La Corte Suprema de EEUU avaló la vigencia de la "Ley de Cobertura de Salud Accesible" impulsada y promulgada por el presidente Barack Obama en el 2010. Esta es una trascendente victoria política para el mandatario a cuatro meses de las elecciones, ya que la el debate y la pugna generada alrededor de la ley fue un símbolo de la primera mitad de su gestión
_____________________________________________
El día de ayer, martes 28 de junio, no era un día más. En Bruselas los líderes europeos se reunían durante horas en un nuevo intento –y van...– de salvar al euro (y de paso a la Unión) de la catástrofe. En la Argentina, los líderes del Mercosur y Sudamérica comenzaban a arribar para una serie de reuniones donde se decidirá buena parte de la credibilidad política de la región frente a la amenaza que representa el golpe institucional en Paraguay. Y en Washington se decidía, casi, el futuro político del presidente y su posible reelección, en la Corte Suprema, la cual emitiría el fallo respecto de la inconstitucionalidad o no de la Ley de Reforma de Salud.
Esta ley fue objeto de una encarnizada batalla a lo largo del año 2009 y es probablemente el logro político más simbólico e importante de la presidencia de Barack Obama. En determinado momento, se hacía imposible ayer no recordar la clásica parodia de Tato Bores cuando en sus monólogos afirmaba que se disfrazaba de mosca y se posaba en el ficus del rincón para escuchar lo que se discutía en la oficina del presidente. Ayer daban ganas de disfrazarse de mosca para presenciar lo que seguramente debe haber sido un permanente estado de ánimos y de nervios cambiantes. No era poco lo que estaba en juego.
¿Qué se estaba discutiendo? ¿Por qué se había planteado ante la Corte Suprema la inconstitucionalidad de la ley? Quienes impulsaron la demanda fueron un grupo de 26 estados quienes, iniciando el periplo judicial, arribaron a la Corte Suprema planteando dos reclamos concretos: en primer lugar, que la denominada "cláusula del mandato individual" excedía las facultades del gobierno y representaba un avasallamiento de las libertades individuales. Esta cláusula establece que las personas que tienen la posibilidad económica de hacerlo, están obligados a contratar un seguro médico. En caso de no hacerlo serán pasibles de ser castigados con una multa por parte del gobierno.
Aquí entran a tallar dos cuestiones que para aquellos que estamos acostumbrados a otras prácticas nos puede parecer algo poco comprensible: el cómo se regula el comercio entre los estados de la Unión y cómo se expresa el pulso de la sociedad frente a la cuestión impositiva. ¿Por qué? En el primer caso, porque el eje central del debate no pasa por si es justo o no que se apruebe una ley que amplíe la cobertura de la salud a la población, sino si el Congreso tiene la potestad de obligar a la ciudadanía a adquirir algo que, quizás, no desea. Es decir ¿puede el Congreso obligarme, bajo la figura de la autoridad reguladora del comercio, a adquirir un seguro que no tengo interés en adquirir? Y como derivado de esto, si el Congreso puede obligar a las personas a adquirir un seguro de salud ¿qué otras cosas puede obligarles a comprar?
Este no es un tema menor. De hecho constituyó el eje central desde donde el Tea Party se creó pues es a partir de esta discusión es que la gran parte del arco conservador plantea el avasallamiento a las libertades individuales.
Mientas tanto, el otro punto en debate –la cláusula del mandato individual– que según el Tea Party constituye la otra pata del abuso de autoridad del gobierno, pasaba por la discusión de si se trata o no de un impuesto. Desde que la ley fue comenzada a debatir, todos los funcionarios de la Casa Blanca y los demócratas del Congreso defendieron a como diese lugar la idea de que no se estaba creando un nuevo impuesto, que se trataba de garantizar que los ciudadanos que estén en condiciones de hacerlo tengan una cobertura adecuada. Es por eso que se apeló a la figura de autoridad reguladora del comercio que tiene el Congreso como potestad.
Toda esta discusión fue zanjada en el fallo dividido de la Corte Suprema. Tal vez el fallo en materia de derechos civiles más importante que ha salido del máximo tribunal en décadas. En términos simples, el fallo afirma que la cláusula del mandato individual es constitucional pues representa un impuesto. Como es facultad del Poder Ejecutivo la creación de nuevos impuestos, esto no significa avasallamiento alguno y forma parte, por lo tanto, de sus facultades inherentes. Este era el punto central del fallo. Si Obama perdía en este punto, toda la ley se venía abajo. Esta es, entonces, la gran victoria para el presidente el día de ayer.
Pero aquí es necesario hacer una salvedad y analizar el fallo un poco más a fondo. El resultado final de la votación sorprendió a más de uno. Con un resultado de 5 a favor y 4 en contra, la decisión que inclinó la balanza fue la del presidente del tribunal John Roberts, un magistrado conservador que llegó a la Corte de la mano de George W. Bush. El Supremo Tribunal tiene una composición actual de 4 jueces conservadores (incluido Roberts), 4 liberales (progresistas) y uno que vota con unos u otros dependiendo del tema en discusión. Ayer, hasta una o dos horas antes de conocerse el fallo, el pesimismo recorría las filas demócratas pues era casi seguro –como ocurrió– que Anthony Kennedy, el voto oscilante, se inclinase por el bando conservador. Nadie esperaba que Roberts se decidiese por votar como lo hizo. Los más optimistas esperaban del presidente del Tribunal una decisión que pusiese a la Corte, muy cuestionada en los últimos tiempos, por encima de las líneas de división ideológica.
Para sorpresa de casi todos es lo que hizo. Su decisión encendió la furia más airada del Tea Party así como de muchos dirigentes republicanos y sumió en un estado de ánimo poco disimulable al rival electoral de Obama, Mitt Romney. Ahora bien ¿traicionó Roberts al conservadurismo? Lejos estuvo de ello. En realidad, le cedió a Obama el triunfo en esta batalla. Pero bien puede haber ganado una guerra tan o más importante: la de limitar las atribuciones del Congreso. Si se lee con detenimiento el fallo, al reconocer que el mandato individual es un impuesto y no un acto de comercio pasible de regulación legislativa, lo que está haciendo es sentar jurisprudencia sobre los límites del Congreso a la hora de ejercer una facultad de contenido bastante difuso y, por lo tanto –de acuerdo a la perspectiva conservadora– sujeta a arbitrariedades de toda clase.
Pero hoy todo esto parece una discusión demasiado académica para el gusto de los conservadores que todo el día de ayer llenaron horas de transmisión radial y televisiva despotricando contra la decisión de la Corte y afirmando que la única solución para salir de la "tiranía" de esta ley es derogarla. Hoy hay un claro triunfador político y ese ganador es Barack Obama, a quien la Corte Suprema le proporcionó ayer un segundo espaldarazo en menos de una semana, después de que el lunes le diera parcialmente la razón al ratificar, en su sentencia sobre la controvertida ley inmigratoria SB1070 de Arizona, que el control de la inmigración es jurisdicción del gobierno federal, aunque le reconoce a los estados la facultad de verificar el status migratorio de las personas.
"Más allá de la política, la decisión constituye una victoria para la gente de todo el país cuyas vidas serán más seguras gracias a esta ley", aseguró Obama ayer desde la Casa Blanca. Pese a ello, aseguró que el debate en torno de su reforma sanitaria no debería verse reducido a interpretaciones "políticas" y llamó a superar la dura "batalla política" que está en marcha con la oposición republicana desde antes de la aprobación de la ley, en 2010. "Sé que el debate sobre esta ley fue divisorio, pero el país no puede permitirse volver a las batallas políticas de hace dos años o volver a la forma en que se hacían las cosas", sostuvo Obama.
"Con el anuncio de hoy, es hora de que avancemos para implementar y, donde sea necesario, mejorar esta ley", pidió. "Y ahora es hora de mantener nuestra atención sobre el desafío más urgente de nuestros tiempos: conseguir que la gente vuelva a trabajar, rebajar nuestra deuda y construir una economía donde la gente pueda tener la confianza en que si trabajan duro, lograrán salir adelante", agregó en referencia a lo que desde ya es el tema central de la batalla electoral, la economía.
En definitiva, triunfo y espaldarazo de gran valor para Obama de cara a las elecciones. Él es el primer ganador en esta disputa. Los segundos grandes ganadores son los más de 30 millones de estadounidenses que hoy carecen de cobertura de salud y que gracias a esta ley podrán acceder a un seguro de forma más accesible y sin discriminación en base a su realidad socioeconómica o, incluso, a una dolencia preexistente a la contratación del seguro, lo cual representaba casi siempre la denegación de cobertura por parte de las empresas que se dedican a brindar este servicio.
Por otro lado, golpe duro para Mitt Romney, el rival republicano de Obama, al cual se lo notó apesadumbrado y con un discurso poco claro y contradictorio cuando realizó su declaración oficial una vez conocido el fallo. Pero como decíamos antes, esta derrota, por más dura que pueda parecer, no es una derrota completa. Ponerle límites a la potestad regulatoria del Congreso es un enorme triunfo para el conservadurismo. Quizás hoy no lo vean. Quizás también le signifique, por qué no, una derrota electoral en noviembre. Pero lo que sí es cierto es que esta decisión de la Corte tendrá profundas implicancias en el grado de involucramiento y de impacto del gobierno federal en las atribuciones regulatorias del comercio interno en el ámbito de los estados de la Unión.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
Para ponerse en contacto con el autor, haga click aquí
_____________________________________________________________________________________________
MÁS DEL AUTOR...