Si, al decir de Horacio Ferrer, las callecitas de Buenos Aires tenían “ese no sé qué”, en la semana que termina, en Rosario, no habrá faltado el funcionario que parafraseara al genial compositor porteño y se preguntara, qué había detrás de unos simples grafitis que definieron de manera notable, un malestar social cada vez más creciente. La frase “Plomo y humo. El negocio de matar”, escrita sobre algún símbolo rosarino y sobre edificios institucionales pareció exponer mucho más que un simple acto de vandalización. Como al pasar, la salida de un ministro de Seguridad provincial y la movilización de 10.000 rosarinos al Monumento Nacional a la Bandera, parecieron completar un cuadro social que merece su análisis. Pasen y vean.
Dos ejes atravesaron la semana de la región: la salida de Jorge Lagna como ministro de Seguridad y el padecimiento de millones de ciudadanos del humo que llegaba de las islas entrerrianas.
En el primero de ellos, no faltó la voz mediática que se animó a afirmar que las pintadas ya comentadas apuraron la salida del ahora ex funcionario. Parece un exceso. La situación dramática que vive la ciudad de Rosario en particular, con más de 160 asesinatos en lo que va del año, triplicando la media nacional, resulta un elemento lo suficientemente contundente que minimiza cualquier explicación que especule con arrebatos de expresión callejera.
La llegada de Lagna había supuesto una especie de continuidad de lo que había mostrado Marcelo Saín (ya que integraba parte de su equipo), pero a la vez, presentaba algunos matices bien diferenciados que se evidenciaron en un trato distinto con la oposición y el oficialismo en el Congreso Provincial. Se reinició un diálogo que había impedido que al primer ministro que había elegido Omar Perotti le aprobaran un paquete de leyes que el ex director de la Policía de Seguridad Aeroportuaria consideraba prioritarias.
El derrotero seguido por el gobernador no deja de ser digno de mención. A inicio de su gestión puso al frente de un área tan sensible a un hombre que venía con las mejores referencias políticas brindadas por el mismísimo Presidente de la Nación Alberto Fernández. Más allá de que su diagnóstico fuera acertado o no, la brutalidad política de Saín, su especial predilección por emprender batallas mediáticas y de redes por temas menores y la poca efectividad en la solución de los problemas del área, habilitaron la eyección del cargo. Lo dijimos en su momento: con su salida, Santa Fe se perdió una oportunidad de oro para imponer una reforma de trascendencia, no sólo en la policía provincial sino también en buena parte del entramado judicial que esta semana no se privó de un nuevo pequeño gran escándalo y mostró al jefe de los fiscales Jorge Baclini en una foto con el hipotético pre candidato a presidente Horacio Rodríguez Larreta y el diputado provincial Maximiliano Pullaro, ex ministro del área.
La designación de Rubén Rimoldi, supone una vuelta atrás en varios aspectos y no acarrea una renovación de expectativas de los sectores de representación popular. Se rompe una continuidad de más de 20 años de ministros “civiles”, el flamante funcionario llega con un historial cuestionado por lo hecho en 2012, donde prohibió una actividad de Madres de Plaza de Mayo en Casilda, pero, además, y esto sí que es un dato definitivo a tener en cuenta, sus declaraciones iniciales hicieron especial hincapié en la ausencia policial en el territorio.
Más allá de situaciones específicas, cuando uno le presta atención al derrotero que muchas veces se conocen de los crímenes sucedidos Rosario, parece de difícil resolución la cuestión a partir de la presencia o no de la policía en los barrios más pobres de la ciudad, ya que, de alguna manera, el formato de la violencia instalada, al boleo y sin mucho sentido, no se resuelve con un patrullero más o menos en una zona circunstancialmente caliente. Parece el preanuncio de más de lo mismo: en los últimos años en la provincia en general y en Rosario en particular, hemos convivido (sistemáticamente) con anuncios de más patrulleros, más policías, en definitiva, más recursos para el control y la situación resulta cada vez más gravosa.
