El paro y movilización convocado por Hugo Moyano mostró varias facetas a analizar. Sin embargo, como lo marcó la presidenta, frente a la discusión del mínimo del impuesto a las ganancias que sirvió como disparador de la huelga, ¿no sería más importante preguntarse por qué el 81% de los trabajadores cobra salarios por debajo de un mínimo no imponible que Moyano considera injusto? ¿Es prioridad el 19% que mejor cobra o el 81% que aún no pudo mejorar su situación como otros sectores?
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La semana pasada, los argentinos vivieron en estado de angustia durante casi 48 horas debido a un sorpresivo bloqueo del Sindicato de Camioneros a las principales destilerías petroleras impidiendo que el combustible llegue a todos los surtidores del país. Algunos días antes, el gremio conducido por Hugo y Pablo Moyano ya había dado muestras de su potencial para afectar el humor ciudadano generando desabastecimiento de billetes en los cajeros automáticos.
"No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que, sin combustibles, te paran el país" dijo la Presidenta por estos días. Por este motivo, recién llegada a la Cumbre para el Desarrollo Sustentable de Río de Janeiro, Cristina tuvo que abandonar su estadía en Brasil para volver a nuestro país y retomar el control de la situación ante la medida de Camioneros que amenazaba con extenderse en el tiempo.
El gobierno nacional presionó a dos puntas. A través del Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria que el gremio de Moyano desoyó. Ante esta situación, Trabajo advirtió a Camioneros de posibles sanciones más graves y lo multó económicamente. Al mismo tiempo, desde el Ministerio del Interior se avanzó en una denuncia penal contra Moyano por provocar desabastecimiento, lo que generó el insólito hecho de que el líder camionero convoque a un paro general desde un estudio de televisión perteneciente al multimedio Clarín.
Y por su parte, el Ministerio de Planificación apuntó a la cámara de empresarios del transporte, amenazando con sanciones por incumplimiento de la legislación vigente. La estrategia de pinzas dio resultado y pasado el mediodía del jueves 21 de junio, los empresarios del transporte y los trabajadores camioneros firmaron una paritaria con un aumento de salarios del 25,5 % en tres veces, tras lo cual Moyano levantó los bloqueos.
El levantamiento de la medida de fuerza se vivió como un triunfo en la Casa Rosada. Moyano había cesado en los bloqueos a partir del acuerdo paritario, sin que la Presidenta diga nada ni se vea obligada a poner nada en la mesa de las negociaciones. Había alcanzado la presión de los ministros y el malhumor social para que Moyano retroceda. Sin embargo, el líder camionero huía para adelante: levantaba los bloqueos pero se jugaba a suerte y verdad en un paro con movilización a Plaza de Mayo. Moyano percibió un primer límite: su capacidad de presión (vía el desabastecimiento) incomoda y desgasta al gobierno nacional pero el malhumor social que genera le exige ser más que responsable con el uso de ese poder de fuego.
Ni bien se decretó el paro, parecía que todo el arco gremial y político se alinearía detrás de Camioneros que puntualizaba su reclamo en la necesidad de elevar el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias y modificar el esquema de asignaciones familiares. Los gremios más cercanos a Moyano adhirieron rápidamente a la medida de fuerza planificada, al igual que algunas organizaciones sociales de izquierda. Pero lo que parecía una verdadera avalancha de apoyos, empezó lentamente a resquebrajarse por la desconfianza mutua entre las organizaciones sindicales y la incapacidad de Moyano para generar un escenario que colme las expectativas de todos. El caso más claro fue la porción de CTA que conduce Pablo Micheli, quien coincidió en el reclamo, pero nunca pudo encontrar las condiciones necesarias para marchar con otras organizaciones con las que tienen viejos y actuales recelos.
Así las cosas, el paro del miércoles terminó impulsado por Moyano, sus aliados más estrechos y algunas organizaciones sociales y políticas de izquierda (MST, PO, CCC y Barrios de Pie, entre otras) bajo la amplificación mediática del Grupo Clarín. Mientras Camioneros intentaba garantizar la convocatoria (nunca es fácil una movilización masiva de carácter nacional) sus laderos más cercanos parecían pedirle a la Presidenta un gesto mínimo para levantar el paro. Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento) puso el lunes en duda la realización del paro "si hay respuestas del gobierno", lo que mereció una fuerte descalificación de Moyano. A las pocas horas, Julio Piumato (Judiciales) dijo: "si la Presidenta llama al diálogo, se levanta la marcha y vamos todos a ver a Boca". Ningún dirigente político, gremial o social que confía plenamente en su capacidad de movilización realiza declaraciones de este tipo porque supone que, tras el hipotético éxito del acto, su capacidad de negociación mejora.
La Presidenta captó a la perfección que algo no andaba bien y marcó la cancha con un discurso político memorable por cadena nacional. Les pidió a los trabajadores un mayor compromiso en la defensa del modelo en momentos de zozobra internacional y pidió que no la extorsionen ni presionen con medidas de fuerza desproporcionadas con la magnitud del reclamo. Fue, incluso, más allá y enmarcó en su justa dimensión el reclamo de muchos gremios por elevar el mínimo no imponible de ganancias. La demostración cuantitativa de la magnitud del reclamo (que afecta al 19 % de los trabajadores en blanco de mayores ingresos) la llevó a explicitar como pocas veces los desafíos pendientes en materia de empleo y salarios. Si alguien leyó entre líneas, Cristina dejó en claro dos cosas: que en cuanto pueda va a elevar el mínimo no imponible y que es plenamente consciente de que las necesidades de la enorme mayoría de los trabajadores pasan por otro lado: más empleo, de mejor calidad, con mejores salarios.
El claro encuadre político que realizó la Presidenta en su discurso apuntó a muchos adherentes al kirchnerismo que dudaban entre acompañar o no los reclamos de Moyano. Tras sus palabras, nadie que apoye a Cristina podía tener dudas de la inconveniencia de sumarse a la Plaza de Mayo de Moyano. Pero Cristina se dirigió también a la enorme cantidad de argentinos que sienten (la hayan votado o no) que solo ella es capaz de conducir con éxito un país con semejante y permanente puja de poder. A todos ellos les dijo con claridad que el riesgo de transformar un reclamo gremial en una disputa política era demasiado elevado.
Nunca podrá corroborarse, pero la fuerza y la convicción de las palabras de Cristina fueron determinantes para que la adhesión al paro y la convocatoria al acto de Moyano estén muy por debajo de lo esperado. El paro fue de escaso acatamiento, lo que llevó al líder sindical a reconocer en el inicio de su discurso que la medida de fuerza no había sido de la CGT sino de los Camioneros con la adhesión de otras organizaciones gremiales. En ciudades importantes, el paro prácticamente no resintió la vida cotidiana. Pero a la debilidad de la medida de fuerza, se le sumó la poca concurrencia al acto respecto a la expectativa creada. Moyano y muchos gremios llenaron River Plate para un acto con Cristina pocos días antes de la muerte de Néstor Kirchner. Volvieron a realizar una movilización magnífica en la avenida 9 de Julio a fines de abril de 2011. Esa capacidad de movilización estuvo lejos de verse reflejada en la Plaza de Mayo.
La debilidad del paro y la limitada capacidad de movilización le mostraron nuevos límites a Moyano. En primer lugar, dejó en claro que cuando su esfuerzo se ubicó detrás del liderazgo de Cristina, las convocatorias fueron más masivas. O sea: una cosa es que Moyano movilice a favor de Cristina (como en River, aquel 9 de Julio) y otra muy diferente es que lo haga en contra de ella. No es casual que minutos antes del acto en Plaza de Mayo Facundo Moyano se encargara de resaltar que el acto era de reclamo "al gobierno" y no "contra el gobierno".
En segundo lugar, la jornada del miércoles (paro y movilización) demostraron que la estructura de Camioneros le brinda a Moyano un piso alto en capacidad de movilización. Pero cuando más se recuesta sobre su gremio de origen, Moyano más pierde en capacidad de ampliar su base de sustentación. De hecho, quedó en el palco casi en soledad, rodeado de Piumato, Venegas y dirigentes de su máxima confianza.
Finalmente, Moyano percibió que su capacidad de presión a la hora de negociar beneficios para Camioneros (demostrada claramente en el bloqueo al transporte de combustibles la semana pasada) no tiene un correlato automático en el plano de la política. Es más, cuando sus medidas de acción directa más afectan a los argentinos, más crece el descontento social para con él y sus decisiones, independientemente de que tengan a Cristina como destinataria final de su presión.
En síntesis: el poder de fuego de Moyano es altísimo y quedó demostrado en los bloqueos de Camioneros. Pero esa energía potencial no genera empatía política ni adhesión social. Por eso, la debilidad del paro del 27 de junio y la movilización a Plaza de Mayo. La Presidenta jugó fuerte y ganó de nuevo. Hoy todos los argentinos son conscientes de lo que vale Moyano. Y de lo necesaria que es Cristina para seguir conduciendo un país en medio de pujas políticas de semejante magnitud.