razones pueden ser variadas: debilidad de la lista, crisis interna producto de permanentes divisiones, falta de un liderazgo local que prevalezca en el día a día o algún episodio de la vida privada de la dirigente que encabezaba la lista y que se hizo público a semanas de la elección, son los elementos que marcan el presente del Juntos por el Cambio local.
Por otro lado, no todo puede ser interpretado como alegría en el oficialismo gobernante, más allá del triunfo. Objetivamente, si se mira la anterior elección de medio término en 2017, el Frente Progresista recuperó casi 25.000 sufragios. Pero a la vez, resulta llamativa la pérdida de votos entre este domingo 14 de noviembre y la votación de junio 2019 para concejales. Si bien el dato no es absolutamente comparable, ya que en la de hace dos años conviven dos elecciones (ejecutiva y legislativa), en términos de la revisión del andar político del oficialismo, la diferencia radica en no menos de 40.000 votos. Esto, supone dos situaciones: que Ciro Seisas, más allá de resultar una persona conocida, estuvo muy lejos de poder recibir el caudal de votos que alcanzó su jefe político en 2019 (184.000) y que, mirando las últimas cinco elecciones legislativas de medio término, el número de 115.000 adhesiones es uno de los menores que ha recibido un oficialismo hasta aquí.
Más allá de alguna celebración de ocasión el dato está allí al alcance de la mano. ¿Incapacidad del candidato, disconformidad ciudadana con la gestión de Pablo Javkin, (entre otras cosas producto de la pandemia) o falta de trabajo territorial que potencie lo que, según declaman los funcionarios municipales, bien se ha hecho hasta el momento? Aquí también, tal vez ninguna de las explicaciones resulte excluyente y en los hechos haya un poco de cada cosa.
Por el lado del peronismo, los números se repiten respecto de las últimas tres elecciones a cargos de concejales, estableciéndose en la banda que va de 100.000 a 110.000 votos. Esa monocromía fue rota en el 2019 por Roberto Sukerman (dato también a relativizar Boleta Única mediante) quien para la disputa a la intendencia alcanzó alrededor de 174.000 sufragios.
La renovación que supuestamente encarnaría Lisandro Cavatorta no redundó en una diferencia a su favor que sea digna de destacar. En Rosario, el justicialismo, parece contar con una base sostenida que le permite ser un actor con peso específico, pero, excepto la particularidad del actual ministro de gobierno de la provincia en 2019, sigue sin encontrar un referente local con proyección para 2023. ¿Aceptará Marcelo Lewandoski ser el candidato en dos años, o su figura será proyectada a nivel provincial, teniendo en cuenta que Omar Perotti no puede ser reelegido y su espacio no cuenta con una figura de reemplazo? Es cierto que falta una eternidad para ese tiempo, pero, no menos real es que más temprano que tarde veremos hacia donde van sus primeros movimientos.
La novedad política de la semana no vino del lado de los resultados del domingo sino de la foto que el intendente rosarino hizo circular vía redes con el recientemente electo senador por Santa Fe Dionisio Scarpín, dirigente político que, como hombre de Juntos por el Cambio e intendente de Avellaneda, supo militar en las filas de los anticuarentenas del Covid y por la defensa de la malograda firma Vicentín y de sus principales directivos, varios de ellos acusados de estafa.
En el texto que acompaña la foto, aparece la convocatoria a la conformación de nuevos frentes, sueño sempiterno de la conducción radical de la provincia que, durante el período 2015 – 2019, tuvo la enorme capacidad de cobrar políticamente en los dos frentes: en el plano nacional formando parte de Cambiemos y en el local, siendo una de las patas del Frente Progresista. Las anteriores imágenes (no tan antiguas) de Javkin reunido en bares con Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau, Rogelio Frigerio o el diputado electo Facundo Manes complementan y dan sentido a su encuentro con el compañero de fórmula de Carolina Losada quien, según el ex presidente de la FUR, defenderá a Rosario en el Congreso. Uno desea que ponga el mismo ahínco que puso con los dueños de los vinos “El contrabandista”.
El articulista, afectado por su ludopatía crónica, se anima a apostar por el futuro (y no tanto) giro hacia la derecha del intendente rosarino, todo sazonado con un discurso que contenga una justa dosis de progresismo que endulce oídos. La apuesta no es estructurada por el azar, a suerte y verdad, sino que, además del estilo que ha impuesto Javkin a su gestión, tiene como fundamento el contexto nacional que imagina un radicalismo decidido a tallar como nunca en este siglo XXI en el tablero nacional y disputando la interna, de manera decidida, en el espacio de Juntos por el Cambio. ¿Alguien, en serio, supone que el ex Franja Morada se quedará a revalidar títulos rosarinos acompañado de un socialismo que, hasta ahora, cada vez se parece más a una fuerza testimonial en las ligas mayores?
Otro domingo de elecciones pasó, y en Rosario, el Concejo seguirá más o menos por los mismos carriles, aunque haya cambiado la primera minoría (para el oficialismo ahora). La negociación política será permanente, proyecto por proyecto, con el riesgo real de posibles demoras (a veces) innecesarias en el tratamiento legislativo, si es que el propio Frente Progresista no muestra cintura y muñeca política para sortear las no pocas diferencias que existen no sólo en el conjunto del cuerpo, sino al interior del propio bloque que referencia en el Ejecutivo. Casi, casi, todo está como era entonces.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez