Domingo, 25 Junio 2023 11:09

A la cancha

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A la cancha Craiyon

La espera me agotó,
no sé nada de vos,
dejaste tanto en mí.
En llamas me acosté,
y en un lento degradé,
supe que te perdí…
Gustavo Ceratti

Además de agotarnos, la espera terminó. La decena de días que iban del 14 al 24 de junio (presentación de alianzas y candidaturas respectivamente), era la primera gran prueba de fuego para el conjunto del sistema político argentino. Meses atrás las dudas radicaban en las posibles candidaturas de Mauricio Macri, de Cristina Fernández de Kirchner o del propio intento de reelección del presidente Alberto Fernández; en el rol que podría jugar el conjunto de gobernadores del peronismo; en desentrañar si al Frente de Todos le seguiría resultando válido publicitar el “unidos en la diversidad” como una marca en el orillo; en descifrar si en Juntos por el Cambio habría lista de unidad o si el radicalismo, por fin, daría la batalla interna para ganar una candidatura al premio mayor. Todas esas dudas y muchas más fueron resolviéndose con el correr de los meses y de las semanas, aunque los últimos siete días resultaron un ejemplo palmario de la argentinidad al palo. “Del éxtasis a la agonía”, cantaba la Bersuit y no se equivocaba. Pasen y vean: detalles de una semana pendular como pocas. Están todos y todas invitados.

Cerrábamos el artículo del fin de semana anterior afirmando que el ejemplo de Jujuy estaba a la vuelta de la esquina. En las horas siguientes, el gobierno de Gerardo Morales desató una represión que encuentra su razón de ser, según los defensores de la misma, en el accionar desestabilizador del kirchnerismo. Pasan los años y a algunos protagonistas no parecen afectarles las más duras consecuencias de ciertos dramas sociales. Mal que les pese a sus partidarios, el actual gobernador jujeño fue protagonista institucional del gobierno de la Alianza que terminó con un reguero de muerte y represión. Que algunos no tengan en cuenta que Morales fungía como ministro de Acción Social de un gobierno que no supo atender las más mínimas demandas sociales, puede hablarse de olvido, analfabetismo político o, simplemente, mala fe.

Su reforma constitucional “discutida” en menos tiempo que el previsto, sancionada entre gallos y medianoche, y contando con el aval de parte del Justicialismo, tienen una serie de limitantes que bien explica en este hilo de twits el constitucionalista Gustavo Arballo, hombre que no puede ser acusado de pertenencia al mundo K.

“Cómo estará la cañada, que la chancha la cruza al trote”, decía mi abuela, y tal vez esa antiquísima sabiduría popular sirva para entender que a pocos días de una represión oprobiosa, Morales fuera premiado con una precandidatura a vicepresidente de la Nación en una fórmula que integrará con Horacio Rodríguez Larreta. Lo hemos planteado en no pocas oportunidades pero queremos insistir sobre la idea: vivimos tiempos donde cierto “sentido común” construido sobre los pilares de un Estado de Derecho y el respeto por el otro parece haberse corrido de lugar.

El consenso democrático de estas última cuatro décadas ya no parece circular por los mismos andariveles de antaño, situación que no resulta excluyente de la realidad argentina.  Si el jefe de un Poder Ejecutivo hacía detener sin una causa judicial a una líder opositora, si con el devenir del tiempo ese líder se armaba un máximo tribunal de Justicia a su imagen y semejanza con “jueces” que minutos antes habían sido funcionarios de esa misma administración y si, finalmente (en un repaso demasiado breve), se instruía una reforma constitucional que imponía límites al derecho de protesta y de yapa, se reprimía salvajemente a un grupo de trabajadores de la educación que reclamaban por una mejor escala salarial; la condena del conjunto social era inminente. Los cambios han resultado de tal magnitud, que lo que ayer era cuestionamiento, hoy es premiación y defensa institucional del principal frente opositor.

Paradójicamente (o no) esa represión legitimante de una candidatura, ha traído una coincidencia impensada en las dos coaliciones más importantes, ya que ambas imaginan que ese es el futuro si Juntos por el Cambio resulta vencedor en las elecciones de este año. El mundo amarillo se imagina imponiendo una serie de transformaciones a cualquier costo, para, de alguna manera, cumplir con aquel recordado anuncio macrista de hacer todo mucho más rápido ya que el gradualismo de 2015 – 2019 habría sido un verdadero limitante. Menos mal.

La derecha argentina muestra su verdadero carácter y confirma que la diferenciación entre halcones y palomas, es una paparruchada que le sirve de argumentación conceptual a aquellos que necesitan estructuras mentales y conceptuales binarias de maneras inmanentes. Gerardo Morales como pre candidato de las supuestas palomas amarillas representa antes que nada una salida del closet larretista, ya que ubica en un lugar de privilegio a un hombre que no ha hecho más que mancillar los derechos de ciertas minorías, confirmando que, bajo presión, el actual Jefe de Gobierno porteño, siempre sale por la “diestra”.

Esa coincidencia que se alumbró a partir del caso Jujuy no fue extensiva a las candidaturas en el flamante Unión por la Patria. Nada era seguro y todo era relativo hacia comienzos de semana. Lo único que parecía inmutable, era el estoicismo de Daniel Scioli, quien mantuvo hasta el último round su decisión de ir por el premio mayor en unas elecciones PASO que, buena parte de la institucionalidad pejotista quería evitar.

A mitad de semana el cristinismo celebró el lanzamiento de la candidatura del binomio Eduardo “Wado” De Pedro – Juan Manzur, dato que se conoció durante el mediodía del miércoles y que no se hizo de manera oficial. Dicen los que dicen que saben, que el tucumano fue quien filtró el dato a voceros del multimedios más importante del país, lo cual habría generado un profundo malestar en la jefatura política del espacio. Algo de esto debe haber sucedido porque para las 16.30 hs. de ese día, el actual ministro del Interior dio a conocer, vía redes, un video donde confirmaba su precandidatura. Del tucumano, ni noticias.

Al día siguiente todo resultó tan vertiginoso, que una buena estrategia para no pasarse en la sobreinformación, para el ciudadano o la ciudadana interesada en el asunto, era desconectarse de medios y redes, como mecanismo de defensa.

Los gobernadores entraron en acción, no dudaron en desconocer la picardía de Manzur y se encontraron con el pragmatismo político del dúo Fernández – Fernández que, a la larga, no dudaron en dar de baja a sus dos precandidatos, vía diálogo que se reactivó luego de varios meses. La candidatura de Scioli fue vaciada de respaldo institucional de cierta relevancia y la de De Pedro, nunca despegó del todo. En este último caso Cristina Fernández de Kirchner dio una nueva muestra de su pragmatismo político que podría definirse como recurrente: entendió sus límites como nadie en el 2019, pactó con antiguos adversarios internos en 2021 para la conformación de listas a cargos legislativos y terminó de confirmar su adscripción a la real politik en este 2023, con el apoyo a la fórmula de Sergio Massa y Agustín Rossi.

A partir de allí no fueron pocos los enojos que pudieron verse en el microclima de las redes que, vale decirlo, son importantes pero no definitorios. Hay un cristinismo emocional que se ha inventado una historia kirchnerista a su gusto, que reinterpreta el día a día de las decisiones de la vicepresidenta como le “piacce” y donde las responsabilidades de ese accionar son de otros, pero nunca de la jefa. Es una militancia algorítmica: si, de alguna manera, nos vinculamos con la realidad vía redes, ya ha sido demostrado científicamente, que esa realidad que ellas nos muestran es, en definitiva, la que a nosotros nos resulta más cómoda. Pensar a la política en los mismos términos no deja de ser un problema.

Pese a todo lo dicho en este tiempo, la participación de Alberto Fernández en la conformación de la fórmula Massa – Rossi, demuestra que ha sabido no perder centralidad y que la famosa teoría del “pato rengo”, aún no lo alcanzó.

Sergio Massa es, qué duda cabe, el gran ganador de todo lo sucedido hasta aquí. Hombre que ha tenido sus vaivenes en las relaciones con kirchnerismo, al punto de correrse del Partido Justicialista y crear el Frente Renovador, ha tenido la suficiente inteligencia para no perder preponderancia en ese juego de tres que se llamó Frente de Todos. Llega a un lugar siempre deseado, acompañado de un hombre como Rossi al que no se le puede negar su prosapia kirchnerista, pese a haber mantenido diferencias con la vicepresidenta pero que, en su periplo nacional, ha hecho de la lealtad al peronismo un culto.

Quedan para el final una pregunta (que se comenzará a responder con el paso del tiempo), una dificultad y una fortaleza, estas últimas de cara a la campaña. La primera de ellas supone descubrir en qué medida el modelo coalicional que se dio el peronismo a partir del 2019, y que en esta decisión final tuvo su ejemplo más palmario, seguirá vigente en el caso hipotético de una victoria que potencie al tigrense pero que contará, seguramente, con un cristinismo muy fortalecido en el Congreso Nacional.

La segunda de las cuestiones (la dificultad), radica en el marco de la campaña y se sustenta en los límites que supone ofrecer un candidato que tiene el lastre de una alta inflación, algunos se animan a decir que con tendencia a la baja, y que debería transmitir los riesgos que se evitaron con una crisis que no fue. Menuda tarea para la comunicación política.

Desde la fortaleza, el oficialismo podrá ofrecer, una PASO donde Juan Grabois trate de captar parte de ese enojo con los acuerdos alcanzados, pero fundamentalmente un discurso que muestre todo lo bueno logrado en la macroeconomía de estos años (el caso del llenado del gasoducto Néstor Kirchner en esta semana no deja de ser una gran noticia con nulo desarrollo y aprovechamiento político) y la punzante contraposición de una derecha que tiene el sueño húmedo de aniquilar todo aquello que se le oponga. Otra vez, Jujuy es el ejemplo más cercano que tenemos.

Todos al frente. Y cada partido debe jugarse sin que esté perdido de antemano. La espera me agotó, canta Gustavo Ceratti en “Crimen”. Tal vez, estando sobreinformados, no supimos nada del otro. La espera terminó. A la cancha, a jugar…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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