Empoderado por un módico triunfo en las elecciones de la Cuidad Autónoma de Buenos Aires, en la semana que pasó el mileismo jugó uno de los juegos que mejor juega y que más le gusta: el de la auto celebración. Con la anuencia de buena parte del sistema mediático político, intentó mostrar que los 30 puntos obtenidos por Manuel Adorni reflejaban un apoyo que se extiende a lo largo y ancho del país, referenciándolo en un adelanto de lo que vendrá a partir de la noche del 26 de octubre, cuando se conozcan los números de la elección de medio término.
La centralidad que tomó el análisis del proceso electoral porteño (recordemos se votaban meras concejalías) se potenció en el método BoVer. El acrónimo, que en el mundo termo del fútbol del que este analista no escapa del todo, refiere a una forma de poner el foco sobre lo que sucede en el país campeón del mundo: todo abordaje de aquello que pasa desde el rectángulo de 90 por 120 metros, queda supeditado a los devenires de los dos clubes más importantes del fútbol argentino.
Un poco por pereza y mucho por el centralismo imperante, buena parte de la política semanal en la Argentina se consumió en los dimes, diretes y sus múltiples reinterpretaciones de aquello que votaron algo más de 1.600.000 ciudadanos y ciudadanas habitantes de la otrora Reina del Plata.
A favor de los intereses del mileismo, el proceso electoral se nacionalizó y terminó sirviendo (como todo el mundo preveía) para ordenar la interna de las derechas argentinas: Javier Milei emergió como el triunfador mientras que Mauricio Macri, en lo que pareciera ser su ocaso político (en la Argentina nadie muere en términos políticos), viajó al exterior para seguir desarrollando sus loables tareas al frente de la Fundación FIFA, dejando el armado de la provincia de Buenos Aires en manos de Cristian Ritondo, quien ya salió a aclarar que no pretende una fusión que se fagocite al PRO, sino un acuerdo entre partidos. Cuánta ilusión.
Para el mundillo PJ, el resultado dejó la buena noticia (si es que podemos hablar en esos términos en una derrota) de que el aventurismo practicado por personajes como Guillermo Moreno y Juan Manuel Abal Medina quedó para mejores ocasiones. Pero hubo una evidente mala lectura en la previa cuando se diseñó una campaña en términos locales y en el post, cuando un Leandro Santoro que tal vez se había imaginado triunfador, no apareció con la mejor de las posturas políticas a reconocer su derrota, pese a haber logrado el mejor de los porcentajes de las últimas elecciones de medio término.
— Oficina del Presidente (@OPRArgentina) May 22, 2025
Si la semana pasada, en esta misma columna recomendábamos cautela para entender lo que podría suceder dentro de los límites que impone la General Paz, nos referíamos a tener en cuenta que un escenario comunicacional tan contaminado, con el inestimable aporte de las redes que suelen mostrarnos el mundo que queremos; es porque el territorio en cuestión tiene una larga historia de rechazo electoral a todo lo que tenga tufillo de peronista. Debe recordarse que, en casi 80 años de historia, la única oportunidad en que el Partido Justicialista pudo prevalecer como triunfador tuvo como protagonista a un tal Erman González, con la paradoja que suponía su tono riojano y en el particular momento histórico donde el peronismo había transmutado sus pilchas ideológicas por un liberalismo conservador que se auto declamaba moderno.
En ese entonces y ahora, para los porteños (algo parecido podría decirse de Rosario), el clivaje central que define su vida política se sintetiza en la díada peronismo / antiperonismo. Promovido como un electorado difícil, sofisticado y de fuertes valores republicanos, la vulgata libertaria que nos toca padecer cotidianamente demuestra que algunas comunidades prefieren transvertir sus supuestos valores superiores, antes que soportar el éxito político y un eventual gobierno de algo que exprese al movimiento nacional y popular, cualesquiera sean sus formas.
Pongamos las cosas en contexto: a esta altura del año ya se produjeron seis elecciones locales (con la salvedad de que Santa Fe refería a la circunstancia coincidente de una PASO más la elección para una reforma constituyente) y mirando los resultados generales, el entramado violeta tiene poco para festejar. Triunfos con aliados secundarios en Chaco, en la ciudad de Salta (en la provincia hizo una muy pobre elección) y en la ciudad de Rosario. Pero tampoco debemos esconder la basura debajo de la alfombra ya que los sectores opositores parecen diluidos y con posturas, cuanto menos, viscosas.
En medio de esa coyuntura y con la sobrevaloración ya comentada, el mileismo se animó con un par de medidas que, por un lado, relativizan su supuesta fe democrática y por otro, reflejan su estado de desesperación por contar con los dólares suficientes que les permitan sostener la ficción de un dólar barato.
Con el Decreto de Necesidad y Urgencia 340/25, el Gobierno se anima, nada más y nada menos que a limitar el derecho de huelga. Camuflado bajo un supuesto régimen de excepción para la marina mercante, recreando ciertas terminologías de la pandemia del Covid (vaya oxímoron) ya que retoma la figura de actividades esenciales y crea la de trascendentales, insiste con medidas que ya había propuesto en el DNU 70/23 y que, en el capítulo laboral, ya fueron rechazadas por ser consideradas inconstitucionales por la primera y segunda instancia judicial. Como agregado adicional debe decirse que en el mientras tanto todos esperamos el despertar de una Corte Suprema de Justicia de la Nación que gusta de mostrarse funcional al libertarismo gobernante y que debe fallar al respecto.
Por las dudas, el tema no aparece con demasiada visibilidad en la gran prensa argentina. Un poco porque viene a responder a los intereses de los gigantes comunicacionales ya que la actividad de radio y televisión es considerada trascendental y debe garantizar el 50 % de asistencia; otro poco porque, mientras el peronismo aparece desdibujado, buena parte de la dirigencia política parece coincidir con la medida, encontrando anclaje en la ya vieja zoncera de que “al país se lo saca adelante trabajando” y mucho porque la sociedad parece estar mirando para otro lado. Teniendo en cuenta el reciente recorrido jurídico de los últimos tiempos, a este analista le gustaría afirmar que el DNU nació muerto, pero el camino de cierta institucionalidad argentina, como los designios del Señor, son inescrutables.
A su vez, con el Plan de Reparación Histórica del Ahorro de los Argentinos, el oficialismo parece confirmar que, efectivamente, encontró alguna forma de límite a su llamada dolarización endógena que se sustancia en un nuevo blanqueo (otro más) y que no ha dejado de llamar la atención de ciertos poderes que habitan el norte de este mundo.
La presencia argentina en el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), éste como organismo internacional encargado de dictaminar normas que restrinjan fondos que puedan tener como destino el lavado narco y/o terrorista; su correspondiente deriva normativa en la existencia y desarrollo de la Unidad de Información Financiera (UIF), resultó un condicionante a los anuncios de una semana atrás.
Teniendo como referencia el llamado de atención de la vocera del Fondo Monetario Internacional al respecto (Julie Kozack), el proyecto anunciado en conferencia de prensa en la Casa Rosada, terminó poniendo el foco más en lo fiscal, en todo aquello que represente un desmantelamiento de los controles que efectúa ARCA (ex AFIP), ya que una cosa supone la eliminación de impuestos y trabas burocráticas y, otra muy distinta, sencillamente abrir la puerta a las actividades ilícitas, cuestiones que el propio presidente parece desestimar cuando afirma que no le interesa de dónde puedan venir los dólares.
‼️"Luis Caputo se metió solo en un callejón. Después veremos si el problema es la guita que tiene abajo del colchón o que no quiere traer la plata del exterior porque no confía en el presidente Javier Milei.", @JonHeguier en #ElPaseDeElDestape pic.twitter.com/IhINXsbLQt
— eldestape1070 (@eldestape_radio) May 23, 2025
No son pocos los analistas económicos que referencian en la ortodoxia quienes han relativizado el futuro éxito de las medidas: por un lado, porque el ahorrista que tiene los dólares en el colchón desde tiempos inmemoriales los saca para hacer una inversión y por otro porque no queda del todo claro cuáles serían los beneficios de volcarlos al sistema de una sola vez. Si hay algo que el ahorrista de este perfil lo aplica como un mantra y que no necesita de una nueva provocación para estimularlo, es que cada dólar con el que cuenta es su decisión.
En esa presentación que el Gobierno imaginaba triunfante, una simple pregunta (no del todo bien formulada) puso en aprietos a un ministro de Economía que se siente empoderado pero que se mostró casi iracundo a la hora de la respuesta y que, vaya casualidad, omitió contestar sobre el fondo de lo que se le preguntaba.
A partir de allí, el enojo oficialista se hizo medida y se anunció la limitación de las acreditaciones en la Casa Rosada, la utilización de ropa formal y la reducción de la cantidad de preguntas a realizar. Toda una forma de responder a aquello que molesta y sobre el que no hay muchas explicaciones: ¿Cuándo traen sus ahorros a la Argentina los funcionarios del gobierno?
El proyecto libertario nada en una ambivalencia no menor: convive con el eterno deseo conservador de limitar los derechos de los trabajadores y con la manifiesta incapacidad para responder a simples re preguntas, mientras que reivindica la libertad del flujo de dólares que le otorgue cierta sobrevida macro. Por lo menos, hasta la noche del 26 de octubre. Ahhhhh, por ahora, la total libertad te la debo.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez