La que pasó no fue una buena semana para el gobierno. Podrá mostrar la foto con gobernadores peronistas decididos a apoyar el “Plan Colchón”, celebrar el renovado Paka Paka o darle visibilidad a los informes de consultoras que adelantan que la inflación de mayo confirma la tendencia a la baja; pero la realidad se empeña también en mostrar otras facetas que lo dejan semidesnudo y mal parado a partir de una insensibilidad que forma parte constitutiva de su razón de ser. Siempre, detrás de los números de la macroeconomía están los individuos, las instituciones y las comunidades, y a veces, solo a veces, la motosierra, como toda máquina, toma tal carnadura que aquello que toca se le vuelve decididamente en contra al libertarismo. En una extraña voltereta con efecto boomerang, el mayor hallazgo comunicacional y de acción política se vuelve en contra sin que sus partidarios puedan entender del todo el por qué. Paradojas de estos días.
Mientras el deterioro de la calidad de vida de los apaleados jubilados y de la actividad científica no han tenido mayor cuestionamiento de parte de amplios sectores de la sociedad, el gobierno ha sufrido un par de derrotas políticas y comunicacionales que lo han obligado a volver sobre sus pasos y que tienen la característica común de activar ciertas resistencias sociales.
Primero fue el sector de la educación superior, que en 2024 supo evitar un deterioro aún mayor a base de salir a la calle (esta primera semana de junio volverá a hacerlo), acompañada por un masivo respaldo de la sociedad y en el cual muchos creyeron (equivocadamente) ver el germen de una resistencia mucho más aguda. Y ahora, la situación de desfinanciamiento que enfrenta ese emblema llamado Hospital Garrahan (en paralelo con la precarización de sus trabajadores), pusieron en escena que, enfrentados a ciertas interpelaciones públicas, el funcionariado violeta y sus espadachines mediáticos quedan expuestos como referentes que no terminan de entender del todo que, más allá de sus comodidades de ocasión, existen situaciones de vida que no siempre pueden explicarse desde la fortaleza de números de dudosa valía.
En la respuesta pública al tema Garrahan, el Gobierno y sus acólitos usaron dos justificaciones que tuvieron mucho de error político. El primero fue acusar a los médicos movilizados de una supuesta pertenencia K: en tiempos donde el kirchnerismo no deja de quedar expuesto a su propia interna que lo deja en modo loop, semejante afirmación se parece al acto del perro que le ladra a la luna.
El segundo error anidó en dar a conocer una estadística moldeada al antojo de sus diseñadores, ya que salieron a afirmar que la planta del hospital se componía de 478 médicos y 953 de personal “burocrático”. Quien haya tenido la suerte o la desdicha de visitar un hospital o sanatorio, en gestión pública o privada, de altos estándares de calidad o de precaria eficiencia, sabrá que una estructura de salud se compone de administrativos, de mucamas y mucamos, de enfermeros y enfermeras, de anestesistas, de terapistas, de kinesiólogos, de acompañantes terapéuticos y de un sinnúmero de actividades conexas que en un hospital de las características del Garrahan se proyectan exponencialmente.
Por eso, a necesidad de ganar otra centralidad, no dejó de llamar la atención que el presidente Javier Milei saliera con una serie de mensajes en X donde cuestionaba la figura de Ricardo Darín, actor que parece haber cometido el pecado de comentar sobre la carestía de la vida en el país.
Mientras el tema comenzaba a languidecer, de la mano de crónicas periodísticas de todo tipo, divertidas y de las otras, con el delay de varios días, a finales de semana el primer mandatario volvió a subir al ring al actor. Esto plantea dos situaciones: o el presidente vive otra realidad a la que llega tarde y mal o la contundencia de ciertas situaciones sociales merecen desviar la atención de foristas, televidentes u oyentes radiales.
Con el activo semanal de haber incluido a Zamba en el eterno péndulo de la realidad argenta, celebrando una remozada programación del canal infantil Paka Paka, bien vale coincidir con la afirmación de Cristina Fernández de Kirchner de que estos “estos tipos no construyen nada”. Punto para la ex presidenta.
Tal vez con el dólar barato del que gozan algunos sectores medios y altos de la sociedad y con la inflación a la baja, ya no alcance para seducir a las grandes mayorías. Con el basamento de un superávit apócrifo, no son pocas las actividades y regiones que empiezan a mostrar los límites del ideario libertario y que podrían afectar ya no sólo a los propios sino a buena parte de los aliados gubernamentales de los últimos 18 meses.
De a poco, comienzan a aparecer multiplicidad de demandas, las cuales no se circunscriben sólo al cuestionamiento al gobierno nacional en la propia Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A la situación de días atrás en Tierra del Fuego, en la semana que se va se sumó el sector científico con movilizaciones en todo el país; en Catamarca una convocatoria de miles de personas en las calles obligó al gobernador Raúl Jalil a volver sobre sus pasos respecto de una reforma en la asignación de cargos docentes; y en Misiones, varias de las principales figuras libertarias fueron obligadas a retirarse de la inauguración de un local partidario, por parte de yerbateros que no la vienen pasando nada bien. A veces con la concordia no alcanza.
Paso a paso, la conflictividad social, donde la importancia de ciertos actores institucionales podría ser relativizada, comienza a hacerse más evidente. Con el contexto de un año electoral sobre las espaldas de todos, algunas demandas comienzan a hacerse más visibles, al punto de que, por ejemplo, no pocos funcionarios provinciales que dieron un espaldarazo al oficialismo nacional con la reivindicación de la motosierra y la Ley Bases, hoy empiezan a elevar la voz por el estado de las rutas nacionales en las distintas regiones del país. Como diría mi abuela, la Sara, “tarde piaste”.
Un detalle como al pasar respecto de ese tema: las aseguradoras, que en muchos casos deben pagar la siniestralidad en las rutas argentinas, ¿nada tienen que decir al respecto? ¿O el negocio de seguros caros resulta lo suficientemente importante como para obligarlos a cierto silencio? Preguntas al pasar en este espacio destinado a ganar amigos.
Pero ese aumento de la conflictividad social, ese crecer desde el pie, al igual que ocurría en otras etapas de la Argentina post dictadura, aún no encuentra una canalización político partidaria que le de sustento. Y, perdón por la afirmación, no significa que vaya a encontrala rápidamente.

Segunda afirmación dicha como al pasar: vale siempre el recuerdo (vívido para los que pasamos la barrera de los 50 pirulines), que Carlos Menem fue reelecto con el 50% de los votos y con una desocupación que había trepado al 18%, mientras no pocos sectores plantaban bandera de quejas y cuestionamientos al menemato.
Este tiempo social de cierto crecimiento de la conflictividad supone una doble dificultad. La primera, la que refiere a las consecuencias en sí de la acción gubernamental libertaria: científicos que abandonan la actividad pública y en algunos casos el país; jubilados que a la par que le aplican un ajuste feroz son reprimidos sistemáticamente cada miércoles (¿no habría que repensar la estrategia de la demanda en la calle?); el abandono estatal a la problemática de la discapacidad y cada uno de los conflictos regionales que comienzan a hacerse visibles; no hacen más que generar un empobrecimiento social del que ya no resulta excluyente la variable dineraria.
La segunda de las dificultades es que, por ahora, nadie logra encauzar ese descontento, lo cual se corrobora, por ejemplo, con estudios de opinión donde Milei, que conduce una administración con niveles de aprobación cada vez más bajos, sigue siendo el político con mejor imagen.
Si, en términos gramscianos, para el movimiento nacional y popular, lo nuevo no termina de nacer, vale reconocer que la motosierra como plan original y excluyente, comienza a mostrar los límites de un gobierno que hace de la insensibilidad una bandera de los tiempos que corren. A contramano, desde este lado queda todo por construir, desde la generosidad y cierta bonhomía. Incluso con los más cercanos. ¿No?
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez