Domingo, 27 Agosto 2023 12:19

Largo plazo

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Largo plazo Joao Fazenda

Dicen, los que dicen que saben, que alguna vez John Maynard Keynes, ese gran teórico británico de la economía, afirmó que en “el largo plazo estaremos todos muertos”. La frase, de la cual se están cumpliendo unos cien años en este 2023, actuaba como una respuesta a cierto pensamiento establecido en la época que hacía un uso y abuso de ciertas fundamentaciones que no daban respuesta a la pobreza estructural que derivó en la gran crisis de finales de los años 20’. Pero, también podría aplicarse para la pregunta sobre qué se cuestiona, interpela y decide en el marco de una campaña electoral de un país caracterizado por un hiperpresidencialismo que ya representa una marca en el orillo. En la semana que pasó, aparecieron algunos temas que refieren, indudablemente, a cuestiones que no se agotarán con los resultados que se conozcan en las noches del 22 de octubre o del 19 de noviembre, hechos que, van más allá de amoríos circunstanciales. Como siempre, pasen y vean, sean todos y todas bienvenidos.

La semana se había iniciado con la expectativa del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional a partir del anuncio realizado días atrás. Sergio Massa viajó a Estados Unidos para suscribirlo y a partir de ello, Argentina recibió unos 7500 millones de dólares que le dan aire para enfrentar los últimos meses del año (corridas cambiarias incluidas) y que nos anuncia que en 2024 será necesario sentarse a renegociar, teniendo enfrente a un acreedor que insiste con las recetas de siempre.

Por esta última razón es que tomó mayor significación de la que por sí ya tiene, el éxito de la diplomacia local que logró, con la inestimable ayuda de Luis Ignacio “Lula” Da Silva, el ya antiguo deseo argentino de ingresar al grupo BRICS que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Sin entrar en detalles que corresponden a los internacionalistas, puede decirse que la relación del país con el grupo tiene algunos elementos de tipo estructural que se han venido desarrollando en los últimos años. En la semana se hizo conocido un video que recuerda un discurso de Cristina Fernández de Kirchner, pidiéndole al actual presidente de Brasil que ayudara al país al ingreso al grupo, y aparecieron imágenes de Mauricio Macri asistiendo, en su carácter de presidente, como invitado a uno de las cumbres.

La incorporación argentina a partir de enero de 2024, cumple con una vieja caracterización del peronismo en materia diplomática, la cual ancla en la famosa teoría de la Tercera Posición en un mundo que estaba partido en dos (y que la sabiduría popular supo interpretar con el ya famoso slogan “ni yanquis ni marxistas, peronistas”) y con su histórico apoyo a la integración del grupo de los No alineados, hechos que en sí mismos, representaban una blasfemia para la intelligentzia de aquel entonces.

En los hechos, la incorporación al grupo se sale de la centralidad que supone el eje occidental diseñado por el norte desarrollado, el cual integran los Estados Unidos y Europa. Como al pasar, y ya no sin causalidad, Massa se tomó el trabajo de cuestionar el acuerdo Mercosur – Unión Europea que en su momento el macrismo celebró emocionado, por considerar que con este tipo de políticas Europa exporta sus problemas a la periferia. 

Además, y como un detalle no menor, la pertenencia al BRICS, permitiría la ampliación de mercados para la exportación de todos aquellos productos que Argentina tiene para ofrecerle al mundo: hablamos de la potencialidad que supone el 40% de la población mundial, del 25% del Producto Bruto del planeta y, de acuerdo a información brindada por la Organización Mundial del Comercio, sus cinco países integrantes participaron en el 16,1% de las exportaciones totales de bienes y servicios y en el 14,9% de las importaciones.

El hecho tuvo un inocultable efecto sobre el sistema político argentino, ya que obligó a los posicionamientos de rigor a dirigentes (candidatos incluidos) y empresarios de importancia. La noticia, que es buena en sí misma, le dio aire al gobierno: pudo instalar el tema en la matrix, ganó agenda, lo mostró con un punto a favor en temas estructurales, obligó a sus adversarios a dar una opinión y, hete aquí, demostró la pobreza conceptual que alcanza tanto a Javier Milei como a Patricia Bullrich en materia de relaciones internacionales. Tanto el reclamo de que el gobierno no debería haber alcanzado este acuerdo porque no tendría la legitimidad política suficiente (Bullrich), como la queja por la participación de países comunistas (Milei), desconoce la historia del accionar argentino en foros como los del G20, donde, de manera ampliada, también participan estos mismos países.

