Domingo, 26 Noviembre 2023 11:01

El león, el gato y los orcos

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El león, el gato y los orcos MILEI-MACRI. | CEDOC/PERFIL

Aquí yazgo, al término de mi viaje,  
hundido en una oscuridad profunda:
más allá de todas las torres altas y poderosas,
más allá de todas las montañas escarpadas, 
por encima de todas las sombras cabalga el Sol
y eternamente moran las Estrellas. 
No diré que el Día ha terminado,
ni he de decir adiós a las Estrellas.

Canción de Sam en la torre del Orco - J.R.R. Tolkien

Estas líneas se escriben en la tarde noche del sábado 25 de noviembre. Cualquier afirmación que involucre nombres propios puede quedar definitivamente desactualizada cuando usted, querido lector, estimada lectora, lo tenga a su disposición en el mediodía del domingo. Ni le digo si es algo remolón (o remolona) y se dispone a leerlo el día lunes. La vorágine de la semana post triunfo libertario se consumió rápidamente muchas de las explicaciones causales de victorias y derrotas. Si el sube y baja de nombres, la indefinición de las políticas que se aplicarán desde el 10 de diciembre y el protagonismo de a dos en la cúspide del poder político, es producto de ciertas carencias libertarias o de un estilo de liderazgo que se impondrá más temprano que tarde como una marca en el orillo del presidente electo, es algo que nadie puede afirmarlo de manera del todo tajante por este tiempo. En el mientras tanto repasemos los últimos seis días de una victoria tan legítima como sorpresivamente abultada. Pasen y vean. Sean todos bienvenidos.

En el campamento libertario, allí en el coqueto Hotel Libertador, Javier Milei ha comenzado a desandar el camino de la transición que lo llevará a la toma del poder en el mediodía del 10 de diciembre. Ha salido poco y nada, con la evidente excepción de dirigirse a una reunión con el actual presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la Residencia de Olivos, que resultó más formal que otra cosa y, como se desprende de la foto de rigor, con cara de pocos amigos.

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Desde el riñón mileista, rápidamente se dio a conocer la creación de la Oficina del Presidente Electo de la República Argentina (OPEArg). La novedad viene de la mano con logo propio, el cual intenta reproducir la imagen de la Casa Rosada pero que en verdad emula (demasiado), al diseño gráfico de la Casa Blanca.

Como nada es casual a esta altura de los acontecimientos, el primer comunicado sirvió para avisar que la comunicación oficial se reproduciría por ese espacio, diariamente, a partir de las 18hs. Esa rutinización al tercer día ya dejó de cumplirse, como un ejemplo inicial del desorden político que se vive en el espacio libertario.

La oficina parece creada para mostrar una unidireccionalidad comunicacional, en el medio de un tembladeral político que ha venido de la mano de unos cuantos dirigentes y hombres de negocios que han renunciado a cargos que nunca habían asumido. Una verdadera rareza para una fuerza que, a la luz de la inmediatez del éxito electoral, debería estar mucho más articulada internamente.

Emilio Ocampo, quien era el hombre designado desde hace un buen tiempo para el cierre del Banco Central se bajó de esa postulación al igual que su reemplazante Demian Reidel; Carolina Píparo, quien había anunciado su llegada al ANSES con aviso incluido de una reunión el lunes 27 con Fernanda Raverta para iniciar la transición, fue cambiada en el cargo por un hombre de Juan Schiaretti; Patricia Bullrich aún no está confirmada oficialmente como futura ministra de Seguridad, ya que su designación rompe con la promesa que el presidente le hiciera a su vice, de que ella sería quien manejara las áreas de seguridad y defensa, lo cual ha generado no pocos roces internos. Todos estos episodios adolecieron de explicaciones o versiones oficiales.

Por las dudas, y en este escenario de pérdidas por goteo, Milei ha tratado de insistir que la dolarización y el cierre del Banco Central no son negociables. Tales afirmaciones, hoy, parecen un riesgo que pueden servir para limar la credibilidad política del presidente electo. Para colmo de males, el más firme candidato para hacerse cargo del ministerio de Economía, Luis “Toto” Caputo, ya ha dejado trascender que ninguna de esas propuestas serán implementadas con él a cargo. El escenario de confusión se completa con una serie de videos de antaño (ay los archivos), que muestran severas descalificaciones del autodefinido anarco capitalista sobre el “Messi” de las finanzas, en lo que fue su paso por la función pública bajo la administración de Mauricio Macri.

El candidato a vicepresidente de Boca Juniors, por su parte, emprendió un viaje a Qatar como parte de la campaña del club de sus amores. Todo el mundo creyó que ponía una sana distancia de la toma de decisiones libertarias, pero en la era de las comunicaciones y las redes, nadie se va del todo aunque se encuentre a miles de kilómetros de distancia física del lugar de los acontecimientos, si así no lo desea.

Ha resultado harto evidente, que el Gato le complicó el frente interno al León, condicionando a éste en la visibilización pública. Si sale a la palestra debería dar nombres y mostrar una homogeneidad de acción que actualmente no existe. De allí la utilización de la OPEArg para justificar cualquier definición de rigor.

Macri se mueve en el escenario con dos certezas que cada vez quedan más expuestas: su agudeza política que lo muestra como un ganador en una coyuntura donde la fuerza que modeló a su imagen y semejanza salió tercera, y su inocultable capacidad de daño. Lo hizo con María Eugenia Vidal cuando la condicionó en su gobernación bonaerense; tocó con su varita mágica la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta; jugó a dos puntas desde la mismísima noche de las PASO donde intentó, a la luz pública, tender puentes con el vencedor de esa elección, limitando las posibilidades de Bullrich; pergeñó el acuerdo de Acassuso en absoluta soledad, dinamitando lo que quedaba de Juntos por el Cambio y ahora aporta de manera insoslayable para que Milei enfrente una pequeña crisis días antes de asumir y con el corrimiento de no pocos de los allegados que lo acompañaron, desde hace varios años, en esta aventura que lo depositó en la presidencia de la Nación. Difícil encontrar casos de tanta capacidad para la destrucción política de sociedades varias.

En resumen, la disputa entre el León y el Gato supone una discusión de real politik a cielo abierto. A estas horas, la pregunta radica en saber si prevalecerá el ganador visible, el de las urnas, el del discurso medido en la noche del domingo 19 y que intenta mostrar una centralidad exclusiva que por ahora no tiene, o si deberemos convivir con un doble comando “al uso nostro”, donde el ganador entre bambalinas del balotaje, actúe como un celador condicionante de todo aquello que el presidente electo imagine para la consolidación de su legitimidad de ejercicio.

En el medio, el ex presidente no se privó de hacer alguna declaración donde además de imponerle condiciones y plazos a Milei, jugó, irresponsablemente, a una profundización de la grieta ya que, en esta oportunidad, si los “orcos” salen (salimos) a protestar por las medidas que seguramente ensayará el libertario, habría una generación de “jóvenes que ya no están dispuestos a perder oportunidades”. Que cada quien lo entienda como quiera, pero a buen entendedor…

Macri encarna la eterna ilusión de ese sector social de donde ha surgido, y que claramente representa, de eliminar rápidamente y de un plumazo a todo aquello que desde los sectores vinculados al movimiento nacional y popular puedan oponerse a su idea de país. Para nosotros, los orcos, son tiempos difíciles. Nos precede una derrota electoral que nos exigirá mucha relectura de lo que no se pudo, no se supo o no se quiso hacer y en qué medida la sociedad estaba predispuesta a ir por más. Hoy, a poco menos de una semana de un golpe inesperado por su contundencia, no tiene demasiado sentido enojarse con aquellos sectores que depositaron la confianza en el libertario y que tal vez, más temprano que tarde, comiencen a pagar las consecuencias de un modelo que sólo traerá más exclusión y, seguramente, más violencia.

El voto es un instrumento muy complejo de desentrañar con herramientas que, a veces, parecen vetustas. La sociedad ha cambiado, cuestión que reflejan los estudios de la composición del voto libertario, y tal vez con ello deba cambiar el movimiento nacional y popular. Pero una cosa es segura: no pudieron borrarlo de la faz de la tierra con los variados métodos de los últimos ochenta años. Tampoco podrán ahora. Lo sabemos desde siempre los hijos de los nadies. Aunque ahora nos llamen “orcos”.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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