Con las grandes bandas supuestamente desarticuladas, muchos de los asesinatos y de los hechos de violencia que se padecen refieren a una disputa por el territorio; más presencia policial en las calles no parece ser verdadera solución definitiva al problema. Para el gran déficit de la gestión de Omar Perotti, tal vez la solución nunca llegue haciendo más o menos lo mismo, independientemente de los nombres propios.
Si algo tuvo de virtuoso el conjunto de pintadas que se sucedieron en un par de noches, y más allá del ridículo apuro por borrarlas de partes de las autoridades locales, fue el hecho de que parecieron reflejar acertadamente un cansancio social en dos temas que resultan definitivamente sensibles.
El reproche refiere a una especie de máxima smithiana de "laissez faire, laissez passer" (dejar hacer, dejar pasar) que tiene a la Justicia entrerriana, paradójicamente, como una de las principales acusadas. Tres días de humo continuado activaron a tal punto inconvenientes en la salud y quejas ciudadanas, que no pareció extraño que 10.000 rosarinas y rosarinos se juntaran alrededor de su símbolo edilicio más importante para reclamar por una solución definitiva. La foto del miércoles a la tarde se completaba con la provocación de tres focos de fuego sobre las que el viento del norte evitaba que el humo se instalara en la zona.
La demanda ha sido de tal magnitud que el poco visible Juan Cabandié, a la sazón ministro de Ambiente de la Nación, se hizo presente en el Juzgado Federal de Victoria para ampliar sus denuncias con nuevos datos sobre responsables de algunos terrenos incendiados. La respuesta institucional no se agotó allí ya que la propia provincia de Santa Fe, operó en el mismo sentido y un grupo de intendentes y presidentes comunales de la región hicieron públicos sus reclamos a partir de una actividad conjunta.
El malestar es grande. Existe y se evidencia en los cuestionamientos de los manifestantes que usaron todo tipo de recursos para la queja, con barquitos de papel incluidos, y que le pusieron contenido a una marcha que, lejos de ser espontánea, permite suponer que vendrán nuevos capítulos en la demanda.
Los manuales más elementales de la teoría política indican que, de alguna manera, los partidos políticos surgen para canalizar las demandas sociales. En un contexto ambiental que parece indicar que la sequía seguirá ocupando el centro de la escena, con un sistema institucional que no parece estar preparado para la resolución del problema, la pregunta del millón radica en saber en qué medida esas mismas estructuras partidarias, que muchas veces parecen anacrónicas, podrán interpelar a una comunidad que se siente desprotegida. Puede decirse que la demanda es transversal y eso quedó demostrado en la concurrencia variopinta de la última marcha. Y, debe decirse, algo parecido sucede con la demanda de seguridad.
Vale preguntarse, por ejemplo, dado que en la cuestión del humo, la explicación causal refiere a preparar terrenos para la producción agrícola, qué tendrán para decir las organizaciones que representan los intereses del campo patronal ahora que, según las declaraciones de Nicolás Pino, Presidente de la Sociedad Rural, el sector debe prepararse ya no para la defensa pública de sus intereses sino para la participación mucho más activa en el sistema de representación partidaria del país.
A pocos meses de un proceso electoral que definirá a un nuevo gobernador (según los primeros trascendidos las elecciones generales serían en junio, las PASO en abril y los cierre de listas en febrero), inseguridad y medioambiente son los temas que, sin quererlo, se imponen en la agenda local, con una ciudadanía que ha empezado a exigir algunas respuestas más contundentes.
Tal vez la naturaleza se apiade, aparezcan las lluvias, los vientos roten en otros destinos y la ribera oeste del Paraná en el período primavera – verano pueda dejar de lado el malestar y los inconvenientes de los últimos días. Y tal vez, el flamante ministro de Seguridad haya diagnosticado correctamente el problema, y los rosarinos empecemos a dejar atrás tanta angustia y dolor en los barrios allende los bulevares. Sería el escenario ideal, para no terminar, como canta Lila Downs, esquivando balas (y humo) en el suelo. Que así sea.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez