Vivimos tiempos veloces. Portar con varias décadas sobre nuestras espaldas (los huesos lo descubrieron hace un buen tiempo), tiene la particular virtud de habernos permitido conocer otro mundo. Resolvemos cuestiones que antes nos llevaban horas, días y semanas en los segundos que supone la efectividad de las aplicaciones de un celular vía internet. Turnos y recetas médicas, tramites de registración de propiedades, pagos de impuestos y de servicios vinculados al entretenimiento, transferencias bancarias a cualquier parte del planeta y hasta aquel viaje soñado, podemos resolverlo desde la inmediatez y la intimidad de nuestro mundo más pequeño.
Pero no todo es color de rosa. Lo saben psicólogos y psiquiatras que conviven con nuestras ansiedades ya que esa velocidad, no puede trasladarse al conjunto de las relaciones humanas: ni laborales, ni de amistad, ni de pareja y, hete aquí cierta desilusión de algunos, mucho menos al mundillo de lo político. No son pocos los analistas, hablamos de los buenos, de aquellos que merecen leerse cotidianamente, que, a la luz del escenario de este 2023, salieron a plantear la extensión del año electoral como un problema en sí mismo. Por acá preferimos ser algo más modestos y entendemos que ciertas coyunturas que no resultan inmodificables pueden moldearse con inteligencia, compromiso y trabajo. Con la emergencia de algunos apuros, repaso de una semana que dejó varias posiciones adelantadas de protagonistas de fuste. Recorrido por los últimos siete días de agosto, que además trajo un triste recuerdo. Pasen y vean, sean todos y todas bienvenidos.
Una de las novedades de la semana vino de la mano de los números. El día jueves se hicieron públicos los resultados del escrutinio definitivo de la votación del domingo 13 de agosto: el dato de color es que Javier Milei no llegó a los 30 puntos y que la diferencia, cual disputa por el descenso en el fútbol argentino de primera, entre el primero y el tercero llega solamente a unos escasos 2,58% de los votos. No casualmente, el supuesto libertario salió a decir, sin prueba de ningún tipo, que le habían robado 5 puntos. Con una votación ejemplar, sin denuncias sobre las que trabajar de parte de la Justicia Electoral, el escenario de tercios viene a confirmar que nada está dicho de antemano; aunque la ansiedad y el apuro esté matando a varios, que ya imaginan al “padre” de Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas con la banda presidencial colocada en el mediodía argentino del 10 de diciembre.
Los santafesinos supimos algo de ese apuro en la semana que pasó cuando le preguntaron, a Maximiliano Pullaro primero y a Omar Perotti después, por quienes votarían en un escenario de balotaje donde no estuviera el candidato del propio frente del que forman parte. En ambos casos, para sorpresa de muchos, la elección fue por el lado de Milei. Mientras la justificación del actual diputado provincial vino de la mano de que “el kirchnerismo es lo peor que nos puede pasar”, para el actual gobernador, el ganador de las PASO representa una novedad y por lo tanto, desde su visión, sería merecedor de una oportunidad ya que “lo de Patricia Bullrich ya lo vimos y no quisiera esa etapa otra vez”.
En estas declaraciones, que se reflejan como forzadas y armadas (los candidatos querían decir eso, nadie se los arrebató), aparece el inmediato horizonte de las generales santafesinas del 10 de setiembre. Qué mejor que, supuestamente, congraciarse con los votantes libertarios de cara a una elección donde cada uno de esos candidatos tiene sus propios intereses en poder despegarse: el primero porque si fuera gobernador debería convivir con una administración dominada por los libertarios y el segundo porque necesita como el agua, transformarse en el candidato a diputado provincial más votado para lograr así, mantenerse (hipotéticamente), como el jefe de la oposición santafesina, siendo referencia insoslayable en el peronismo local.
Pero para ambos frentes hubo incomodidades varias. En Unión para cambiar Santa Fe, porque la opción de Pullaro pareció darle aire a unas muy preocupantes declaraciones de Milei quien afirmó, en una entrevista para una radio colombiana, que un socialista era lo mismo que el excremento humano y que por lo tanto merecía limpiarse. Yo no sé usted querido lector, estimada lectora, pero ese tipo de definiciones a este analista le representa una preocupación enorme, ya que Argentina ha sufrido este tipo de concepciones en su pasado no tan reciente, pero que tiene innegable proyección en este, nuestro tiempo.
La respuesta, vía comunicado, no se hizo esperar de parte del Partido Socialista, aunque la misma tuvo la misma repercusión que la humedad de mayo por estos lares y vino acompañada del silencio cómplice de los socios amarillos del espacio. Tanto recorrido del partido de la rosa, para terminar ninguneados de la mano de cierta modestia electoral.
Del otro lado, las declaraciones perottistas tuvieron un impacto aún mayor. No fueron pocos los dirigentes peronistas, candidatos o no, que salieron a plantear sus diferencias con el gobernador, Marcelo Lewandowski incluido.
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A nadie escapa la trayectoria de Pullaro y Perotti, como así tampoco de la cintura política con la que cuentan y a la que podrían haber recurrido ante preguntas que, supuestamente, podrían colocarlos en un lugar no deseado. Varias décadas en la política para ambos, ocupando cargos de primer nivel, nada puede sorprenderlos en entrevistas complacientes a personajes que, al decir libertario, representan la idea de pertenencia a una supuesta casta. Vaya paradoja: en el tercer distrito electoral nacional, sus dos dirigentes más importantes, uno por presente y el otro por su proyección, adelantaron su voto para los próximos, casi, noventa días, para un candidato que, supuestamente, los desprecia. Primer ejemplo de apuro. Mi abuela se preguntaría “¿con qué necesidad?”
En el plano nacional, un par de preguntas empiezan a hacerse cada vez más visibles. ¿Milei es o se hace? ¿Su propuesta es una parodia o un intento real de imponer medidas que, a medida que se explican parecen cada vez más estrafalarias? El reciente ejemplo sobre la contaminación de los ríos, se suma a una serie de declaraciones donde no se termina de entender del todo que buena parte de sus propuestas se basan en la inconstitucionalidad o, para decirlo de manera más contundente, en la ilegalidad y que de obtener un muy buen resultado en la noche del 22 de octubre, nada puede presumir que el libertario contará con una densidad política suficiente para cumplimentar con todo aquello que promete.
Empieza a ver en el libertarismo un ida y vuelta constante respecto de la viabilidad de sus propuestas: si le preguntan por la dolarización muchos de sus hasta ahora desconocidos dirigentes, afirman que no será inmediata; si se los interpela por el cierre del Banco Central, es algo que sucederá a partir de ciertas circunstancias ya que, y aquí viene una interesante promesa, el proyecto libertario requiere, cuanto menos, de tres décadas para su consolidación.
Si el voto a Milei es parte de un enojo social, fundamentado en todo aquello que la dirigencia política no ha sabido resolver en los últimos tiempos, fundamentalmente desde la perspectiva de ciertas demandas sociales, bien vale preguntarse en lo efímero de esa identidad política y en la sustancia con la que podría contar a partir de una serie de carencias del presente, las cuales no serían resueltas en el futuro inmediato.
También allí hay un apuro. Aparecen cotidianamente una serie de definiciones, de ámbito político, periodístico y hasta académico, donde el sujeto político “mileista” ya estaría consolidado y sería lo suficientemente contundente para que Milei triunfe en primera vuelta, ante la impericia de una Patricia Bullrich a la cual le ha costado encontrar un eje claro de campaña.
Entre los dilemas internos y los errores en la comunicación de la propuesta económica, la ex ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa trató de ganar en previsibilidad política al anunciar, con bombos y platillos, que en caso de acceder a la presidencia, Carlos Melconián será su ministro de Economía, nombre impuesto por Mauricio Macri para ordenar en algún sentido la campaña cambiemista.
Las razones del apuro de nominar cien días antes de acceder a la gestión al integrante de la Fundación Mediterránea que, como el sol, siempre está; radican en sacarse rápidamente de encima el lastre que supone exponer sobre un tema que Bullrich decididamente desconoce, a la vez que le permitirá despegarse del perfil anti sistema que por momentos parece mostrar Milei.
Desde el lado del oficialismo, Sergio Massa aparece cada vez más protagonista del espacio, ocupando una centralidad que es el juego que mejor juega y más le gusta. El domingo anterior se ocupó de poner en agenda, vía redes y lejos de cualquier formalidad tradicional de cierta comunicación política, una serie de anuncios para trabajadores formales, monotributistas y jubilados que vienen a paliar la devaluación del 14 de agosto.
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Entre ellas, la que generó más ruido político es la que refiere a la entrega de una suma fija de $60.000 para trabajadores activos, en dos cuotas, la cual quedaba supeditada al comportamiento de las distintas paritarias. La medida encontró un límite real y uno supuesto pero que fue construido desde cierta titulación mediática.
La primera refiere a una serie de empresarios que salieron a cuestionar la medida porque dicen no contar con los fondos y que para ello existen las paritarias. Frágiles de memoria, buena parte de nuestros capitalistas vernáculos olvidan que no pocas empresas se salvaron en la pandemia, a partir de la ayuda estatal que trajo no pocas discusiones “académicas” y que, el proceso de crecimiento posterior, consolidó un contexto donde las ganancias entre capital y trabajo, siempre favoreció a los primeros.
La segunda se relaciona con un conjunto de gobernadores (14) e intendentes que salieron a confirmar la negativa al pago por múltiples razones. Algunos, como en el caso de Santa Fe, donde la reapertura de paritarias ha garantizado ese monto en el bolsillo, y otros, porque, aparentemente, necesitan del auxilio de las provincias para hacer frente al pago. Con todo, estas decisiones que pretenden mostrarte como una circunstancia de debilidad política del oficialismo, a la vez que se lo cuestiona como el plan Platita 2, viene a demostrar que aquella insistente idea de parte del movimiento Nac&Pop de otorgar sumas fijas en otras etapas, tenía sus bemoles.
Por lo pronto, los últimos días de la gestión de la economía, vía acuerdo con el FMI, parecen haber transcurrido con cierta tranquilidad ministerial y con un respiro para poner la campaña en otro lugar, la cual debería empezar a contar con una mayor presencia y visibilidad de funcionarios y dirigentes que, a no olvidarse, veían en Sergio Massa al único candidato posible. Más compromiso público y menos especulación sería una buena señal para un sector de la sociedad que ve con no poca preocupación, cómo prevalecen los egoísmos de ocasión.
Algo de esto último aplicaría con el hecho de que el viernes 1 de setiembre se cumplió un nuevo aniversario del atentado a Cristina Fernández, el cual puede ser pensado como una confirmación de toda la violencia que se construyó contra la vicepresidenta. La investigación centrada en “perejiles”, una Justicia que no fue a fondo con los instigadores económicos y buena parte del sistema político restándole importancia al ataque más gravoso que se recuerde en la democracia de estos cuarenta años, permite reflexionar sobre ciertos silencios en ese pasado reciente, pero fundamentalmente, en lo que nos pueden deparar los días por venir. Si a Cristina la tocaron y no se armó ningún “kilombo”, como anunciaba cierta militancia de estudiantina, qué podrá quedar para nosotros, el resto de los mortales.
Como interpretan Emilio Brancciari y sus muchachos, no nos interesa vivir apurados en el análisis y preferimos el camino más largo. Pero sí nos preocupa qué pueda pasar. Por nosotros, por nuestros afectos y por esta comunidad en la que apostamos vivir cada día de nuestras vidas.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez