Domingo, 03 Marzo 2024 13:40

Fugacidades

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No es una noche más,
es una noche de fuego,
fuegos de artificio.
Entre llantos y decepción
humo y gritos marionetas del terror.
Decisiones sin saber,
noche eterna, pesadillas del poder…

Los violadores

La imagen que acompaña la portada de éste artículo, nada tiene que ver con la idea de festividad que suponen los fuegos de artificio ya que no son tiempos de celebraciones ni mucho menos. Refiere a una especie de síntesis con la que convive la política argentina en estos tiempos: mucho brillo, buena parte de explosividad y efectivamente fugaz. Mientras la matrix empieza a tomarle el pulso al líder libertario, que en sus primeros 83 días de gestión padece una segunda derrota política de relevancia y el círculo rojo mediático intentará imponernos la idea de un Javier Milei de capacidades extraordinarias, subyacen ciertas características que tienen mucho de lo que podríamos llamar como humo electoral. El problema es que la campaña terminó hace algunos meses y es hora de gobernar. Recorrido por días de cotillón y fantasías varias. Pasen y vean. Como siempre, y ahora que nos prohíben el inclusivo, son todes bienvenides.

El discurso de apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación (y todo lo que lo rodea) refleja una buena síntesis del momento político y social que vive el país. A favor del espacio libertario debe decirse que supo guardarse el secreto de la “propuesta” que apareció al final del mismo. Ni fin del cepo, ni dolarización con fecha de inicio, ni intervención federal a ninguna provincia díscola: la novedad vino de la mano de la convocatoria a un acuerdo con el conjunto de los gobernadores intentando, otra vez desde una gestión que recién se inicia, recrear la idea de un pacto fundacional que “alumbre” el camino para las próximas décadas.

El discurso parece reflejar una buena síntesis de lo que viene sucediendo desde el 10 de diciembre. Muchos números falsos: proyección de los niveles de inflación y de lo que (supuestamente) se habría evitado, datos de la educación y estado de la administración nacional a partir del informe que, anual y obligatoriamente, ejerce la SIGEN desde su creación.

Fuego de artificio declarativo que esconde la debilidad estructural que padece el libertarismo en el plano institucional de la política local. Sin gobernadores que le respondan directamente, con sólo un 15% de representación política en ambas cámaras, Milei se las ingenia, chequera en mano (o claves digitales a disposición para transferir, no parezca tan viejo señor articulista), para ocupar el centro del espacio a fuerza de crear enemigos de importancia relativa, insultando y violentando al conjunto de la sociedad.

En el camino ya se comió dos derrotas institucionales de fuste, demasiado contundentes para ignorarlas y para dejar de mensurar que ocurrieron en el período que se da por sentado, resulta de una mayor gracia a su favor. El mal manejo legislativo libertario de la ley ómnibus y el conflicto con la provincia de Chubut, encarnado en la figura de su gobernador Ignacio Torres, reflejan los límites a los que se enfrenta el padre de Conan.

De a poco se comienza a conocer su estilo: el presidente se hace el loco pero no lo es. En ambas circunstancias comentadas actuó de la misma manera. Aceleró con quinta a fondo, se asomó al precipicio y cuando se expuso a una derrota irremediable y contundente, bajó los decibeles del ruido, y trató de fortalecerse desde lo no logrado.

Si a la derrota legislativa por la ley ómnibus, que incluyó la vuelta del proyecto a comisión, le siguió la reinterpretación de que todo era parte de una estrategia premeditada para exponer a la “casta que se opone al cambio”; el caso Chubut se cierra, luego del fallo judicial que le asistió razón al joven gobernador y la consiguiente transferencia de fondos que no fue publicitada, con la convocatoria al pacto de Mayo en la provincia de Córdoba.

En el medio el presidente no se priva de los insultos a sus enemigos, en la cara y en la casa de ellos y con invitados especiales, quienes estoica e inteligentemente, soportaron sin responder cada una de las diatribas presidenciales.

En el medio y dicho como al pasar, hubo un escenario televisado por la cadena nacional que, en ausencia de un relato democrático, sólo mostraba las celebraciones de sus partidarios en un plano tan corto, que uno imagina que el camarógrafo en cuestión, tuvo muy poco trabajo efectivo. No hubo ninguna gestualidad opositora para reflejar, y si alguien llegado desde el exterior, desconociera el día a día de la política nacional, bien podría pensar que la oposición legislativa no había asistido al convite. El único lujo que pareció permitirse la transmisión oficial fue la imperturbabilidad de los cuatro jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

El discurso hizo mucho hincapié en la supuesta herencia recibida que, en el modelo libertario, no se circunscribe sólo a la gestión precedente del Frente de Todos, sino que se proyecta a los últimos cien años, macrismo incluido, donde se romantiza un tiempo social de exclusión y miseria que dejaba afuera a las grandes mayorías, falseando datos y fomentando el mito de la Argentina granero del mundo que, de acuerdo a no pocas investigaciones científicas, jamás existió.

Por otro lado, y mientras se siguen conociendo encuestas que reflejan una caída de la imagen presidencial, los dichos de Milei solo hicieron una escueta referencia a lo que está sucediendo con el día a día de los argentinos, en cuanto al encarecimiento de la vida cotidiana, y pidió paciencia, no dejando de señalar que aún falta lo peor. La referencia a un futuro venturoso solo puede apalancarse en una dimensión que se escinda del deterioro material y es por ello que la recurrencia al argumento de la casta política es puesta, una y otra vez, en el centro de la escena.

La novedad de los dichos presidenciales reside en el segmento final (ya lo habían dejado trascender sus voceros mediáticos ad hoc), cuando, luego de una serie de afirmaciones ofensivas, realizó una convocatoria a un gran acuerdo nacional previa aprobación de una, ahora sí, reflotada ley ómnibus que nadie tiene del todo claro en sus alcances. Tampoco queda muy iluminado si la “genialidad” presidencial de presentar una mega ley que luego, cuando estaba por quedar diluida, sirvió para exponer a la casta; porqué ahora el mismo proyecto queda reflotado.

El cambio de estrategia obedece a las carencias del Ejecutivo nacional que, no casualmente, pueden verse como espejo de la realidad de los gobernadores. La necesidad de acuerdo son mutuas ya que en el caso de un hipotético desfinanciamiento a las provincias, y el consecuente incendio allende la avenida General Paz, alcanzaría a todas las partes. Una adenda como al pasar: en la semana, la inteligentzia trollista libertaria, ensayó una encuesta vía X, donde se preguntaba quien tenía razón en la disputa entre Milei y Torres. Ganó el segundo 60% a 40%. Fin.

Por ello la disputa con el chubutense en particular y con los gobernadores patagónicos en general, que rozaban la ridiculez de la vuelta a un estadio previo al Pacto de San José de Flores, no deben verse más que como parte de la fugacidad de los fuegos de artificio. Las señales brindadas en las últimas horas por los diez gobernadores de Juntos por el Cambio, más la del cordobés Martín Llaryora, parecen (y sólo eso), referenciar un tiempo de tregua.

Pero hay un segundo aspecto que va más allá de que la necesidad tiene cara de hereje y es el que refiere a la coincidencia ideológica, que ya hemos comentado en artículos anteriores, en todo el espectro de la derecha argentina. En los 10 puntos que pretende el libertarismo como punto de inicio de un nuevo tiempo social, reside buena parte de la prédica cambiemista de antaño, espacio político que (esto dicho como segunda adenda), se enfrenta al serio riesgo de una licuación si Milei logra consolidarse políticamente.

Pero el pacto también tiene un problema de raíz. No está concebido como parte de un acto que supone una discusión generosa y que termina alumbrando una serie de enunciados: sería el paso final (elucubrado por el libertarismo gobernante) que requiere de la aprobación previa de los mamotretos jurídicos ya comentados y que devendría, como promesa futura, en un alivio fiscal para las provincias. Este procedimiento resulta claramente extorsivo y pretende, como un paquete cerrado, ganar en legitimidad sin ningún tipo de revisión. Es un acuerdo sujeto con fórceps, concebido con una errónea conceptualización mileista que cree contar con un cheque en blanco, a partir de su triunfo en el balotaje de noviembre.

En resumen, el oficialismo trata de ganar tiempo ya que se enfrentaba a un inminente rechazo del DNU 70/23 en la cámara alta, cuyos legisladores ahora probablemente revisen su accionar para adelante, teniendo en cuenta la supuesta instancia de negociación que se les abren a los gobernadores y que, en muchos casos, resultan sus jefes políticos.

En el procedimiento, por ahora novedoso para las formas libertarias, Milei toma una bandera cara a cierto infantilismo político que siempre tiene como aspiración, el máximo deseo de lograr un acuerdo que incluyan unos pocos puntos que, supuestamente, permitiría sacar al país del atraso, dejándolo escrito y publicado para la posteridad. Una especie de Pacto de la Moncloa de estos confines del mundo. Ya lo intentó Mauricio Macri con el fenecido consenso fiscal de 2017, que imponía una serie de transformaciones fiscales al interior de las provincias, que el mundo amarillo vivió como un triunfo pero que, la profundizada crisis económica del año siguiente, le dio un baño de realidad.

Los acuerdos pueden condensarse en la realidad de la superestructura política y económica. Podrá imponerse (o no) desde la fortaleza de la caja del Estado nacional y de las carencias de no pocos Estados subnacionales, pero hay una segunda instancia, esa que refiere a la calidad de vida material de los argentinos que no parece enfrentar en el mediano plazo más que sufrimiento y miseria. Cuánto de eso podrá sostenerse en el tiempo, sin asistir a un deterioro tan marcado que transforme en letra muerta cualquier tipo de acuerdo suscripto por arriba, es un verdadero misterio que ningún protagonista ni analista puede avizorar. Si la historia reciente sirviera de algo, vale decir que esa celebración macrista que se combinó con el buen resultado electoral de 2017, fue el sustento para imponer una reforma jubilatoria que se transformó en piedra de toque de la debacle macrista de 2018 y 2019.

La estrategia libertaria parece haber dado sus frutos. En un contexto donde algunas disputas que parecen gravosas, se sustancian con el fuego de artificio de las redes, Milei tiró la línea lo suficientemente lejos, como para darle algo de aire, también, a sus potenciales aliados que, en definitiva y en tren de ser honestos, sólo aspiran que la tensión se sustancie en la misma antinomia de los últimos 78 años: peronismo / antiperonismo. Si buena parte de la oposición amigable tolera insultos, maltratos y ninguneos, ello obedece a no quedar pegados, por ejemplo, en una votación parlamentaria con el bloque, vaya casualidad, que resulta mayoritario.

Dicen Los Violadores, protagonistas del epígrafe de hoy, que en una noche de fuegos de artificio se tomaron decisiones sin saber. Tal vez nuestra resiliencia pueda impedir las pesadillas del poder. Solo tal vez.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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