La primera gran pregunta de hoy es, en qué medida éste tipo de temas, mueve el amperímetro en el electorado, a poco menos de dos meses de las elecciones. Podrá imaginarse que poco, ya que no veremos a ningún ciudadano ni ciudadana, celebrando públicamente (ni probablemente cambiando su voto), por las novedades estructurales de las relaciones internacionales, pero sí puede decirse que al oficialismo le sirvió desde el punto de vista ya comentado de imponer agenda y de mostrarse cohesionado. No es poco para un espacio donde unos cuantos de sus integrantes, han hecho del internismo una práctica cotidiana.

Pero si hablamos del largo plazo que sí tal vez puede referenciar el común de la ciudadanía, no puede negarse el protagonismo semanal que tuvo la Cámara de Diputados de la Nación, al haberle dado media sanción, a través del voto opositor, a la reforma a la ley de alquileres. Los cambios suponen una vuelta atrás con los contratos de tres años a dos, actualizaciones cuatrimestrales del monto y con índices de actualización de “mutuo acuerdo” entre las partes.

De alguna forma, el caso sirve para ejemplificar lo que viene. En términos político – institucionales y en los de la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Para la primera cuestión no dejó de llamar la atención lo realizado por el tándem La Libertad Avanza - Juntos por el Cambio: mientras el primero dio quorum para el tratamiento de la reforma, una vez alcanzado el mismo y habiendo expresado su rechazo a la ley en su totalidad, ya que atenta contra la libertad, se retiró del recinto y, finalmente, los segundos alcanzaron los 125 votos. Un párrafo aparte merecen los diputados santafesinos socialistas que, siendo fundamentales para lograr el número de 129 que habilitó la discusión, se abstuvieron de votar en un sentido o en otro.

Si a algo se le ha prestado atención desde el análisis político en este año (de repetirse los resultados electorales del 13 de agosto), ha sido a la hipotética debilidad legislativa con la que asumiría Milei si fuera presidente. Contaría con algo menos de cuarenta diputados y ocho senadores propios. Una verdadera minoría, la cual cambiaría sustancialmente si lograra un acuerdo con Juntos por el Cambio que tendría más de cien. Si ponemos en la balanza, más allá de las declaraciones de ocasión, que Macri mira con mucho entusiasmo el recorrido del libertario, nadie podría estar del todo seguro que la virulencia que se evidencia hoy entre Milei y Bullrich, en el contexto de una campaña electoral, no se modifique en el escenario de la gestión. El flamante novio de la imitadora Fátima Flores, expresa el deseo antiguo de buena parte de las elites argentinas que nunca superaron el trauma de la emergencia del peronismo como hecho social.

El escenario bien lo sintetizó Hernán Lombardi, ex funcionario de Fernando de la Rúa y perseguidor serial de periodistas en la gestión de Macri, quien no tuvo empacho en afirmar que no había que “temerle a la libertad”. Que el hombre sea dueño, entre otras cosas, del edificio Torres de Manantiales en la bellísima Mar del Plata, es sólo un detalle que algún mal pensado podría afirmar que existen diputados legislando para sí mismos. Algo así como el ejemplo de un viejo senador santafesino que militaba la eliminación de las retenciones siendo productor agropecuario. “Nada pasa por casualidad…” diría un director técnico de fútbol que se dedica a realizar algunos milagros, acompañado de un messías, en tierras estadounidenses.

El ejemplo es obvio. Para el presente y para el futuro. Se explica que la ley tiene severos problemas en su implementación actual, se invoca la libertad y quienes terminan perjudicados son los más débiles. ¿O a alguien se le puede ocurrir que en un acuerdo entre partes, con la falta de oferta de viviendas existente, los más favorecidos serán los que menos tienen? La derecha argentina sigue aplicando la marca que trae en su ADN: si algo no funciona bien, aplican ideas liberales, y funcionará peor para las mayorías.

También el largo plazo se visualiza en el deseo oficialista de imponer condiciones de futuro a, por ejemplo, la privatización de Aerolíneas Argentinas, ya que el proyecto presentado en los últimos días, de aprobarse, exigiría de una mayoría especial (66% de los legisladores) para que la empresa deje de pertenecer al Estado.

Alquileres, con la consiguiente preocupación para quienes no han alcanzado el sueño de la vivienda propia y la supuesta privatización de una empresa estatal para que quede alcanzada por la lógica de mercado, también tuvieron una centralidad en el marco de una campaña electoral donde el oficialismo no aparece coordinado en la totalidad de los temas (lo relacionado con los supuestos saqueos es una buena referencia), a Bullrich se la nota cada vez más contradictoria y confusa (revisar su propuesta para las retenciones agropecuarias) y Milei parece intuir que cualquier irracionalidad que afirme será bienvenida y no tendrá reproches (no tiene desperdicio su ejemplo de la emisión de billetes ante los empresarios en el Council of the Américas).

En un país como la Argentina, el largo plazo parece una eternidad. Pero cada vez nos brinda ejemplos más claros y contundentes de lo que podría venir.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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